Actividad física y salud: el conocimiento no es suficiente para garantizar un uso correcto

junio 12th, 2024

El boletín epidemiológico semanal que Santé Publique France publicó el 11de junio recoge un análisis del conocimiento y uso que hacen los adultos de las recomendaciones sobre actividad física (AF) y sedentarismo[1].

El estudio se basa en una muestra aleatoria de 4.571 adultos de 18 a 75 años, entrevistados por teléfono. Los datos se ponderaron para representar a la población francesa, y en los análisis se utilizaron pruebas estadísticas para identificar diferencias significativas y asociaciones entre variables.

Actividad física con dispnea

El estudio muestra que el 96,7% de los adultos conocen la recomendación de hacer al menos 30 minutos de actividad física al día para mantener una buena salud. Sin embargo, sólo el 21,6% sabía que esta actividad debía implicar disnea para ser eficaz. Este conocimiento es mayor entre los hombres (28,1%) que entre las mujeres (15,4%), y también es más frecuente entre los adultos jóvenes y los que tienen ingresos más elevados.

Pausas de sedentarismo

En cuanto al sedentarismo, el 93,9% de los adultos saben que deben hacer una pausa al menos cada dos horas cuando están sentados. Las respuestas indican que las mujeres, los adultos jóvenes y las personas con mayores niveles de ingresos y educación son más conscientes.

Percepciones y prácticas en discordia

A pesar del buen conocimiento de las recomendaciones, su aplicación sigue siendo insuficiente. Sólo una minoría alcanza realmente los niveles de actividad recomendados. Las percepciones también desempeñan un papel crucial: muchos adultos perciben que pasan demasiado tiempo sentados y creen que no pueden reducir este tiempo, sobre todo los que permanecen sentados más de tres horas al día.

Las condiciones sociodemográficas importan

Los análisis muestran variaciones significativas en función del sexo, la edad, el nivel de estudios, la situación laboral y los ingresos. La actividad física y el comportamiento sedentario están influidos por estos factores sociodemográficos, lo que subraya la importancia de las estrategias específicas para mejorar el cumplimiento de las recomendaciones.

Implicaciones y recomendaciones

El artículo subraya que el conocimiento de las recomendaciones por sí solo no basta para cambiar el comportamiento. Se necesitan intervenciones a varios niveles (individual, social, medioambiental y político) para promover eficazmente la actividad física y reducir el comportamiento sedentario. Los resultados sugieren la necesidad de mejorar la comunicación sobre la intensidad de la Actividad física y de fomentar entornos que faciliten la reducción del tiempo que se pasa sentado.

En conclusión, aunque la mayoría de los adultos conocen las recomendaciones básicas sobre actividad física y comportamiento sedentario, sigue siendo crucial reforzar la aplicación de estas recomendaciones mediante estrategias diversificadas y adaptadas a los distintos grupos demográficos.

Referencia

[1]       H. Escalon, C. Verdot, and A.-J. Serry, “Connaissance des recommandations sur l’activité physique et la sédentarité, comportements et perceptions : résultats du Baromètre de Santé publique France 2021,” Bull. Épidémiologique Hebd., no. 12, pp. 250–258, 2024, [Online]. Available: https://beh.santepubliquefrance.fr/beh/2024/12/2024_12_2.html.

Conjunto de elementos característicos del dolor

enero 5th, 2024

El dolor es una experiencia sensorial y emocional desagradable que puede ser causada por daño tisular real o potencial en el cuerpo. No obstante, tiene un valor evolutivo al ser un mecanismo de defensa natural con una función de alerta al organismo sobre posibles amenazas y estimula la acción para evitar o mitigar el daño.

A la hora de caracterizar la experiencia dolorosa pueden tomarse en consideración un conjunto de elementos que pasaremos a analizar seguidamente. Aquí no entraremos a analizar los mecanismos fisiopatológicos del dolor, ni tampoco los abordajes terapéuticos posibles. Dejaremos estos aspectos para otras entradas. En cambio, trataremos los siguientes puntos:

  • La intensidad del dolor
  • La localización del dolor
  • Los tipos de dolor
  • La descripción de la sensación dolorosa
  • Los factores desencadenantes del dolor
  • Los factores agravantes del dolor
  • Los factores aliviadores

Intensidad del dolor

Establecer la intensidad del dolor es un aspecto sumamente subjetivo y que está sujeto a la influencia del profesional según el modo en que se formule la anamnesis o entrevista médica.

Para tratar de objetivizar al máximo y poder establecer comparaciones temporales y, de este modo, evaluar la eficacia del tratamiento propuesto, se han establecido una serie de escalar que van desde una situación sin dolor hasta el máximo dolor insoportable.

Así, la intensidad se mide en una escala numérica, gráfica o verbal para cuantificar cuán fuerte es el dolor, con opciones que van desde “sin dolor” hasta “el peor dolor imaginable”.

La localización del dolor

La importancia de la localización del dolor se debe a que tiene implicaciones diagnósticas y puede ayudar a definir el enfoque terapéutico.

Las principales localizaciones del dolor pueden establecerse como sigue:

  • cefalea o dolor de cabeza
  • dolor en el pecho
  • dolor abdominal
  • dolor en las extremidades superiores y/o inferiores
  • dolor de espalda, que puede ir de cervical a dorsal
  • dolor en las articulaciones
  • dolo pélvico

Tipos de dolor

Pueden identificarse diferentes tipos de dolor con sus propias características:

  1. Dolor Agudo: surge de manera súbita y presenta generalmente un duración limitada en el tiempo. Suele corresponderse con un síntoma directo de una lesión, enfermedad o proceso inflamatorio. Es, pues, una señal de advertencia de que el cuerpo ha sufrido o está padeciendo algún daño. Ejemplos de este tipo de dolor serían el producido por una quemadura, un corte o una infección aguda. Puede tratarse sintomática o etimológicamente. Este último es necesario para erradicar la causa que ocasionó el dolor.
  2. Dolor Crónico: se presenta como el contrario del anterior, al caracterizarse por la persistencia en el tiempo, puesto que puede durar semanas, meses e, incluso, años. Suele tener como causa un proceso patológico que subyacente del que sería un síntoma, como en el caso de la artritis, o puede ser un trastorno por sí mismo, como la fibromialgia. Un rasgo de este tipo de dolor es que puede continuar a pesar de que haya desaparecido la causa que lo originó. En consecuencia, el tratamiento etiológico puede eliminar el dolor, unas veces, pero también puede persistir, en otras ocasiones.
  3. Dolor Neuropático: es una modalidad de dolor crónico ocasionado por un daño en el propio sistema nervioso. Se caracteriza como un dolor quemante o punzante. Ejemplos de este dolor serían la ciatica o el dolor asociado a la neuropatia diabética.
  4. Dolor Nociceptivo: Está motivado por la activación de nociceptores. Estos son receptores que se encargan de recoger información de los a daños tisulares. El dolor nociceptivo puede clasificarse como somático y como visceral. En el primer caso, se trata del dolor que se relaciona con la piel, músculos, huesos, articulaciones y es, generalmente, localizable y bien definido. En cambio, el dolor visceral se origina en los órganos internos y cavidades del cuerpo, a menudo se siente más difuso y suele ser difícil de localizar.
  5. Dolor Psicogénico: pese a que el paciente lo siente como un dolor físico, se trata de un dolor de origen psicológico. Puede ocasionarse como consecuencia de factores de estrés, de trastornos emocionales o psiquiátricos. La denominación de psicológico no debe llevar a considerarlo como fruto de la imaginación del pacientes. Se abordarse médicamente tanto en la exploración diagnóstica como en el tratamiento.
  6. Dolor Referido: Es el dolor percibido en una parte del cuerpo que no es su fuente real. Coloquialmente, podríamos decir que el dolor se extiende a un territorio donde no existe causa alguna que lo provoque. Un ataque cardíaco provoca a menudo dolor en el brazo izquierdo y en la mandíbula sin que pueda establecerse un foco de dolor en estas dos partes del cuerpo; el foco está en el musculo cardíaco.
  7. Dolor Fantasma: Este tipo de dolor se siente en un área del cuerpo que ha sido amputada. Es una sensación compleja que puede incluir dolor, así como la sensación de que la parte del cuerpo aún está presente.

