Archive for the ‘Comportamiento social’ Category

Lenguaje e interacciones sociales

lunes, mayo 11th, 2015

Lucas Coge

Conflictos e interacciones

Muchas de nuestras situaciones conflictivas se dan en contextos en que están presentes, directa o indirectamente, otras personas. Aunque, en ocasiones, nos enfadamos con nosotros mismos, la mayor parte de las veces intervienen los otros en las situaciones de enfado. Bien las otras personas son los responsables de nuestros conflictos, al menos eso tendemos a pensar. También puede darse que las situaciones conflictivas surjan del “mero” contacto con los demás. Asimismo, en otros casos o en los anteriores, la resolución de los conflictos requiere o se ve facilitada por la intervenciones de los demás. Por consiguiente y por diferentes razones, el contacto con los demás y las interacciones sociales son una parte importante de nuestras situaciones conflictivas. Obviamente, los demás también contribuyen a nuestra alegría y felicidad, así como a resolver nuestros conflictos. En esta entrada quiero tratar algunos aspectos de la estrategia de los conflictos.

Estrategias de abordaje

Ante un mismo problema, nuestras estrategias genéricas de afrontamiento se pueden limitar a dos: atacar o huir, hacerle frente al problema o darle la espalda. De hecho, esto es lo que hacemos con muchos de los problemas y situaciones de nuestra vida cotidiana con independencia del nivel de gravedad de las mismas. En nuestras relaciones de pareja, en las relaciones de trabajo, con nuestros hijos, amigos o vecinos,… tendemos a abordar las cuestiones o simplemente no las abordamos en absoluto, a veces con la esperanza de que el mero paso del tiempo supondrá o aportará una situación. En cierto modo, aunque no siempre, este dejar actuar al tiempo, poner el tiempo entremedio, sería como huir, poner tierra de por medio.

Dejar pasar el tiempo como forma de huir

Sin embargo, existe el convencimiento en que no siempre dejar actuar al tiempo es una buena solución, incluso se piensa que no es una solución en absoluto, sino que más bien conduce a agravar la situación. Por ejemplo, en la educación de nuestro hijos abordar los pequeños problemas a tiempo permite también solucionar anticipadamente posible futuros problemas más graves. Resulta más fácil enseñar a una niña de 6 años buenas prácticas alimenticias que tratar de convencer a una adolecente con anorexia nerviosa que necesita alimentarse. Consiguientemente, parece desprenderse que es mejor abordar de frente los problemas que dejar que se pudran por el mero paso del tiempo.

Esta tendencia favorable al abordaje de los problemas conduce a la cuestión de qué podemos entender por un buen modo de enfrentarse a los problemas. Sobre la base de algunos ejemplos, podemos presentar qué sería un buen abordaje y qué, en muchos casos, seria inadecuado. Evidentemente, todos estaremos de acuerdo que un conflicto de pareja no se resuelve por medio de la violencia. Sea cual sea la naturaleza de ésta, no es en modo alguno un abordaje ni respetuoso con la dignidad de la persona ni fructífero a efectos de encontrar una buena solución. Enfrentarse a un problema de interacción social por medio de la violencia no es en absoluto un modo correcto de abordarlo. Es cierto que en algunos casos muy especialmente, tendríamos que reflexionar sobre las ventajas del uso de la violencia, pero estos escapan a las situaciones propias de nuestras vidas cotidianas.

Delegar en una tercera persona

Otro tipo de abordaje que se da en el caso de los conflicto puede ser recurrir a una tercera persona para que ésta asuma la resolución del problema. Es, por ejemplo, el caso de muchos niños que delegan en sus padres o en sus hermanos mayores. La intervención de un tercero puede suponer delegar enteramente en el mismo y, por tanto, desentenderse. Esto no parece una correcta actuación. Muchos son los que piensan que el primer paso para resolver un problema es asumirlo como propio, aceptar e interiorizar que la solución exige una actuación propia. Apelar a un tercero no sería una buena estrategia de afrontamiento.

