Archive for the ‘Psicología’ Category

Apoyo social percibido y bienestar del adolescentes (4)

miércoles, agosto 3rd, 2016

Luca Coge

También contribuye al bienestar en la adolescencia el apoyo social percibido. La percepción subjetiva del adolescente respecto a la adecuación del soporte proporcionado por la red social: familia, amistades, de los iguales, y otros individuos del entorno. Utilizamos la expresión “apoyo social” para incluir el soporte familiar, el de los pares,…

El soporte o apoyo social se relaciona con un conjunto de informaciones que favorecen que la persona se sienta amada, apreciada, valorizada y perteneciente a un colectivo, a una red social. Presupone la presencia y disponibilidad de personas

  • con las que se puede confiar,
  • que se muestran preocupadas por el individuo (y, el individuo valoriza esta preocupación),
  • que valoran y demuestran aprecio.

Existen tres tipos de apoyo que una persona puede recibir de su entorno (Rodríguez, M.S.; Cohen 1998) :

  • soporte emocional: percibido como expresión de cariño, cuidado y preocupación
  • soporte instrumental: ayudas prácticas que pueden ser dadas por otras personas, y utilizadas por el individuo en cuestión
  • soporte informacional: nociones indispensables e información que permiten que el individuo puede guiar y orientar sus acciones en el momento de resolver problemas o tomar decisiones.

Estas tres dimensiones pueden encaminar la conducta del individuo en un sentido positivo, pero también en un sentido negativo (“malas compañías”, se diría de una manera cotidiana). En todo caso, son una base importante del reforzamiento de la conducta del individuo, otorgan sentido y valor social a la misma (sea ésta valorada positiva o negativamente por un tercero).

No obstante, la presencia de un apoyo social no es suficiente. Además, es necesario que el individuo perciba la existencia de dicho apoyo, lo reconozca y acepte, y lo incorpore.

Ilustración  Apoyo social – Individuo

Autoconcepto y bienestar (3)

miércoles, julio 27th, 2016

Luca Coge

En la entrada anterior abordamos la cuestión de la resiliencia y su contribución al bienestar. En este caso, nos ocuparemos del autoconcepto y su relación con el bienestar del individuo, especialmente de los adolescentes.

El autoconcepto

El autoconcepto es un segundo factor intrapersonal positivo que contribuye al bienestar individual. Se define como el conjunto de percepciones que una persona mantiene sobre sí misma a partir de la valoración personal y de la evaluación de los otros individuos significativos. La percepción positiva de uno mismo se ha considerado que guarda una relación importante con el ajuste psicológico. En la adolescencia, se considera que un buen autoconcepto resulta esencial en el desarrollo mental saludable. Contribuye a reducir los síntomas de desajuste psicológico. Se considera que existe una importante correlación entre autoconcepto y el binomio bienestar psicológico y ajuste social.

El autoconcepto se construbye sobre la base de las percepciones del individuo sobre sí mismo. El individuo elabora estas percepciones sobre la base de sus experiencias con los demás y las atribuciones que el mismo hace sobre su propia conducta.

Ilustración 5 Autoconcepto

Los individuos efectúan una autoevaluación global sobre sí mismas, y también, de modo simultáneo, autoevaluaciones específicas, sobre dimensiones particulares. En este último sentido, el autoconcepto ha sido estudiado sobre dimensiones particulares.

Los diversos estudios han establecido que los adolescentes con un alto autoconcepto manifiestan

  • Pocas conductas agresivas, de burla o de abuso de los demás
  • Conductas sociales positivas más numerosas
  • Bajo nivel de desajuste emocional: son más estables y no se alteran fácilmente ante las demandas del entorno
  • Menor tendencia a la depresión y a la ansiedad
  • Menos propensos a sufrir trastornos en la conducta alimenticia
  • Manifiestas mayor satisfacción con la vida
  • Menores sentimientos de soledad
  • Mayor integración social
  • Perciben una mayor valoración de los demás sobre su persona
  • Mayor y mejor socialización en general y familiar
  • Mejor rendimiento académico