La sensación dolorosa

El dolor puede manifestarse de diversas maneras y, en muchas ocasiones, cuenta con un alto componente subjetivo. La calidad de la sensación dolorosa puede proporcionar pistas importantes sobre su causa subyacente. Entre las sensaciones comunes asociadas al dolor pueden destacarse las siguientes:

  1. Punzante: Se siente como una aguja o un objeto afilado clavándose en la zona afectada. Es típico de heridas o lesiones con objetos punzantes y puede ser muy intenso y localizado.
  2. Quemante: Da la sensación de quemazón o calor intenso. Es común en lesiones nerviosas, como la neuralgia, y en ciertos tipos de lesiones cutáneas.
  3. Pulsante: Se siente como latidos o golpeteos rítmicos, a menudo asociados con dolores de cabeza, como la migraña, o con procesos inflamatorios.
  4. Sordo: Es un dolor menos intenso pero constante, a menudo descrito como molestia o pesadez. Es común en afecciones musculares y óseas crónicas.
  5. Lancinante: Se percibe como una descarga eléctrica o un rayo de dolor. Es característico de ciertas neuropatías, como la ciática.
  6. Opresivo: Sensación de presión o apretón, frecuente en el dolor torácico, como en el caso de la angina de pecho.
  7. Cólico: Es un dolor que viene en oleadas, aumentando y disminuyendo en intensidad. Típico de los dolores gastrointestinales o biliares.
  8. Tirante: Se siente como si los tejidos estuvieran siendo estirados o tensados. Común en lesiones de tejidos blandos, como distensiones musculares.
  9. Hormigueo o Ardiente: A menudo asociado con parestesias o neuropatías, donde hay una sensación de hormigueo o ardor en la piel.

Factores desencadenantes

Los factores desencadenantes están fuertemente asociados al tipo de dolor, su localización y la patología subyacente. Son muy variados, pero pueden presentarse del modo siguiente:

1. Físicos: dolor derivado de traumatismos, lesiones deportivas, accidentes, esfuerzos repetitivos y la postura inadecuada y prolongado o no . Estos factores pueden causar dolor musculoesquelético, como dolor de espalda, cuello o articulaciones.

2. Psicológicos: El estrés, la ansiedad y la depresión pueden influir en la percepción del dolor, llegando en algunos casos a comportarse como desencadenantes primarios del dolor. Adicionalmente pueden actuar como agravantes de un dolor motivado por otras causas. Existe una percepción anómala al dolor en ciertas personas, que les hace percibir como dolorosas determinadas situaciones que para otras personas no lo son en absoluto.

3. Enfermedades y Condiciones Médicas: Diversas enfermedades como la artritis, la fibromialgia, las migrañas, las infecciones, y enfermedades autoinmunes pueden ser causas subyacentes del dolor. En estos casos, el dolor es un síntoma de la condición médica en sí. La fibromialgia es una afección crónica que, entre otros síntomas, ocasiona dolor en todo el cuerpo. Además, las personas con fibromialgia pueden ser más sensibles al dolor que aquellas que no la tienen; siendo, pues, personas con percepción anormal del dolor.

4. Factores Ambientales y del Estilo de Vida: el frío o la humedad pueden exacerbar determinados tipos de dolor como el artrítico. Un estilo de vida sedentario, alimentación inadecuada o el tabaquismo también pueden contribuir al desarrollo o empeoramiento del dolor.

El consumo de tabaco está asociado con la enfermedad de Buerger. Se sospecha que los ingredientes del tabaco podrían irritar el revestimiento de los vasos sanguíneos y ocasionar una inflamación de los vasos sanguíneos. Ésta dificulta el flujo sanguíneo y favorece la formación de coágulos. Esto puede provocar daño en los tejidos y dolor, especialmente en las manos, las piernas, tobillos y pies.

5. Químicos y Medicamentosos: Algunas sustancias químicas y medicamentos pueden inducir dolor como efecto secundario. Por ejemplo, ciertos tratamientos de quimioterapia pueden causar neuropatía periférica dolorosa.

6. Neuropáticos: En algunos casos, el dolor se origina por un daño o una disfunción de los nervios, como en la neuropatía diabética o después de lesiones del nervio. En esta patologia, los pacientes sienten dolor, entumecimiento y/o hormigueo en manos y pies.

7. Hormonales y Metabólicos: Desequilibrios hormonales o trastornos metabólicos, como la diabetes, pueden influir en la percepción del dolor o causar condiciones que resultan en dolor. El dolor asociado a la neuropatia diabética es de tipo punzante, pero estos paciente presenta una reducción de la sensibilidad al dolor y pueden, incluso, no llegar a percibirlo.

8. Factores Genéticos: En algunas personas, la predisposición genética puede jugar un rol en la sensibilidad al dolor o en el desarrollo de ciertas condiciones dolorosas.

Es importante identificar correctamente la causa del dolor para poder realizar un tratamiento adecuado. En el campo de la medicina, se utilizan diversas técnicas de diagnóstico, como la historia clínica detallada, exámenes físicos, y pruebas de laboratorio o de imagen, para determinar la causa subyacente del dolor y así poder planificar el manejo más efectivo.

Factores agravantes del dolor

Una parte de los factores desencadenantes del dolor también intervienen como agravantes del mismo. Estarán asociados, de diferente modo, con las distintas características del dolor antes enumeradas. Entre los factores agravante, cabe destacar los siguientes:

1. Actividad Física o Esfuerzo: Movimientos específicos, posturas prolongadas o esfuerzos físicos pueden agravar el dolor, especialmente cuando el dolor está asociado a condiciones musculoesqueléticas, tales como la la lumbalgia. Esta enfermedad dificulta el movimiento y, por esta razón, afecta a las actividades básicas de la vida diaria y reduce la calidad de vida.

Pueden diferenciarse dos tipos de lumbalgia: por una parte, se sitúa la lumbalgia específica, donde el dolor está ocasionado por alguna enfermedad o problema estructural de la columna vertebral, o bien, dolor que irradia desde otra parte del cuerpo; y, por otra parte, en la lumbalgia inespecífica no se puede precisar una enfermedad concreta o una causa estructural para explicar el dolor. La mayoría de los casos (90%) se corresponde a una lumbalgia inespecífica.

2. Estrés y Factores Emocionales: El estrés, la ansiedad y otros estados emocionales negativos pueden aumentar la percepción del dolor y, de este modo, actuar como factores agravantes del dolor. La alteración del procesamiento de la experiencia dolorosa incrementa la intensidad del dolor.

3. Fatiga: La falta de sueño o el agotamiento general pueden hacer que el cuerpo sea más susceptible al dolor y menos capaz de manejarlo eficazmente.

Por una parte, la fatiga dificulta la tolerancia al dolor y aumenta la perceptibilidad de las experiencias dolorosas. La fatiga altera la actividad de los neurotransmisores que regulan el dolor, tales como la serotonina y la noradrenalina. El cansancio merca nuestra capacidad para hacer frente a estimulantes negativos y estresantes, como es el dolor.

Por otra parte, la fatiga reduce nuestra capacidad de concentración en otras tareas o actividades, y de este modo, aumenta la atención que prestamos al dolor y a otras sensaciones corporales. El dolor parece más intenso cuando estamos cansados. En estos casos, el reposo contribuye a aliviar parte del dolor.