Ilustración 1 Estrategias de abordaje de problemas

No obstante, en la apelación a un tercero también cabe incluir la intermediación. Pero es una situación bien distinta a delegar en un tercero. Aquí, se trata de la intervención de un intermediario que contribuye o ayuda a que las personas en conflicto encuentren, acepten y apliquen una solución. No es una delegación la tarea del intermediario, es como su nombre indica una intermediación, aproximar a las partes en la búsqueda y logro de una solución fructífera.

Hablar y escuchar

Nos queda pues la tercera estrategia posible: el abordaje directo y abierto con la otra persona de la situación conflictiva. Si se trata de problemas en una relación de pareja o con los hijos, el primer paso para encontrar una solución parece ser entablar una conversación, un diálogo en el que cada parte expone sus puntos de vista y escucha los de la otra parte. Se persigue buscar una solución por medio del uso del lenguaje. Hablar y escuchar es esencial en este tipo de abordaje; consiguientemente, el lenguaje juega un papel fundamental en la resolución de situaciones conflictivas en contextos de interacción social.

Evidentemente, si el manejo del lenguaje aparece como una pieza clave para un buen abordaje metodológico de los problemas y conflictos, es lógico que nos preguntemos qué relación existe entre el nivel de dominio lingüístico y las capacidades de afrontar problemas y conflictos. Podemos pensar que un buen nivel lingüístico equivale a que se privilegie el “hablar y escuchar” como estrategia de abordaje y se desechen todas las demás. Cabe pensar que la evitación o el uso de la violencia estarán más presente en aquellas personas con deficiencias en el manejo del lenguaje. ¿Corregir estas deficiencias nos conduce a reducir la frecuencia del uso la violencia?

Existen algunos ejemplos de violencia doméstica que darían claramente una respuesta negativa a esta cuestión. Pero esto no invalidad la importancia del dominio del lenguaje como herramienta básica para un abordaje no violento.

Trastornos de lenguajes y competencias sociales

En un trabajo publicado en 2015, Inmaculada Baixauli-Fortea, Belén Roselló-Miranda y Carla Colomer-Diago llevan a cabo una revisión bibliográfica de la relación entre trastornos de lenguaje y competencias sociales (1). En su trabajo, recogen algunas ideas interesantes para el abordaje no violento de los conflictos surgidos de la interacción social. A continuación vamos a comentar parte de sus argumentaciones.

Por una parte, siempre respecto a la situación de los niños sin trastornos específicos de lenguaje, los autores destacan que los niños con problemas específicos de lenguaje interactúan menos con otros niños y tiene mayor dificultad para participar en una interacción que ya se ha iniciado. Cuando participan, lo hacen de un modo muy limitado y pobre lingüísticamente hablando (uso de frases cortas o de monosílabos, por ejemplo). Manifiestan una preferencia por interactuar con adultos antes que con niños o semejantes. Este punto evidenciaría una situación de dependencia en el manejo de las interacciones sociales, de preferencia por estrategia de delegación.

Este tipo de situaciones pueden ser multifactoriales y responder a varias variables (introversión, carencia de otras habilidades pro-sociales,…) y no únicamente a trastornos en el lenguaje. Sin embargo, para Fujiki et al., los niños con este tipo de trastornos participaban menos en las actividades de interacción social propuestas y, al mismo tiempo, eran escasamente reclamados como interlocutores por los otros niños (2). En otro trabajo, se relacionaba a los niños con trastornos específicos con estados de inmadurez en el desarrollo de estrategias de negociación (3), entendidas como estrategias dirigidas a alcanzar determinados objetivos; y, una mayor propensión al desarrollo de estrategias inapropiadas de confrontación violenta o de evitación (4).