Algunos estudios obtienen resultados contradictorios (relación positiva con bajo y alto nivel de consumo de drogas, por ejemplo). No obstante, existe la opinión que se trata de relaciones estadísticas espúreas que reflejan el efecto de terceras variables no controladas estadísticamente (Fuentes, García, Gracia, & Marisol, 2011)

Referencias

Arantzazu Rodríguez-Fernández, Estibaliz Ramos-Díaz, Iker Ros, Arantza Fernández-Zabala, Lorena Revuelta. 2016. “Bienestar Subjetivo En La Adolescencia: El Papel de La Resiliencia, El Autoconcepto Y El Apoyo Social Percibido.” Suma Psicológica 23 (1): 60–69.

Fuentes, M., García, J. F., Gracia, E., & Marisol, L. (2011). Autoconcepto y ajuste psicosocial en la adolescencia. Psicothema, 23(1), 7-12.

Rodríguez, M.S.; Cohen, S. 1998. Social Support. Encyclopedia of Menthal Health. Nueva York: Acamedic Press.

Vivaldi, Flavia, and Enrique Barra. 2012. “Bienestar Psicológico, Apoyo Social Percibido Y Percepción de Salud En Adultos Mayores.” Terapía Psicológica 30 (2): 23–29.

Resiliencia y bienestar (2)

martes, julio 26th, 2016

Luca Coge

En una entrada anterior nos ocupamos de describir el bienestar desde una perspectiva psicológica. Vimos que, entre los factores intervienen en ese desempeño y afectan al bienestar, se encontraban:

  1. La resiliencia
  2. El autoconcepto
  3. Apoyo social percibido

 

 

 

 

 

 

En estas líneas nos ocuparemos de la resiliencia y como ésta puede contribuir al bienestar, en general, e introduciremos algunos comentarios para el caso de los jóvenes.

La resiliencia

La resiliencia es entendida como un conjunto de cualidades personales positivas que mejoran la adaptación individual ante circunstancias adversas. Se focaliza  en las capacidades, valores y atributos positivos de los seres humanos. Supone, en cierto modo, entereza, entendida como valor y fortaleza de ánimo, actitud, disposición y temple. Éste es la fortaleza enérgica y valentía serena para afrontar las dificultades y los riesgos. La entereza es la capacidad para sobreponerse.

 

 

 

 

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Pero también supone salir fortalecido y en mejor posición y disposición que antes. El fortalecimiento se asocia con el vigor y éste con la eficacia en la ejecución de las acciones. La eficacia remite a alcanzar los objetivos planeados. En este sentido, la resiliencia se asocia con el mejoramiento de la persona (Ilustración 3).

En conjunto, la resiliencia es saber:

  • afrontar la adversidad de forma constructiva.
  • adaptarse con flexibilidad y
  • salir fortalecido del suceso traumático

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La resiliencia ofrece a las personas un mayor equilibrio emocional frente a las situaciones de estrés, permite manejar mejor la presión situacional. Da a la persona la percepción y la conciencia de un mayor control frente a los acontecimientos, reduce la percepción de la incertidumbre (que no del riesgo) y, por ello, otorga una mayor capacidad para afrontar retos.

La resiliencia está relacionada

  • positivamente con la satisfacción con la vida
  • Negativamente con las emociones desagradables y
  • Positivamente con las emociones agradables.

Ejerce un influjo positivo sobre el bienestar subjetivo.

En la adolescencia, la resiliencia implica superar los potenciales efectos negativos producidos por la exposición al riesgo mediante estrategias positivas de fortalecimiento y afrontamiento. Los jóvenes resilientes combinan ciertos aspectos individuales y sociales que les ayudan a superar los riesgos de esa etapa de transición.

En el Recuadro 1 se enumeran algunas características de los individuos resilientes. La práctica de éstas puede contribuir a mejorar la resiliencia.