Por último, la fatiga reduce nuestro nivel de actividad funcional y dejamos de realizar actividades que pueden contribuir a reducir el dolor, como podría ser la fisioterapia o el ejercicio físico. El cansancio merma nuestra voluntad y motivación para el ejercicio y, en determinados casos, el dolor puede combatirse también con actividad física.

4. Factores Ambientales: los cambios ambientales, como el frío y la humedad, contribuyen a aumentar la intensidad en determinados tipos de sensaciones dolorosas. Así, por ejemplo,

  • los cambios de temperatura: el frío exacerba el dolor en personas con artritis y fibromialgia; el calor contribuye a aliviar el dolor y la rigidez.
  • La humedad empeora el dolor asociado a afecciones inflamatorias como la artritis.
  • Los cambios en a presión atmosférica puede provocar dolores de cabeza.
  • La luz brillante provoca dolores adicionales en personas con migrañas y fotofobia.
  • El ruido puede desencadenar sensaciones de dolor de cabeza.
  • Los olores fuertes pueden ocasionar migrañas en personas sensibles.
  • El estrés agrava las sensaciones dolorosas en personas con dolor crónico.

5. Dieta y Hábitos de Vida: Algunos alimentos y bebidas pueden exacerbar ciertos tipos de dolor. Productos tóxicos, como el alcohol, la cafeína o el tabaco pueden aumentar la intensidad de los dolores de cabeza en algunas personas o, también, puede empeorar el dolor, especialmente el dolor crónico.

En cambio, los alimentos y el estilo de vida que contribuye a mejorar el sistema inmunitario y a reducir los procesos inflamatorios (especialmente, crónicos) contribuyen a reducir las sensaciones dolorosas y la intensidad de las mimas. Las endorfinas pueden inhibir las fibras nerviosas que transmiten el dolor. La actividad física regular contribuye a aumentar los niveles de endorfinas y se cree que provoca la liberación de la betaendorfina, la encefalina y la dinorfina.

La betaendorfina es un neuropéptido que se produce en el hipotálamo y la hipófisis, y se libera en respuesta al estrés, el dolor y el ejercicio físico. La betaendorfina y, también la encefalina, se unen a los receptores opioides en el cerebro y el sistema nervioso periférico y, de este modo, contribuyen a reducir la percepción del dolor, al mismo tiempo que producen una sensación de euforia y bienestar general.

A diferencia de la betaendorfina y la encefalina, la dinorfina se une a los receptores opioides kappa en el cerebro y el sistema nervioso periférico y, por ello, produce una sensación de disforia y puede aumentar la percepción del dolor, en lugar de reducirla como sucedía con los dos neuropéptidos anteriores.

6. Medicamentos: Algunos medicamentos pueden tener efectos secundarios que empeoran el dolor o interfieren con los medicamentos para el dolor, reduciendo su eficacia.

7. Condiciones Médicas Subyacentes:  la percepción del dolor puede incrementarse cuando se acompaña o se asocia a una patología médica subyacentes o a un trastorno fisiopatológico. Pero también existen enfermedades que presentan el dolor como uno de sus síntomas más significativos. Empecemos describiendo éstas y pasemos luego a las condiciones que alteran o modifican las sensaciones dolorosas- 

  • Enfermedades del sistema nervioso: Las enfermedades del sistema nervioso, como la esclerosis múltiple, la neuropatía diabética y la fibromialgia, pueden causar dolor generalizado o dolor en una zona específica del cuerpo.
  • Enfermedades del sistema musculoesquelético: Las enfermedades del sistema musculoesquelético, como la artritis, la osteoporosis y la tendinitis, pueden causar dolor en las articulaciones, los huesos, los músculos y los tendones.
  • Enfermedades del sistema digestivo: Las enfermedades del sistema digestivo, como la enfermedad de Crohn, la colitis ulcerosa y la pancreatitis, pueden causar dolor abdominal, náuseas, vómitos y diarrea.
  • Enfermedades del sistema cardiovascular: Las enfermedades del sistema cardiovascular, como el infarto de miocardio, el accidente cerebrovascular y la angina de pecho, pueden causar dolor en el pecho, la espalda y los brazos.
  • Enfermedades del sistema respiratorio: Las enfermedades del sistema respiratorio, como el asma, la bronquitis y la neumonía, pueden causar dolor en el pecho, la espalda y los pulmones.
  • Enfermedades del sistema genitourinario: Las enfermedades del sistema genitourinario, como la infección del tracto urinario, la prostatitis y la endometriosis, pueden causar dolor en la pelvis, el abdomen y la espalda.
  • Enfermedades oncológicas: El cáncer puede causar dolor en cualquier parte del cuerpo, dependiendo del tipo de cáncer y la ubicación del tumor.

Las condiciones médicas subyacentes pueden agravar el dolor de varias maneras, como, por ejemplo: 

  • Incrementar la sensibilidad al dolor: Algunas condiciones médicas pueden hacer que los nervios sean más sensibles al dolor. Esto puede hacer que el dolor sea más intenso y difícil de controlar.
  • Dificultar el tratamiento del dolor: Algunas condiciones médicas pueden dificultar el tratamiento del dolor. Por ejemplo, las personas con enfermedades renales o hepáticas pueden tener más dificultad para metabolizar los medicamentos para el dolor.
  • Provocar complicaciones adicionales: El dolor puede provocar complicaciones adicionales en personas con condiciones médicas subyacentes. Por ejemplo, el dolor puede dificultar la movilidad, lo que puede aumentar el riesgo de caídas y lesiones.

8. Desequilibrios Hormonales: Cambios hormonales, como los que ocurren durante el ciclo menstrual en mujeres, pueden afectar la percepción del dolor.

Dismenorrea: el mejor ejemplo de la relación entre los cambios hormonales y el dolor es la dismenorrea. Se trata del dolor menstrual intenso y, a menudo, debilitante que algunas mujeres experimentan durante su período menstrual. Puede requerir tratamiento y llegar a alterar las actividades básicas de la vida diaria. 

El dolor experimentado durante la dismenorrea puede variar en términos de intensidad y duración, pero suele ser similar en muchas mujeres, de modo que algunas características comunes serían: 

  • Localización: El dolor se localiza en la parte inferior del abdomen, hipogastrio, y a menudo irradia hacia la parte baja de la espalda o los muslos.
  • Inicio: Por lo general, el dolor comienza antes o al comienzo del período menstrual y puede durar de uno a tres días, aunque puede variar en duración.
  • Naturaleza del Dolor: El dolor a menudo se describe como cólico o tipo calambre. Puede ser agudo o sordo, y algunas mujeres lo describen como punzante.
  • Acompañamiento de Síntomas: El dolor menstrual a veces se acompaña de otros síntomas como náuseas, vómitos, diarrea, fatiga y dolor de cabeza.
  • Disminución con el Tiempo: En el caso de la dismenorrea primaria, el dolor tiende a mejorar con la edad o después del parto.

Etiológicamente, la dismenorrea puede ser primaria o secundaria (cuando derivan de otros procesos) según los diferentes mecanismos fisiopatológicos: Por una parte, una Dismenorrea Primaria puede deberse a:

  • Contracciones Uterinas: se cree que las contracciones uterinas excesivas desempeñan un papel clave en las dismenorreas primarias. Durante la menstruación, el útero se contrae para ayudar a expulsar el revestimiento uterino (endometrio) que se ha acumulado en el ciclo menstrual anterior. En las mujeres con dismenorrea primaria, estas contracciones son más intensas y más prolongadas de lo normal. Las contracciones uterinas fuertes pueden comprimir los vasos sanguíneos en el útero, reduciendo así el flujo sanguíneo y provocando dolor.
  • Prostaglandinas: Las prostaglandinas son sustancias químicas que se liberan en el útero durante la menstruación y contribuyen al dolor menstrual. Estas sustancias pueden desencadenar contracciones uterinas más fuertes y aumentar la sensibilidad al dolor en el útero. Los AINEs (Antiinflamatorios no esteroides), como el ibuprofeno, bloquean las enzimas que producen las prostaglandinas y, de este modo, ayudan a combatir el dolor menstrual.