La resolución de conflictos exige implantar estrategias que comportan la utilización de recursos socio-emocionales e integrar la dimensión emocional del conflicto. En una simulación de situaciones cotidianas, Timler concluyó que los niños con trastornos lingüísticos seleccionaron un menor número de estrategias pro-sociales frente a los niños sin dichos trastornos. También, mostró la mayor tendencia a acudir a un adulto para resolver el conflicto (5).

Habilidades lingüísticas e inferencia emocional

La relación que pueda establecerse entre comprensión y habilidades lingüísticas e inferencia emocional es un aspecto clave a la hora de determinar las posibilidades de afrontar correctamente los conflictos. La regulación emocional es un proceso esencial en el desarrollo comunicativo y social (1). La regulación emocional supone también la capacidad de reconocer la conveniencia de expresar o no las emociones propias, de identificar y aflorar, evitar o canalizar las emociones ajenas. Estos aspectos conducen a decisiones que los individuos, enfrentados a un conflicto, deben tomar. Una vez decidido este punto, el discurso tomara determinada dirección y sus logros dependerán de las habilidades lingüísticas. Al mismo tiempo, estas habilidades son un aspecto esencial en la identificación de los estados emocionales propios y ajenos.

La población con trastornos lingüísticos muestra déficits en la manifestación apropiada de las emociones, la identificación de los sentimientos y percepciones de los demás y la conciencia de los propios estados emocionales (2). Una serie de estudios identificaron una asociación entre (in)competencia lingüística y problemas conductuales. Los niños con trastornos lingüísticos presentan un mayor riesgo de padecer ansiedad y depresión, experimentar experiencias de rechazo y exclusión, de desarrollar expectativas negativas e, incluso, un mayor riesgo de fobia social.

Por todo ello, las terapias de mejora de las habilidades lingüísticas dadas a niños propiciaron el desarrollo de nuevas estrategias adecuadas. No obstante, estas mejoras están condicionadas a la naturaleza de de los trastornos lingüísticos y cómo estos se articulan con las competencias sociales del individuo.

 

Referencias

  1. Baixauli-Fortea I, Roselló-Miranda B, Colomer-Diago C. Relaciones entre trastornos del lenguaje y competencia socioemocional. Rev Neurol. 2015;60(Supl 1):51–6.
  2. Fujiki M, Brinton B, Clarke D. Emotion regulation in children with specific language impairment. Lang Speech Hear Serv Sch 2002; 33: 102-11.
  3. Brinton B, Fujiki M, McKee L. The negotiation skills of children with specific language impairment. J Speech Lang Hear Res 1998; 41: 927-40. 
  4. Marton K, Abramoff B, Rosenzweig S. Social cognition and language in children with specific language impairment (SLI). J Commun Disord 2005; 38: 143-62.
  5. Timler GR. Social knowledge in children with language impairments: examination of strategies, predicted consequences, and goals in peer conflict situations. Clin Linguist Phon 2008; 22: 741-63.

 

 

Competencias sociales y estudios universitarios

lunes, julio 21st, 2014

Una parte importante del aprendizaje para el trabajo y para la vida social tiene lugar a partir de la observación de la realización de tareas o de las propias interacciones sociales. De hecho, una de las críticas más comunes a las instituciones de formación superior es, justamente, el haber descuidado ambos aspectos: el saber-hacer y las relaciones sociales; presentes, ambos, en el ejercicio profesional. Una situación que se ha ido modificando, especialmente a partir del diseño de la formación universitaria sobre la base de las competencias.

La incorporación de las competencias en el diseño curricular

En la actualidad, es mucho más frecuente encontrar diseños curriculares de los estudios universitarios con una mención expresa a las competencias implicadas, que el egresado tendrá al finalizar sus estudios. El mapa de competencias incluye también las de tipo social. Se consideran las relaciones interpersonales como una de las competencias necesarias para el trabajo y, de forma más específica, para el desarrollo de carreras frente a las demandas contemporáneas en los ambientes profesionales.