Bienestar del adolescente (1)

lunes, julio 25th, 2016

Luca Coge

Un enfoque tradicional de la psicología se ha centrado en el estudio de los desajustes del desarrollo psicológico de los adolescentes. En cambio, un nuevo tipo de análisis tiene como preocupación fundamental estudiar los factores que promueven un desarrollo psicológico saludable durante la adolescencia. El tratamiento del bienestar de los adolescentes y, más específicamente, su relación con los factores personales, aporta elementos interesantes para abordar las resolución de conflictos, tensiones y encaminar el desarrollo personal de los mismos.

Publicaremos cuatro entradas sobre esta temática. Esta primera tratará la noción de bienestar; una segunda se dedicará a noción de resiliencia; la tercera al autoconcepto; y, la cuarta al soporte o apoyo social. Resiliencia, autoconcepto y apoyo social aporta elementos interesante para el abordaje de las relaciones interpersonales, en general, y, con los adolescentes en particular.

Bienestar y satisfacción con la vida

El tratamiento de la adolescencia ha evolucionado desde una preocupación centrada en los desajustes y conflictos hacia otra perspectiva más positiva, focalizada en la construcción del bienestar y el desarrollo personal del adolescente.

Estudio del bienestar

Por su parte, en el estudio psicológico del bienestar se distinguen dos tradiciones: la tradición hedónica y la tradición eudaimónica (1). La primera se centra en el bienestar subjetivo relacionado con la evaluación global que realiza el individuo de las situaciones tanto placenteras como de las que no lo son. Se relaciona con aspectos como la felicidad, la satisfacción vital y los afectos positivos. El estudio del bienestar se inscribe en el estudio del desarrollo saludable. El bienestar se entiende como satisfacción con la vida o felicidad. La felicidad incluye tres componentes:

  • Grado de alegría o afecto positivo
  • Nivel de satisfacción
  • Ausencia de afecto negativo.

La tradición eudaimónica estudia el bienestar psicológico considerando como indicador de un funcionamiento positivo del individuo que hace posible el desarrollo de las capacidades y el crecimiento personal del mismo. En este sentido, el bienestar psicológico incluye seis dimensiones

  • Autoaceptación: se corresponde a una evaluación positiva de uno mismo y de la propia vida pasada. Conlleva una lectura no ingenua y positiva de su propia experiencia vivencial
  • Crecimiento personal: otorga un sentimiento de crecimiento (mejora) continuo y de desarrollo como persona
  • Propósito en la vida: la creencia de que la propia vida tiene un propósito, un sentido y de que merece la pena ser vivida
  • Relaciones positivas con los otros: desarrollo y mantenimiento de relaciones de calidad y confianza con los otros
  • Dominio ambiental: capacidad para dirigir con eficacia la propia vida y el entorno para satisfacer necesidades, deseos y voluntades
  • Autonomía: autodeterminación personal

Ilustración 1 Dimensiones del bienestar psicológico

El bienestar subjetivo se define como una realidad que incluye aspectos de carácter cognitivo (satisfacción con la vida) y de carácter afectivo (respuestas emocionales).

 

 

 

La satisfacción con la vida se expresa en forma de juicio global que la persona realiza sobre su trayectoria vital. Los afectos positivos y negativos son factores que se experimentan de manera independiente. En consecuencia, en opinión de (2), el constructo de bienestar subjetivo posee una estructura tridimensional:

  • Satisfacción con la vida
  • Afecto positivo
  • Afecto negativo

En el adulto, el bienestar subjetivo se relaciona positivamente con el funcionamiento de la persona en diferentes dominios de la vida y sus predictores se vinculan con factores intrapersonales y, en menor grado, con factores contextuales.

Ilustración 2 Factores del desempeño personal en los diferentes dominios de la vida

Los factores que intervienen en ese desempeño y afectan al bienestar son:

  1. La resiliencia
  2. El autoconcepto
  3. Apoyo social percibido

 

 

 

Referencias

1.     Vivaldi F, Barra E. Bienestar psicológico, apoyo social percibido y percepción de salud en adultos mayores. Ter psicológica. 2012;30(2):23–9.