Por otra parte, una Dismenorrea Secundaria o derivada de unas condiciones subyacentes: En la dismenorrea secundaria, el dolor menstrual es causado por una condición médica subyacente, como la endometriosis, los fibromas uterinos o la enfermedad inflamatoria pélvica. Estas condiciones pueden causar dolor al afectar el tejido uterino o los órganos circundantes.

9. Uso Inadecuado de Mecanismos de Dolor: Dependiendo del dolor y su causa subyacente, ciertas formas de manejar el dolor (como la inactividad prolongada o el uso excesivo de ciertos tipos de medicación para el dolor) pueden empeorar el dolor a largo plazo. Veamos algunos ejemplos: 

  • Automedicación excesiva: Tomar analgésicos de manera excesiva puede tener efectos secundarios, como irritación gástrica o daño hepático, sin abordar la causa subyacente del dolor. Además, debe tenerse presente la noción de techo terapéutico: este concepto no quiere transmitir la idea de una dosis máxima diaria por encima de la cual no se consigue un mayor efecto analgésico; pero, en cambio, se pueden sufrir los efectos adversos de una excesiva ingesta de medicamentos. 
  • Lesiones autoinfligidas: Algunas personas pueden utilizar el mecanismo del dolor como una forma de lidiar con problemas emocionales o psicológicos, como la autolesión deliberada. En este caso, el dolor se convierte en una forma inapropiada de manejar el estrés, la ansiedad o la depresión.
  • Uso indebido de dispositivos de estimulación eléctrica: Algunas personas pueden intentar utilizar dispositivos de estimulación eléctrica, como TENS (neuroestimulación eléctrica transcutánea), de manera incorrecta o en exceso, lo que podría causar dolor o incomodidad en lugar de alivio.
  • Ejercicio excesivo o incorrecto: Realizar ejercicio en exceso o con una técnica incorrecta puede causar lesiones musculares y articulares, lo que lleva a un dolor crónico o agudo. A veces, las personas pueden ignorar las señales de advertencia del cuerpo y continuar ejercitándose, empeorando el dolor en lugar de aliviarlo.
  • Mala gestión del estrés: El estrés crónico puede desencadenar respuestas físicas, como la tensión muscular y el aumento de la sensibilidad al dolor. Las personas que no gestionan adecuadamente el estrés pueden experimentar dolor como resultado de esta tensión constante.

Es crucial para el manejo eficaz del dolor identificar no solo las causas subyacentes sino también los factores que lo agravan. Esto permite para minimizar estos factores, ya sea a través de cambios en el estilo de vida, ajustes en la medicación, o terapias complementarias.

Factores aliviadores del dolor

Al margen de los recursos terapéuticos que podemos utilizar en el tratamiento del dolor, existen una serie de factores que pueden contribuir a aliviar el dolor. Estos factores pueden ser de naturaleza emocional, psicológica, social o ambiental. 

  • Estrés y ansiedad: El estrés crónico y la ansiedad pueden aumentar la percepción del dolor y hacer que sea más difícil de manejar. Las personas que experimentan altos niveles de estrés y ansiedad pueden ser más sensibles al dolor. Combatirlos debe formar parte de una estrategia terapéutica de lucha contra el dolor. 
  • Depresión: La depresión puede estar relacionada con la experiencia del dolor crónico. El dolor y la depresión pueden interactuar de manera compleja, lo que hace que sea más difícil para la persona enfrentar y manejar el dolor.
  • Apoyo social: El apoyo de amigos y familiares puede desempeñar un papel importante en la forma en que alguien enfrenta el dolor. Tener un sistema de apoyo sólido puede mejorar la capacidad de una persona para sobrellevar el dolor.
  • Expectativas y creencias: Las creencias de una persona sobre el dolor y su capacidad para manejarlo pueden influir en su experiencia dolorosa. Las expectativas negativas o el miedo al dolor pueden aumentar la percepción del mismo; en cambio, unas expectativas positivas, pueden contribuir a aligerar la sensación y la carga que el dolor implica.
  • Ambiente físico: El entorno físico en el que una persona se encuentra puede influir en la percepción del dolor. Por ejemplo, estar en un lugar tranquilo y cómodo puede ayudar a reducir la percepción del dolor, mientras que un ambiente ruidoso o estresante puede empeorarla.
  • Cultura y educación: Las creencias y actitudes hacia el dolor pueden variar según la cultura y la educación de una persona. Esto puede influir en la forma en que alguien aborda y comunica su experiencia de dolor. Además, conocer cómo se produce el dolor, cuál es su mecanismo fisiopatológico, ayuda a mejorar la capacidad de enfrentamiento del dolor.
  • Efecto placebo: A veces, las personas pueden experimentar alivio del dolor simplemente porque creen que están recibiendo un tratamiento, incluso si el tratamiento en sí no tiene propiedades analgésicas. Esto se conoce como el efecto placebo.
  • Factores emocionales: Las emociones intensas, como la felicidad o la excitación, a veces pueden disminuir temporalmente la percepción del dolor, mientras que el enojo o la tristeza pueden aumentarla.
  • Expectativas culturales: Las expectativas culturales sobre el dolor y la tolerancia al mismo pueden influir en cómo una persona lidia con el dolor. Algunos contextos culturales pueden alentar la expresión abierta del dolor, mientras que otros pueden promover la resistencia silenciosa al mismo.

Es importante reconocer que el dolor es una experiencia subjetiva y compleja que puede estar influenciada por una amplia gama de factores, no todos relacionados directamente con recursos terapéuticos. Abordar estos factores externos y considerar la atención integral de la persona, incluyendo su bienestar emocional y social, puede ser esencial en el manejo efectivo del dolor. 

Dada la extensión de la temática, adjuntamos también un archivo disponible para su descarga.

Definición y características del dolor

octubre 31st, 2023

En 1979, la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP), definió el dolor como una experiencia sensorial y emocional desagradable relacionada con daño potencial o real de un tejido o descrita en términos de dicho daño. En cambio, con posterioridad, paso a definirlo como una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada o similar a la asociada con un daño tisular real o potencial y, otorgarle los siguientes rasgos[1][2].

Rasgos característicos del dolor

  • El dolor es siempre una experiencia personal que está influenciada en diversos grados por factores biológicos, psicológicos y sociales.
  • El dolor y la nocicepción son fenómenos diferentes. El dolor no se puede inferir exclusivamente de la actividad de las neuronas sensoriales.
  • Los individuos aprenden el concepto de dolor a través de sus experiencias vitales
  • Se debe respetar el relato de una persona sobre una experiencia como dolor.
  • Aunque el dolor suele cumplir una función adaptativa, puede tener efectos adversos sobre la función y el bienestar social y psicológico.
  • La descripción verbal es sólo una de varias conductas para expresar dolor; La incapacidad de comunicarse no niega la posibilidad de experimentar dolor.

Percepción del dolor y mantenimiento anómalo de la sensación de dolor

La percepción del dolor y los mecanismos que éste pone en marcha pueden ser entendidos como parte del sistema de defensa del individuo frente a las agresiones del medio. Una adecuada respuesta por parte del sistema nociceptivo a un estímulo potencialmente lesivo permite evitar daño al individuo y, por tanto, tiene un componente positivo para la supervivencia y confort del individuo: cuando tocamos una plancha caliente y retiramos la mano al percibir el dolor, evitamos la progresión de la quemadura. Así pues, el dolor percibido lo entendemos como una señal de alerta que permite poner en marcha respuestas protectoras[3].