Las acciones encaminadas al desarrollo de las competencias propias a las relaciones interpersonales suelen consistir en un entrenamiento en la manejo de la coordinación de grupos, el liderazgo de equipos, el manejo del estrés y de los conflictos interpersonales, la organización de tareas, la resolución de problemas, la toma de decisiones, la negociación grupal y el fomento y gestión de la creatividad del grupo y de sus miembros.

Consecuencias positivas

El abordaje de las competencias sociales lleva implícito que éstas tienen una clara intencionalidad en la práctica, la búsqueda de consecuencias sociales positivas. Significa ello que las competencias sociales son importantes por los resultados que pueden procurar, sobre todo en términos sociales.

Pero, en el tratamiento de las competencias sociales no pueden dejarse de lado un conjunto de características intraindividuales. Se trata, aquí, del comportamiento agradable y cooperativo, la propensión a participar en actividades compartidas, el comportamiento verbal, la atención al contexto,…

Características de comportamiento

David A. Wetten y Kim S. Cameron distinguen características de comportamiento, no atribuibles a la personalidad, que resultan de interés en las interacciones sociales [1]. Son:

  1. la comunicación verbal: escuchar y hablar
  2. La gestión del tiempo y del estrés,
  3. La gestión de las decisiones,
  4. El reconocimiento, definición y solución de problemas,
  5. La motivación y la influencia sobre otras personas,
  6. Capacidad para delegar,
  7. Capacidad para establecer y articular metas,
  8. El autoconocimiento,
  9. La construcción de equipos y
  10. La gestión de conflictos

Este conjunto de habilidades son importantes, por ejemplo, en el desempeño de y en el seno de las instituciones y organizaciones, con inclusión de las empresas.

Cómo articular estos puntos en la trayectoria curricular es un auténtico reto, en parte porque se requiere de responsables académicos que se manejen correctamente con estas mismas características.

Luca Coge

 

Referencias

  1. Whetten, David A. & Cameron, Kim S., 2005, Desarrollo de habilidades directivas, México, Pearson Educación
  2. Tadeucci, Marilsa de Sá Rodrigues; de Araujo, Elvira Aparecida Simões & Ribeiro, Maria Júlia Ferreira Xavier, 2013, “Competencias sociales en el desarrollo de la Carrera”, Apuntes de Psicología, Vol. 31, nº 1, pp 93-99

 

Imagen: © Microsoft.

¿La primera impresión es lo que cuenta?

domingo, julio 1st, 2012

Vivimos rodeados de gente. Algunas personas las conocemos desde siempre, otras acabamos de encontrarlas o nos las han presentado hace nada. Pero en todos los casos, siempre nos formamos diferentes impresiones sobre todas estas personas. Construimos esas impresiones por lo que hemos oído acerca de una persona, por lo que otros nos han dicho o por nosotros mismos sin la ayuda aparente de nadie. En muchas ocasiones, cuando nos presentamos a alguien por primera vez, queremos dar una buena impresión pues, actuamos convencidos de que la primera impresión es importante.

Una impresión es una opinión, sentimiento, juicio que algo o alguien suscitan, sin que, muchas veces, se puedan justificar. Todos nos formamos impresiones de los demás. En este caso, llevamos a cabo un proceso mediante el cual inferimos una serie de características psicológicas a partir de la conducta y de otros atributos de la persona observada. Estas características se organizan en una impresión coherente. Pero en este proceso no llevamos a cabo una exploración en profundidad de la persona en cuestión, ni tampoco es frecuente que contrastemos nuestras inferencias con las de otras personas. De hecho, solemos construir nuestras impresiones de un modo rápido y a partir de un número reducido de elementos, que en ocasiones no tienen porque ser correctos.

Asch propuso en 1948 un modelo configurativo de formación de las primeras impresiones. En su opinión, al formar las primeras impresiones, captamos ciertos fragmentos de información, los rasgos centrales, que ejercen una influencia desproporcionada sobre la impresión final. Otros elementos de la información, los rasgos periféricos, contribuyen en un grado menor. Ambos se encuentran relativamente correlacionados entre sí y con otros rasgos, y en conjunto permiten construir la impresión íntegra que tenemos de una persona.