2.     Arantzazu Rodríguez-Fernández, Estibaliz Ramos-Díaz, Iker Ros, Arantza Fernández-Zabala LR. Bienestar subjetivo en la adolescencia: el papel de la resiliencia, el autoconcepto y el apoyo social percibido. Suma Psicológica. 2016;23(1):60–9.

Reserva cognitiva

jueves, abril 24th, 2014

La reserva cognitiva es un constructo neuropsicológico que se refiere a la habilidad de tolerar los cambios en las estructuras cerebrales relacionados con la edad o una patología dada. Esta “habilidad” permitiría al cerebro de alguno modo compensar las consecuencias de una patología dada (Alzheimer, demencia senil,…), sin llegar a presentar los síntomas clínicos correspondientes a la enfermedad o a la edad.

Un símil en modo alguno correcto consistiría en decir que podemos tener los genes correspondientes a una enfermedad dada, pero que dado nuestro estilo de vida nunca llegaremos a padecer dicha patología. Sin embargo, aquí la diferencia es sustancial porque sí que se llegan a desarrollar los síntomas clínicos de la enfermedad, pero el paciente consigue compensarlos de modo que, de hecho, no llega a padecerlos. Algunos autores, como Yaakov Stern (2010), llegan a considerar que la reserva cognitiva parece ser un cambio en la estructura misma del cerebro y de sus forma de procesamiento de la información. Evidentemente la gran incógnita es cómo llegar el cerebro a tales resultados.

Para Xiangfei Meng y Carl D’Arcy (2012), la Reserva cognitiva (CR) explica por qué las personas con mayor coeficiente intelectual, educación o nivel ocupacional tienen un menor riesgo de desarrollar demencia, enfermedad de Alzheimer (EA) o la demencia vascular (DV). En su trabajo también postulan la hipótesis de que CR reduce la prevalencia e incidencia de la Enfermedad de Alzheimer (EA) o demencia vascular. Asimismo, plantean la hipótesis de que entre los que tienen una mayor reserva cognitiva inicial (en contraste con los que tienen menos reserva), la ulterior manifestación de los síntomas se acompaña de una mayor patología cerebral. La aparición de la enfermedad clínica provoca consiguientemente una disminución más rápida en la cognición, y un aumento de la mortalidad entre las personas con mayor reserva cognitiva inicial.

Parece ser que la progresión de la enfermedad sigue caminos patológicos y clínicos claramente separados según la Reserva cognitiva del individuo.

No obstante, podemos tener la duda de si existe algún eslabón en el razonamiento que no se ha tenido en cuenta y existe alguna evidencia que no se ha tenido en cuenta o no se consigue interpretar correctamente. En este caso, la reserva cognitiva sería una explicación ad hoc para salir del paso para justificar una inconsistencia entre las teorías y explicaciones al uso y la evidencia empírica. En todo caso, las investigaciones futuras permitirán resolver esta cuestión.

L. Coge

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Fuentes:

Xiangfei Meng & Carl D’Arcy (2012), Education and Dementia in the Context of the Cognitive Reserve Hypothesis: A Systematic Review with Meta-Analyses and Qualitative Analyses, PLoS ONE, Vol 7 Issue 6, 1-16 Published: June 04, 2012DOI: 10.1371/journal.pone.0038268

Yaakov Stern (2010), Cognitive Reserve, Neuropsychologia. Aug 2009; 47(10): 2015–2028. Published online Mar 13, 2009. doi: 10.1016/j.neuropsychologia.2009.03.004, ; available in PMC Aug 1, 2010

 

(C) Imagen: Fotalia.com

Trastorno bipolar y genes

jueves, diciembre 13th, 2012

Lucas Coge

El trastorno bipolar es una afección en la cual las personas alternan períodos de euforia con otros de tristeza o melancolía; van de un estado de ánimo muy bueno o irritable a otro de depresión. Se mueven entre dos extremos o polos. Las “fluctuaciones en el estado de ánimo” entre manía y depresión pueden ser muy rápidas. La persona combina momentos de euforia con otros de tristeza, abatimiento o melancolía.