Sin embargo, en ocasiones, experimentamos sensaciones anómalas, como el mantenimiento de un dolor durante más tiempo del esperado para la resolución del daño que lo causó, o cuando un estímulo doloroso es desproporcional al estímulo que lo está desencadenando, como la sensación de dolor por el roce de la ropa. En ambas circunstancias, el dolor deja de ser una respuesta protectora y positiva y pasa a convertirse en una patología que requiere un abordaje médico y su correspondiente tratamiento[3].

Componentes del dolor: sensorial, cognitivo y emotivo

La llegada de los estímulos a diferentes áreas corticales del Sistema Nervioso Central, a través del sistema aferente, produce tanto una respuesta refleja, como una sensación desagradable y, también, una respuesta emocional. De ahía que se distingan tres componentes en el dolor:

  • Componente sensorial-discriminativo: son las cualidades sensoriales del dolor, como su localización, calidad, intensidad y su características en el tiempo y en el espacio.
  • Componente cognitivo-evaluativo: es el análisis e interpretación del dolor de acuerdo con lo que se siente y puede ocurrir.
  • Componente afectivo-emocional: los dos componentes anteriores se acompañan de ansiedad, depresión, temor, angustia, etc.

Las experiencias dolorosas previas, los rasgos de la personalidad del individuo y los factores socio-culturales contribuyen a que los diferentes individuos presenten y relaten de manera diferente estos tres componentes.

Referencias

[1]        IASAP, “Pain.” https://www.iasp-pain.org/resources/terminology/#pain (accessed Oct. 27, 2023).

[2]        S. N. Raja et al., “The revised International Association for the Study of Pain definition of pain: concepts, challenges, and compromises,” Pain, vol. 161, no. 9, 2020, [Online]. Available: https://journals.lww.com/pain/fulltext/2020/09000/the_revised_international_association_for_the.6.aspx.

[3]        R. Carrillo Esper, Principios de anestelogía y algología para médicos en formación. México, D.F.: Editorial Alfil, 2013.

Elementos de la estrategia preventiva frente al SARS-CoV-2

mayo 11th, 2020

Lucas Coge (lucoge@kopher.es)

El camino para reducir las infecciones provocadas por el COVID-19, y la morbilidad y mortalidad asociadas, requiere estrategias médicas y no médicas.

Myron S. Cohen y Lawrence Corey publicaron el 8 de mayo una editorial en Science sobre la prevención combinada como mecanismo de lucha contra el SARS-CoV-2 (o Coronavirus-19). Sobre la base de una comparación de la lucha contra el VIH, en su opinión, la estrategia de prevención del Coronavirus-19 debe contar con tres pilares: las medidas individuales de higiene y distanciamiento social, los fármacos con capacidad de reducir la carga vírica y la vacunación masiva(1).

Dado el hecho de que la transmisión del SARS-CoV-2 se anticipa a la aparición de los síntomas y a la existencia de infectados asintomáticos, las estrategias de prevención biomédica y no médicas, que proporcionan una protección fiable, son esenciales.

Estrategías de prevención biomédicas

Más allá de una serie de principios generales aplicables a la población en general, las estrategias biomédicas deben especificarse por colectivos en función de su potencial de transmisión de la enfermedad y, sobre todo, en términos del riesgo individual de infección por SARS-CoV-2 y de la comorbilidad y mortalidad diferencial de la enfermedad a nivel individual.

Hasta la fecha, las pruebas diagnósticas de COVID-19 se han utilizado principalmente para el aislamiento del paciente, el rastreo de contactos y la cuarentena. Cuando dispongamos de terapias eficaces, será necesario realizar pruebas rápidas y confiables, con carácter universal, para proporcionar tratamiento adecuado.

En la esfera preventiva, también están presentes las indicaciones farmacológicas. Los agentes antivirales de acción prolongada y los anticuerpos monoclonales que neutralizan el SARS-CoV-2 pueden convertirse en herramientas farmacológicas importantes en las personas no vacunadas para la prevención. Los agentes antivirales que impiden la replicación del SARS-CoV-2 podrían utilizarse como profilaxis previa, peri-exposición o post-exposición. Varias combinaciones de anticuerpos monoclonales potentes diferentes diseñadas para tratar y prevenir el SARS-CoV-2 entrarán en ensayos clínicos en junio de 2020.

Sin lugar a dudas, un elemento crucial en la estrategia preventiva es el poder contar con una vacuna segura y eficaz. Los esfuerzos de vacunación, para obtener una vacuna, comenzaron inmediatamente después del descubrimiento del SARS-CoV-2.

Se han identificado numerosos candidatos a vacunas y se están llevando a la fase temprana los estudios de vacunas de varios de ellos. La prueba de eficacia de la vacuna requerirá grandes ensayos con 6.000 a 12.000 participantes o más en cada estudio.

En la actualidad, no es posible predecir el tiempo de disponibilidad o el grado de eficacia de una vacuna SARS-CoV-2 con precisión, pero la mayoría de los ensayos en desarrollo están diseñados para demostrar una eficacia de prevención del 60 o 70%, no de una protección del 100%.

Dadas estas circunstancias, las medidas de higiene personal y de distanciamiento social, así como el uso de mascarillas, siguen siendo muy importantes en la prevención del contagio y diseminaciòn del Coronavirus-19.

Referencias

1.         Cohen MS, Corey L. Combination prevention for COVID-19. Science (80- ) [Internet]. 2020 May 8;368(6491):551 LP – 551. Available from: http://science.sciencemag.org/content/368/6491/551.abstract

Apoyo social percibido y bienestar del adolescentes (4)

agosto 3rd, 2016

Luca Coge

También contribuye al bienestar en la adolescencia el apoyo social percibido. La percepción subjetiva del adolescente respecto a la adecuación del soporte proporcionado por la red social: familia, amistades, de los iguales, y otros individuos del entorno. Utilizamos la expresión “apoyo social” para incluir el soporte familiar, el de los pares,…

El soporte o apoyo social se relaciona con un conjunto de informaciones que favorecen que la persona se sienta amada, apreciada, valorizada y perteneciente a un colectivo, a una red social. Presupone la presencia y disponibilidad de personas

  • con las que se puede confiar,
  • que se muestran preocupadas por el individuo (y, el individuo valoriza esta preocupación),
  • que valoran y demuestran aprecio.

Existen tres tipos de apoyo que una persona puede recibir de su entorno (Rodríguez, M.S.; Cohen 1998) :

  • soporte emocional: percibido como expresión de cariño, cuidado y preocupación
  • soporte instrumental: ayudas prácticas que pueden ser dadas por otras personas, y utilizadas por el individuo en cuestión
  • soporte informacional: nociones indispensables e información que permiten que el individuo puede guiar y orientar sus acciones en el momento de resolver problemas o tomar decisiones.

Estas tres dimensiones pueden encaminar la conducta del individuo en un sentido positivo, pero también en un sentido negativo (“malas compañías”, se diría de una manera cotidiana). En todo caso, son una base importante del reforzamiento de la conducta del individuo, otorgan sentido y valor social a la misma (sea ésta valorada positiva o negativamente por un tercero).

No obstante, la presencia de un apoyo social no es suficiente. Además, es necesario que el individuo perciba la existencia de dicho apoyo, lo reconozca y acepte, y lo incorpore.

Ilustración  Apoyo social – Individuo

Autoconcepto y bienestar (3)

julio 27th, 2016

Luca Coge

En la entrada anterior abordamos la cuestión de la resiliencia y su contribución al bienestar. En este caso, nos ocuparemos del autoconcepto y su relación con el bienestar del individuo, especialmente de los adolescentes.