Pero los rasgos centrales juegan un papel determinante, no solamente por sí sólo, sino también porque ayudan a definir y conformar los restantes rasgos. Si al conocer a alguien, percibimos que es una persona fría (rasgo central), difícilmente, a medida que avance nuestra relación, le atribuiremos otros rasgos como afable, pues está en contradicción con el rasgo central. En cambio, nos será más fácil considerar que se trata de una persona insociable, por ser compatible con el rasgo central de frio.

Los críticos de Asch advierten que nada se dice acerca de cómo se determina que un rasgo es central o periférico. Este punto es importante, pues los centrales son muchos más inamovibles que los periféricos. Aunque ambos tienen una influencia desproporcionada sobre la configuración de las impresiones finales.

Además, a partir de una serie de experimentos, Asch mostró que los rasgos presentados en primer lugar influyen desproporcionadamente en la impresión final, de modo que una consideración favorable inicial hace más posible una impresión final igualmente favorable. De modo que el orden en el que se presenta la información acerca de una persona puede ejercer profundos efectos sobre la impresión ulterior. Esto es el efecto de primacía. Sin embargo, existe también el efecto de recencia o carácter de reciente según el cual la información recién presentada ejerce una influencia mucho mayor que la información previa.

La neutralidad, entendida como ausencia de información en un sentido u otro, hace que atribuyamos a los demás lo mejor y, con ello, nos formemos una impresión positiva. Si, por el contrario, disponemos de una información negativa, nuestra percepción subsiguiente toma un sesgo muy negativo y difícil de modificar, incluso con una gran dosis de información positiva ulterior. La negatividad se ve favorecida por la atracción que, en nosotros, ejerce la información extrema.

En todo caso, parece ser que establecemos por razones de simplicidad unos constructos personales como conjuntos dipolares. Estos constructos se desarrollan con el tiempo como formas adaptativas de percepción de las personas, lo que le otorga una resistencia en el tiempo. Además, pueden ser idiosincráticos y basados en experiencias personales.

Las impresiones de las personas se encuentran muy influenciadas por presunciones ampliamente compartidas acerca de las personalidades, las actitudes y las conductas de la gente basadas en las pertenencias a grupos, tales como el género, la nacionalidad, la clase social o, incluso, la profesión. Son los denominados estereotipos. La atribución a una categoría a alguien que acabamos de conocer es un elemento esencial de la conformación de una primera impresión. Toda la descripción que confeccionamos se muestra compatible con el estereotipo que utilizamos. Este juego de atribuciones nos puede llevar incluso a reconocer algunos rasgos en el individuo que confirman la asignación a dicha categoría. Es un caso más de una tendencia extendida entre las personas, que nos conduce a confirmar lo que ya sabemos, antes que a ampliar nuestra esfera de conocimientos.

Deberíamos ser conscientes de cómo formamos nuestras impresiones, no para renunciar a ellas, sino para que nos sean verdaderamente útiles.

 

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Referencias:

Michael Hogg & Graham Vaughan, Social Psychology, Pearson Eduction Limited

Imagen: © iStockphoto

 

 

 

Las emociones y sus dimensiones

domingo, noviembre 27th, 2011

Por Luca Coge

Una manera simple de presentar la emoción nos llevaría a decir que son experiencias psicobiológicas que intervienen en el modo de afrontamiento de ciertos estímulos internos o externos. De hecho, todos podemos reconocernos en la primera parte de la frase anterior. Todos tenemos el recuerdo de haber sentido o experimentado una emoción en distintos momentos. Aunque sentimientos y emoción no sea lo mismo, somos capaces de identificar aspectos psicológicos de una emoción (la tristeza) acompañados de manifestaciones biológicas (como las lágrimas, por ejemplo).