Como trastorno afecta tanto a hombres como a mujeres y, generalmente, empieza a manifestarse entre los 15 y 25 años. Cuenta con un componente familiar confirmado por la práctica clínica, dada la elevada presencia del trastorno en pariente de personas que lo han padecido; y también, por el reciente estudio realizado por científicos del Instituto de Psiquiatría del King’s College de Londres.

Existen diferentes tipos de trastorno bipolar, con distintos niveles de gravedad:

1)      El trastorno bipolar tipo I: se reconocen porque las personas que han tenido al menos un episodio completo de manía con períodos de depresión grave.

La depresión mayor o verdadera depresión clínica es un trastorno del estado de ánimo en el cual los sentimientos de tristeza, pérdida, ira o frustración interfieren con la vida diaria durante semanas o por más tiempo. Anteriormente este trastorno bipolar tipo I se denominaba depresión maníaca.

2)      En cambio, las personas con trastorno bipolar tipo II nunca han experimentado un episodio maníaco completo. En lugar de esto, experimentan períodos de niveles elevados de energía e impulsividad que no son tan extremos como la manía, por ello se le conocen como hipomanía.

La diferencia entre la manía y la hipomanía puede encontrarse en que en este último caso, no se producen impedimentos graves en la vida cotidiana. La hipomanía se manifiesta tanto en actos como en pensamientos. Dichos períodos alternan con episodios de depresión.

3)      Una forma leve de trastorno bipolar llamado ciclotimia implica fluctuaciones en el estado de ánimo menos intensas. Las personas en este caso alternan entre hipomanía y depresión leve.

Es posible que las personas con trastorno bipolar tipo II o con ciclotimia reciban un diagnóstico equivocado de depresión.

Los síntomas del trastorno bipolar son variables y dependientes de la modalidad concreta. Las diferencias entre las distintas modalidades de trastorno bipolar suelen encontrarse en la intensidad de los síntomas. Así, podemos encontrarnos con una fase maníaca puede durar de días a meses y puede abarcar los siguientes síntomas:

  • Distraerse fácilmente
  • Poca necesidad de sueño
  • Deficiente capacidad de discernimiento
  • Control deficiente del temperamento
  • Comportamientos imprudentes y falta de autocontrol (excesos de comida, bebida y/o consumo de drogas; deficiente capacidad de discernimiento; sexo con muchas parejas (promiscuidad);
    • hacer gastos exagerados;
    • Estado de ánimo muy elevado; exceso de actividad (hiperactividad);
    • incremento de la energía; pensamientos apresurados;
    • hablar mucho;
    • autoestima muy elevada (creencias falsas acerca de sí mismo o de las habilidades)
    • Compromiso exagerado en actividades
    • Muy alterado (agitado o irritado)

La fase depresiva se puede caracterizar por una combinación de los siguientes síntomas:

  • Tristeza o estado de ánimo bajo diariamente
  • Dificultad para concentrarse, recordar o tomar decisiones
  • Problemas en la alimentación: pérdida del apetito y pérdida de peso; consumo exagerado de alimentos y aumento de peso
  • Fatiga o desgana
  • Sentimiento de minusvalía, desesperanza o culpa
  • Pérdida de interés en actividades que alguna vez disfrutaba
  • Pérdida de la autoestima
  • Pensamientos de muerte y suicidio
  • Dificultad para conciliar el sueño o dormir demasiado
  • Alejarse de los amigos o las actividades que disfrutaba

Es frecuente el abuso de alcohol u otras sustancias, lo cual agrava los síntomas e incrementa el riesgo, ya alto, de suicidio.

En ocasiones es posible reconocer un estado mixto de trastorno bipolar, caracterizado por la práctica simultaneidad de los síntomas maníacos y depresivos.

Genes del trastorno bipolar

Como hemos dicho existe un componente familiar y, por tanto, genético que la investigación médica se ha encargado de sacar a la luz.

El Instituto de Psiquiatría del King’s College de Londres ha realizado un estudio de replicación genética a gran escala del trastorno afectivo bipolar en el que incorporaron a 28.000 personas de 36 diferentes centros de investigación. Sus hallazgos proporcionan pruebas convincentes de que el locus del cromosoma 3p21.1 contiene un riesgo genético común para el trastorno bipolar, el gen PBRM1.