El autoconcepto

El autoconcepto es un segundo factor intrapersonal positivo que contribuye al bienestar individual. Se define como el conjunto de percepciones que una persona mantiene sobre sí misma a partir de la valoración personal y de la evaluación de los otros individuos significativos. La percepción positiva de uno mismo se ha considerado que guarda una relación importante con el ajuste psicológico. En la adolescencia, se considera que un buen autoconcepto resulta esencial en el desarrollo mental saludable. Contribuye a reducir los síntomas de desajuste psicológico. Se considera que existe una importante correlación entre autoconcepto y el binomio bienestar psicológico y ajuste social.

El autoconcepto se construbye sobre la base de las percepciones del individuo sobre sí mismo. El individuo elabora estas percepciones sobre la base de sus experiencias con los demás y las atribuciones que el mismo hace sobre su propia conducta.

Ilustración 5 Autoconcepto

Los individuos efectúan una autoevaluación global sobre sí mismas, y también, de modo simultáneo, autoevaluaciones específicas, sobre dimensiones particulares. En este último sentido, el autoconcepto ha sido estudiado sobre dimensiones particulares.

Los diversos estudios han establecido que los adolescentes con un alto autoconcepto manifiestan

  • Pocas conductas agresivas, de burla o de abuso de los demás
  • Conductas sociales positivas más numerosas
  • Bajo nivel de desajuste emocional: son más estables y no se alteran fácilmente ante las demandas del entorno
  • Menor tendencia a la depresión y a la ansiedad
  • Menos propensos a sufrir trastornos en la conducta alimenticia
  • Manifiestas mayor satisfacción con la vida
  • Menores sentimientos de soledad
  • Mayor integración social
  • Perciben una mayor valoración de los demás sobre su persona
  • Mayor y mejor socialización en general y familiar
  • Mejor rendimiento académico

Algunos estudios obtienen resultados contradictorios (relación positiva con bajo y alto nivel de consumo de drogas, por ejemplo). No obstante, existe la opinión que se trata de relaciones estadísticas espúreas que reflejan el efecto de terceras variables no controladas estadísticamente (Fuentes, García, Gracia, & Marisol, 2011)

Referencias

Arantzazu Rodríguez-Fernández, Estibaliz Ramos-Díaz, Iker Ros, Arantza Fernández-Zabala, Lorena Revuelta. 2016. “Bienestar Subjetivo En La Adolescencia: El Papel de La Resiliencia, El Autoconcepto Y El Apoyo Social Percibido.” Suma Psicológica 23 (1): 60–69.

Fuentes, M., García, J. F., Gracia, E., & Marisol, L. (2011). Autoconcepto y ajuste psicosocial en la adolescencia. Psicothema, 23(1), 7-12.

Rodríguez, M.S.; Cohen, S. 1998. Social Support. Encyclopedia of Menthal Health. Nueva York: Acamedic Press.

Vivaldi, Flavia, and Enrique Barra. 2012. “Bienestar Psicológico, Apoyo Social Percibido Y Percepción de Salud En Adultos Mayores.” Terapía Psicológica 30 (2): 23–29.

Resiliencia y bienestar (2)

julio 26th, 2016

Luca Coge

En una entrada anterior nos ocupamos de describir el bienestar desde una perspectiva psicológica. Vimos que, entre los factores intervienen en ese desempeño y afectan al bienestar, se encontraban:

  1. La resiliencia
  2. El autoconcepto
  3. Apoyo social percibido

 

 

 

 

 

 

En estas líneas nos ocuparemos de la resiliencia y como ésta puede contribuir al bienestar, en general, e introduciremos algunos comentarios para el caso de los jóvenes.

La resiliencia

La resiliencia es entendida como un conjunto de cualidades personales positivas que mejoran la adaptación individual ante circunstancias adversas. Se focaliza  en las capacidades, valores y atributos positivos de los seres humanos. Supone, en cierto modo, entereza, entendida como valor y fortaleza de ánimo, actitud, disposición y temple. Éste es la fortaleza enérgica y valentía serena para afrontar las dificultades y los riesgos. La entereza es la capacidad para sobreponerse.

 

 

 

 

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Pero también supone salir fortalecido y en mejor posición y disposición que antes. El fortalecimiento se asocia con el vigor y éste con la eficacia en la ejecución de las acciones. La eficacia remite a alcanzar los objetivos planeados. En este sentido, la resiliencia se asocia con el mejoramiento de la persona (Ilustración 3).

En conjunto, la resiliencia es saber:

  • afrontar la adversidad de forma constructiva.
  • adaptarse con flexibilidad y
  • salir fortalecido del suceso traumático

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La resiliencia ofrece a las personas un mayor equilibrio emocional frente a las situaciones de estrés, permite manejar mejor la presión situacional. Da a la persona la percepción y la conciencia de un mayor control frente a los acontecimientos, reduce la percepción de la incertidumbre (que no del riesgo) y, por ello, otorga una mayor capacidad para afrontar retos.

La resiliencia está relacionada

  • positivamente con la satisfacción con la vida
  • Negativamente con las emociones desagradables y
  • Positivamente con las emociones agradables.

Ejerce un influjo positivo sobre el bienestar subjetivo.

En la adolescencia, la resiliencia implica superar los potenciales efectos negativos producidos por la exposición al riesgo mediante estrategias positivas de fortalecimiento y afrontamiento. Los jóvenes resilientes combinan ciertos aspectos individuales y sociales que les ayudan a superar los riesgos de esa etapa de transición.

En el Recuadro 1 se enumeran algunas características de los individuos resilientes. La práctica de éstas puede contribuir a mejorar la resiliencia.

Bienestar del adolescente (1)

julio 25th, 2016

Luca Coge

Un enfoque tradicional de la psicología se ha centrado en el estudio de los desajustes del desarrollo psicológico de los adolescentes. En cambio, un nuevo tipo de análisis tiene como preocupación fundamental estudiar los factores que promueven un desarrollo psicológico saludable durante la adolescencia. El tratamiento del bienestar de los adolescentes y, más específicamente, su relación con los factores personales, aporta elementos interesantes para abordar las resolución de conflictos, tensiones y encaminar el desarrollo personal de los mismos.

Publicaremos cuatro entradas sobre esta temática. Esta primera tratará la noción de bienestar; una segunda se dedicará a noción de resiliencia; la tercera al autoconcepto; y, la cuarta al soporte o apoyo social. Resiliencia, autoconcepto y apoyo social aporta elementos interesante para el abordaje de las relaciones interpersonales, en general, y, con los adolescentes en particular.

Bienestar y satisfacción con la vida

El tratamiento de la adolescencia ha evolucionado desde una preocupación centrada en los desajustes y conflictos hacia otra perspectiva más positiva, focalizada en la construcción del bienestar y el desarrollo personal del adolescente.

Estudio del bienestar

Por su parte, en el estudio psicológico del bienestar se distinguen dos tradiciones: la tradición hedónica y la tradición eudaimónica (1). La primera se centra en el bienestar subjetivo relacionado con la evaluación global que realiza el individuo de las situaciones tanto placenteras como de las que no lo son. Se relaciona con aspectos como la felicidad, la satisfacción vital y los afectos positivos. El estudio del bienestar se inscribe en el estudio del desarrollo saludable. El bienestar se entiende como satisfacción con la vida o felicidad. La felicidad incluye tres componentes:

  • Grado de alegría o afecto positivo
  • Nivel de satisfacción
  • Ausencia de afecto negativo.

La tradición eudaimónica estudia el bienestar psicológico considerando como indicador de un funcionamiento positivo del individuo que hace posible el desarrollo de las capacidades y el crecimiento personal del mismo. En este sentido, el bienestar psicológico incluye seis dimensiones

  • Autoaceptación: se corresponde a una evaluación positiva de uno mismo y de la propia vida pasada. Conlleva una lectura no ingenua y positiva de su propia experiencia vivencial
  • Crecimiento personal: otorga un sentimiento de crecimiento (mejora) continuo y de desarrollo como persona
  • Propósito en la vida: la creencia de que la propia vida tiene un propósito, un sentido y de que merece la pena ser vivida
  • Relaciones positivas con los otros: desarrollo y mantenimiento de relaciones de calidad y confianza con los otros
  • Dominio ambiental: capacidad para dirigir con eficacia la propia vida y el entorno para satisfacer necesidades, deseos y voluntades
  • Autonomía: autodeterminación personal

Ilustración 1 Dimensiones del bienestar psicológico

El bienestar subjetivo se define como una realidad que incluye aspectos de carácter cognitivo (satisfacción con la vida) y de carácter afectivo (respuestas emocionales).