La segunda parte de la primera frase apunta a que las emociones desempeñan un papel, contribuyen en distinto grado a definir unas pautas de conducta ante diferentes entornos internos o externos. Son en este sentido protagonistas de nuestro comportamiento, intervienen en aspectos importantes del mismo y contribuyen a nuestra toma de decisiones. De hecho, durante los últimos años, se ha producido un auge de la consideración de la importancia de las emociones en nuestros actos. De ahí el auge del calificativo emocional: no existen solamente emociones, sino que las emociones están en todo, existe inteligencia emocional, comunicación emocional, enseñanza emocional,…

De hecho, la facilidad para reconocer las emociones se debe a su carácter multidimensional, a que presentan múltiples facetas. Las emociones incorporan experiencias subjetivas con manifestaciones fisiológicas o biológicas. Pero también, cuenta con una funcionalidad, un propósito, y una clara dimensión social.

  • El hecho que las emociones nos hagan sentir bien alegría o irritación, por ejemplo, muestra que cuentan con un contenido de sentimientos subjetivos.
  • Intuimos que alguien tiene emociones o se encuentra en determinado estado emocional porque observamos que está llorando o porque su cuerpo adquiere determinada postura para adaptarse a la situación. Esto es, reconocemos en las emociones un conjunto de reacciones biológicas. Si realizásemos un análisis clínico comprobaríamos la amplitud de estas reacciones fisiológicas, en términos hormonales, por ejemplo.
  • Asimismo, las emociones, al ser mecanismos de afrontamiento o participar de modo significativos en ello, cuentan con un propósito o una funcionalidad. Determinadas emociones, como la ira, nos guían, propulsan o favorecen la realización de un conjunto de acciones que de otro modo no llevaríamos a cabo o lo haríamos como menos dinamismo, estusiamos y perseverancia.
  • Por último, en muchas ocasiones no podemos esconder nuestras emociones, estas se comunican a nuestro entorno. De modo que son fenómenos sociales que cumplen una función comunicativa.

Como mecanismo comunicativo, la emoción no solamente se dirige a los demás o a nuestro entorno. También nos proporciona información a nosotros mismos. Las emociones sirven de sistema de lectura de la situación actual para indicarnos cuán bien o mal están produciéndose los acontecimientos. La alegría no impulsa a continuar hacia la meta que nos hemos propuesto y hacia la inclusión social; en cambio, la aflicción no transmite un sentimiento de fracaso, de pérdida o de equivoco. Interpretamos nuestro entorno inmediato y futuro a la luz de las emociones que nos invaden; y, a partir de ello, seguimos con nuestros planes porque “sabemos” o “sentimos una saber” de que estamos en el buen camino, o por el contrario, modificamos nuestras decisiones porque “concluimos” a partir de las emociones que estamos en un callejón sin salida.

De este modo, se traza una relación entre motivación y emoción. Además, esta relación se extiende al vigor que las emociones aportan a nuestro comportamiento al movilizar recursos biológicos y psicológicos para alcanzar el logro o el fracaso. Nuestras emociones pueden fortificar nuestras intenciones y dotarlas de un impulso continuado. Pero también pueden conducirnos a un sentimiento de incapacidad adquirida que nos paraliza y nos conduce al abandono y a renunciar a cualquier acción o pretensión de mejora. Nuestra experiencia emocional nos lleva a concluir que no podemos hacer nada para cambiar la situación.

Llegados a este extremos, podemos preguntarnos si es posible hacer algo con nuestras emociones para que nos fortifiquen y nos favorezcan el logro de nuestros propósitos y nuestro bienestar, al tiempo que adquiramos la destreza de reducir al máximo el sentimiento de incapacidad adquirida. Para responder a ello, requerimos valorar, en una próxima entrada, cómo se originan las emociones.

 

Hasta luego y buena suerte.

 

Referencias

Texto: Johnmarshall Reeve, Understanging motivation and emotivo, McGraw-Hill

Fotografía: © Microsoft