PBRM1, el gen estudiado por el King’s College de Londres, codifica la síntesis de una proteína que interviene en la remodelación de cromatina o «epigenética», lo que significa que influye en la capacidad de diversas exposiciones ambientales para influir en la expresión de una gama de genes. El término fue acuñado por C. H. Waddington en 1953 para referirse al estudio de las interacciones entre genes y ambiente que se producen en los organismos.

Los investigadores de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de Estados Unidos ya habían identificado una variante genética en el cromosoma 3p21.1 que influye en el riesgo de desarrollar trastornos graves del estado de ánimo, incluyendo el trastorno bipolar y el trastorno depresivo mayor.

Ahora la investigación del King’s College London se establece una diferencia entre el riesgo hereditario de padecer esquizofrenia o trastorno bipolar, aunque serán necesarios nuevos estudios que confirmen estas diferencias.

 

Referencias

E. Vassos et al. (2012): Replication Study and Meta-Analysis in European Samples Supports Association of the 3p21.1 Locus with Bipolar Disorder, Biological Psychiatry
Volume 72, Issue 8 , Pages 645-650,

Esquema del cromosoma 3: Cromosoma 3 (humano)

Imágenes: © Microsoft

¿La primera impresión es lo que cuenta?

domingo, julio 1st, 2012

Vivimos rodeados de gente. Algunas personas las conocemos desde siempre, otras acabamos de encontrarlas o nos las han presentado hace nada. Pero en todos los casos, siempre nos formamos diferentes impresiones sobre todas estas personas. Construimos esas impresiones por lo que hemos oído acerca de una persona, por lo que otros nos han dicho o por nosotros mismos sin la ayuda aparente de nadie. En muchas ocasiones, cuando nos presentamos a alguien por primera vez, queremos dar una buena impresión pues, actuamos convencidos de que la primera impresión es importante.

Una impresión es una opinión, sentimiento, juicio que algo o alguien suscitan, sin que, muchas veces, se puedan justificar. Todos nos formamos impresiones de los demás. En este caso, llevamos a cabo un proceso mediante el cual inferimos una serie de características psicológicas a partir de la conducta y de otros atributos de la persona observada. Estas características se organizan en una impresión coherente. Pero en este proceso no llevamos a cabo una exploración en profundidad de la persona en cuestión, ni tampoco es frecuente que contrastemos nuestras inferencias con las de otras personas. De hecho, solemos construir nuestras impresiones de un modo rápido y a partir de un número reducido de elementos, que en ocasiones no tienen porque ser correctos.

Asch propuso en 1948 un modelo configurativo de formación de las primeras impresiones. En su opinión, al formar las primeras impresiones, captamos ciertos fragmentos de información, los rasgos centrales, que ejercen una influencia desproporcionada sobre la impresión final. Otros elementos de la información, los rasgos periféricos, contribuyen en un grado menor. Ambos se encuentran relativamente correlacionados entre sí y con otros rasgos, y en conjunto permiten construir la impresión íntegra que tenemos de una persona.

Pero los rasgos centrales juegan un papel determinante, no solamente por sí sólo, sino también porque ayudan a definir y conformar los restantes rasgos. Si al conocer a alguien, percibimos que es una persona fría (rasgo central), difícilmente, a medida que avance nuestra relación, le atribuiremos otros rasgos como afable, pues está en contradicción con el rasgo central. En cambio, nos será más fácil considerar que se trata de una persona insociable, por ser compatible con el rasgo central de frio.

Los críticos de Asch advierten que nada se dice acerca de cómo se determina que un rasgo es central o periférico. Este punto es importante, pues los centrales son muchos más inamovibles que los periféricos. Aunque ambos tienen una influencia desproporcionada sobre la configuración de las impresiones finales.