 

 

 

La satisfacción con la vida se expresa en forma de juicio global que la persona realiza sobre su trayectoria vital. Los afectos positivos y negativos son factores que se experimentan de manera independiente. En consecuencia, en opinión de (2), el constructo de bienestar subjetivo posee una estructura tridimensional:

  • Satisfacción con la vida
  • Afecto positivo
  • Afecto negativo

En el adulto, el bienestar subjetivo se relaciona positivamente con el funcionamiento de la persona en diferentes dominios de la vida y sus predictores se vinculan con factores intrapersonales y, en menor grado, con factores contextuales.

Ilustración 2 Factores del desempeño personal en los diferentes dominios de la vida

Los factores que intervienen en ese desempeño y afectan al bienestar son:

  1. La resiliencia
  2. El autoconcepto
  3. Apoyo social percibido

 

 

 

Referencias

1.     Vivaldi F, Barra E. Bienestar psicológico, apoyo social percibido y percepción de salud en adultos mayores. Ter psicológica. 2012;30(2):23–9.

2.     Arantzazu Rodríguez-Fernández, Estibaliz Ramos-Díaz, Iker Ros, Arantza Fernández-Zabala LR. Bienestar subjetivo en la adolescencia: el papel de la resiliencia, el autoconcepto y el apoyo social percibido. Suma Psicológica. 2016;23(1):60–9.

Lenguaje e interacciones sociales

mayo 11th, 2015

Lucas Coge

Conflictos e interacciones

Muchas de nuestras situaciones conflictivas se dan en contextos en que están presentes, directa o indirectamente, otras personas. Aunque, en ocasiones, nos enfadamos con nosotros mismos, la mayor parte de las veces intervienen los otros en las situaciones de enfado. Bien las otras personas son los responsables de nuestros conflictos, al menos eso tendemos a pensar. También puede darse que las situaciones conflictivas surjan del “mero” contacto con los demás. Asimismo, en otros casos o en los anteriores, la resolución de los conflictos requiere o se ve facilitada por la intervenciones de los demás. Por consiguiente y por diferentes razones, el contacto con los demás y las interacciones sociales son una parte importante de nuestras situaciones conflictivas. Obviamente, los demás también contribuyen a nuestra alegría y felicidad, así como a resolver nuestros conflictos. En esta entrada quiero tratar algunos aspectos de la estrategia de los conflictos.

Estrategias de abordaje

Ante un mismo problema, nuestras estrategias genéricas de afrontamiento se pueden limitar a dos: atacar o huir, hacerle frente al problema o darle la espalda. De hecho, esto es lo que hacemos con muchos de los problemas y situaciones de nuestra vida cotidiana con independencia del nivel de gravedad de las mismas. En nuestras relaciones de pareja, en las relaciones de trabajo, con nuestros hijos, amigos o vecinos,… tendemos a abordar las cuestiones o simplemente no las abordamos en absoluto, a veces con la esperanza de que el mero paso del tiempo supondrá o aportará una situación. En cierto modo, aunque no siempre, este dejar actuar al tiempo, poner el tiempo entremedio, sería como huir, poner tierra de por medio.

Dejar pasar el tiempo como forma de huir

Sin embargo, existe el convencimiento en que no siempre dejar actuar al tiempo es una buena solución, incluso se piensa que no es una solución en absoluto, sino que más bien conduce a agravar la situación. Por ejemplo, en la educación de nuestro hijos abordar los pequeños problemas a tiempo permite también solucionar anticipadamente posible futuros problemas más graves. Resulta más fácil enseñar a una niña de 6 años buenas prácticas alimenticias que tratar de convencer a una adolecente con anorexia nerviosa que necesita alimentarse. Consiguientemente, parece desprenderse que es mejor abordar de frente los problemas que dejar que se pudran por el mero paso del tiempo.

Esta tendencia favorable al abordaje de los problemas conduce a la cuestión de qué podemos entender por un buen modo de enfrentarse a los problemas. Sobre la base de algunos ejemplos, podemos presentar qué sería un buen abordaje y qué, en muchos casos, seria inadecuado. Evidentemente, todos estaremos de acuerdo que un conflicto de pareja no se resuelve por medio de la violencia. Sea cual sea la naturaleza de ésta, no es en modo alguno un abordaje ni respetuoso con la dignidad de la persona ni fructífero a efectos de encontrar una buena solución. Enfrentarse a un problema de interacción social por medio de la violencia no es en absoluto un modo correcto de abordarlo. Es cierto que en algunos casos muy especialmente, tendríamos que reflexionar sobre las ventajas del uso de la violencia, pero estos escapan a las situaciones propias de nuestras vidas cotidianas.

Delegar en una tercera persona

Otro tipo de abordaje que se da en el caso de los conflicto puede ser recurrir a una tercera persona para que ésta asuma la resolución del problema. Es, por ejemplo, el caso de muchos niños que delegan en sus padres o en sus hermanos mayores. La intervención de un tercero puede suponer delegar enteramente en el mismo y, por tanto, desentenderse. Esto no parece una correcta actuación. Muchos son los que piensan que el primer paso para resolver un problema es asumirlo como propio, aceptar e interiorizar que la solución exige una actuación propia. Apelar a un tercero no sería una buena estrategia de afrontamiento.

Ilustración 1 Estrategias de abordaje de problemas

No obstante, en la apelación a un tercero también cabe incluir la intermediación. Pero es una situación bien distinta a delegar en un tercero. Aquí, se trata de la intervención de un intermediario que contribuye o ayuda a que las personas en conflicto encuentren, acepten y apliquen una solución. No es una delegación la tarea del intermediario, es como su nombre indica una intermediación, aproximar a las partes en la búsqueda y logro de una solución fructífera.

Hablar y escuchar

Nos queda pues la tercera estrategia posible: el abordaje directo y abierto con la otra persona de la situación conflictiva. Si se trata de problemas en una relación de pareja o con los hijos, el primer paso para encontrar una solución parece ser entablar una conversación, un diálogo en el que cada parte expone sus puntos de vista y escucha los de la otra parte. Se persigue buscar una solución por medio del uso del lenguaje. Hablar y escuchar es esencial en este tipo de abordaje; consiguientemente, el lenguaje juega un papel fundamental en la resolución de situaciones conflictivas en contextos de interacción social.

Evidentemente, si el manejo del lenguaje aparece como una pieza clave para un buen abordaje metodológico de los problemas y conflictos, es lógico que nos preguntemos qué relación existe entre el nivel de dominio lingüístico y las capacidades de afrontar problemas y conflictos. Podemos pensar que un buen nivel lingüístico equivale a que se privilegie el “hablar y escuchar” como estrategia de abordaje y se desechen todas las demás. Cabe pensar que la evitación o el uso de la violencia estarán más presente en aquellas personas con deficiencias en el manejo del lenguaje. ¿Corregir estas deficiencias nos conduce a reducir la frecuencia del uso la violencia?

Existen algunos ejemplos de violencia doméstica que darían claramente una respuesta negativa a esta cuestión. Pero esto no invalidad la importancia del dominio del lenguaje como herramienta básica para un abordaje no violento.

Trastornos de lenguajes y competencias sociales

En un trabajo publicado en 2015, Inmaculada Baixauli-Fortea, Belén Roselló-Miranda y Carla Colomer-Diago llevan a cabo una revisión bibliográfica de la relación entre trastornos de lenguaje y competencias sociales (1). En su trabajo, recogen algunas ideas interesantes para el abordaje no violento de los conflictos surgidos de la interacción social. A continuación vamos a comentar parte de sus argumentaciones.

Por una parte, siempre respecto a la situación de los niños sin trastornos específicos de lenguaje, los autores destacan que los niños con problemas específicos de lenguaje interactúan menos con otros niños y tiene mayor dificultad para participar en una interacción que ya se ha iniciado. Cuando participan, lo hacen de un modo muy limitado y pobre lingüísticamente hablando (uso de frases cortas o de monosílabos, por ejemplo). Manifiestan una preferencia por interactuar con adultos antes que con niños o semejantes. Este punto evidenciaría una situación de dependencia en el manejo de las interacciones sociales, de preferencia por estrategia de delegación.

Este tipo de situaciones pueden ser multifactoriales y responder a varias variables (introversión, carencia de otras habilidades pro-sociales,…) y no únicamente a trastornos en el lenguaje. Sin embargo, para Fujiki et al., los niños con este tipo de trastornos participaban menos en las actividades de interacción social propuestas y, al mismo tiempo, eran escasamente reclamados como interlocutores por los otros niños (2). En otro trabajo, se relacionaba a los niños con trastornos específicos con estados de inmadurez en el desarrollo de estrategias de negociación (3), entendidas como estrategias dirigidas a alcanzar determinados objetivos; y, una mayor propensión al desarrollo de estrategias inapropiadas de confrontación violenta o de evitación (4).

La resolución de conflictos exige implantar estrategias que comportan la utilización de recursos socio-emocionales e integrar la dimensión emocional del conflicto. En una simulación de situaciones cotidianas, Timler concluyó que los niños con trastornos lingüísticos seleccionaron un menor número de estrategias pro-sociales frente a los niños sin dichos trastornos. También, mostró la mayor tendencia a acudir a un adulto para resolver el conflicto (5).

Habilidades lingüísticas e inferencia emocional

La relación que pueda establecerse entre comprensión y habilidades lingüísticas e inferencia emocional es un aspecto clave a la hora de determinar las posibilidades de afrontar correctamente los conflictos. La regulación emocional es un proceso esencial en el desarrollo comunicativo y social (1). La regulación emocional supone también la capacidad de reconocer la conveniencia de expresar o no las emociones propias, de identificar y aflorar, evitar o canalizar las emociones ajenas. Estos aspectos conducen a decisiones que los individuos, enfrentados a un conflicto, deben tomar. Una vez decidido este punto, el discurso tomara determinada dirección y sus logros dependerán de las habilidades lingüísticas. Al mismo tiempo, estas habilidades son un aspecto esencial en la identificación de los estados emocionales propios y ajenos.

La población con trastornos lingüísticos muestra déficits en la manifestación apropiada de las emociones, la identificación de los sentimientos y percepciones de los demás y la conciencia de los propios estados emocionales (2). Una serie de estudios identificaron una asociación entre (in)competencia lingüística y problemas conductuales. Los niños con trastornos lingüísticos presentan un mayor riesgo de padecer ansiedad y depresión, experimentar experiencias de rechazo y exclusión, de desarrollar expectativas negativas e, incluso, un mayor riesgo de fobia social.

Por todo ello, las terapias de mejora de las habilidades lingüísticas dadas a niños propiciaron el desarrollo de nuevas estrategias adecuadas. No obstante, estas mejoras están condicionadas a la naturaleza de de los trastornos lingüísticos y cómo estos se articulan con las competencias sociales del individuo.

 

Referencias

  1. Baixauli-Fortea I, Roselló-Miranda B, Colomer-Diago C. Relaciones entre trastornos del lenguaje y competencia socioemocional. Rev Neurol. 2015;60(Supl 1):51–6.
  2. Fujiki M, Brinton B, Clarke D. Emotion regulation in children with specific language impairment. Lang Speech Hear Serv Sch 2002; 33: 102-11.
  3. Brinton B, Fujiki M, McKee L. The negotiation skills of children with specific language impairment. J Speech Lang Hear Res 1998; 41: 927-40. 
  4. Marton K, Abramoff B, Rosenzweig S. Social cognition and language in children with specific language impairment (SLI). J Commun Disord 2005; 38: 143-62.
  5. Timler GR. Social knowledge in children with language impairments: examination of strategies, predicted consequences, and goals in peer conflict situations. Clin Linguist Phon 2008; 22: 741-63.

 

 

Competencias sociales y estudios universitarios

julio 21st, 2014

Una parte importante del aprendizaje para el trabajo y para la vida social tiene lugar a partir de la observación de la realización de tareas o de las propias interacciones sociales. De hecho, una de las críticas más comunes a las instituciones de formación superior es, justamente, el haber descuidado ambos aspectos: el saber-hacer y las relaciones sociales; presentes, ambos, en el ejercicio profesional. Una situación que se ha ido modificando, especialmente a partir del diseño de la formación universitaria sobre la base de las competencias.

La incorporación de las competencias en el diseño curricular

En la actualidad, es mucho más frecuente encontrar diseños curriculares de los estudios universitarios con una mención expresa a las competencias implicadas, que el egresado tendrá al finalizar sus estudios. El mapa de competencias incluye también las de tipo social. Se consideran las relaciones interpersonales como una de las competencias necesarias para el trabajo y, de forma más específica, para el desarrollo de carreras frente a las demandas contemporáneas en los ambientes profesionales.

Las acciones encaminadas al desarrollo de las competencias propias a las relaciones interpersonales suelen consistir en un entrenamiento en la manejo de la coordinación de grupos, el liderazgo de equipos, el manejo del estrés y de los conflictos interpersonales, la organización de tareas, la resolución de problemas, la toma de decisiones, la negociación grupal y el fomento y gestión de la creatividad del grupo y de sus miembros.

Consecuencias positivas

El abordaje de las competencias sociales lleva implícito que éstas tienen una clara intencionalidad en la práctica, la búsqueda de consecuencias sociales positivas. Significa ello que las competencias sociales son importantes por los resultados que pueden procurar, sobre todo en términos sociales.

Pero, en el tratamiento de las competencias sociales no pueden dejarse de lado un conjunto de características intraindividuales. Se trata, aquí, del comportamiento agradable y cooperativo, la propensión a participar en actividades compartidas, el comportamiento verbal, la atención al contexto,…

Características de comportamiento

David A. Wetten y Kim S. Cameron distinguen características de comportamiento, no atribuibles a la personalidad, que resultan de interés en las interacciones sociales [1]. Son:

  1. la comunicación verbal: escuchar y hablar
  2. La gestión del tiempo y del estrés,
  3. La gestión de las decisiones,
  4. El reconocimiento, definición y solución de problemas,
  5. La motivación y la influencia sobre otras personas,
  6. Capacidad para delegar,
  7. Capacidad para establecer y articular metas,
  8. El autoconocimiento,
  9. La construcción de equipos y
  10. La gestión de conflictos

Este conjunto de habilidades son importantes, por ejemplo, en el desempeño de y en el seno de las instituciones y organizaciones, con inclusión de las empresas.

Cómo articular estos puntos en la trayectoria curricular es un auténtico reto, en parte porque se requiere de responsables académicos que se manejen correctamente con estas mismas características.

Luca Coge

 

Referencias

  1. Whetten, David A. & Cameron, Kim S., 2005, Desarrollo de habilidades directivas, México, Pearson Educación
  2. Tadeucci, Marilsa de Sá Rodrigues; de Araujo, Elvira Aparecida Simões & Ribeiro, Maria Júlia Ferreira Xavier, 2013, “Competencias sociales en el desarrollo de la Carrera”, Apuntes de Psicología, Vol. 31, nº 1, pp 93-99

 

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