Además, a partir de una serie de experimentos, Asch mostró que los rasgos presentados en primer lugar influyen desproporcionadamente en la impresión final, de modo que una consideración favorable inicial hace más posible una impresión final igualmente favorable. De modo que el orden en el que se presenta la información acerca de una persona puede ejercer profundos efectos sobre la impresión ulterior. Esto es el efecto de primacía. Sin embargo, existe también el efecto de recencia o carácter de reciente según el cual la información recién presentada ejerce una influencia mucho mayor que la información previa.

La neutralidad, entendida como ausencia de información en un sentido u otro, hace que atribuyamos a los demás lo mejor y, con ello, nos formemos una impresión positiva. Si, por el contrario, disponemos de una información negativa, nuestra percepción subsiguiente toma un sesgo muy negativo y difícil de modificar, incluso con una gran dosis de información positiva ulterior. La negatividad se ve favorecida por la atracción que, en nosotros, ejerce la información extrema.

En todo caso, parece ser que establecemos por razones de simplicidad unos constructos personales como conjuntos dipolares. Estos constructos se desarrollan con el tiempo como formas adaptativas de percepción de las personas, lo que le otorga una resistencia en el tiempo. Además, pueden ser idiosincráticos y basados en experiencias personales.

Las impresiones de las personas se encuentran muy influenciadas por presunciones ampliamente compartidas acerca de las personalidades, las actitudes y las conductas de la gente basadas en las pertenencias a grupos, tales como el género, la nacionalidad, la clase social o, incluso, la profesión. Son los denominados estereotipos. La atribución a una categoría a alguien que acabamos de conocer es un elemento esencial de la conformación de una primera impresión. Toda la descripción que confeccionamos se muestra compatible con el estereotipo que utilizamos. Este juego de atribuciones nos puede llevar incluso a reconocer algunos rasgos en el individuo que confirman la asignación a dicha categoría. Es un caso más de una tendencia extendida entre las personas, que nos conduce a confirmar lo que ya sabemos, antes que a ampliar nuestra esfera de conocimientos.

Deberíamos ser conscientes de cómo formamos nuestras impresiones, no para renunciar a ellas, sino para que nos sean verdaderamente útiles.

 

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Referencias:

Michael Hogg & Graham Vaughan, Social Psychology, Pearson Eduction Limited

Imagen: © iStockphoto

 

 

 

Las emociones y sus dimensiones

domingo, noviembre 27th, 2011

Por Luca Coge

Una manera simple de presentar la emoción nos llevaría a decir que son experiencias psicobiológicas que intervienen en el modo de afrontamiento de ciertos estímulos internos o externos. De hecho, todos podemos reconocernos en la primera parte de la frase anterior. Todos tenemos el recuerdo de haber sentido o experimentado una emoción en distintos momentos. Aunque sentimientos y emoción no sea lo mismo, somos capaces de identificar aspectos psicológicos de una emoción (la tristeza) acompañados de manifestaciones biológicas (como las lágrimas, por ejemplo).

La segunda parte de la primera frase apunta a que las emociones desempeñan un papel, contribuyen en distinto grado a definir unas pautas de conducta ante diferentes entornos internos o externos. Son en este sentido protagonistas de nuestro comportamiento, intervienen en aspectos importantes del mismo y contribuyen a nuestra toma de decisiones. De hecho, durante los últimos años, se ha producido un auge de la consideración de la importancia de las emociones en nuestros actos. De ahí el auge del calificativo emocional: no existen solamente emociones, sino que las emociones están en todo, existe inteligencia emocional, comunicación emocional, enseñanza emocional,…

De hecho, la facilidad para reconocer las emociones se debe a su carácter multidimensional, a que presentan múltiples facetas. Las emociones incorporan experiencias subjetivas con manifestaciones fisiológicas o biológicas. Pero también, cuenta con una funcionalidad, un propósito, y una clara dimensión social.

  • El hecho que las emociones nos hagan sentir bien alegría o irritación, por ejemplo, muestra que cuentan con un contenido de sentimientos subjetivos.
  • Intuimos que alguien tiene emociones o se encuentra en determinado estado emocional porque observamos que está llorando o porque su cuerpo adquiere determinada postura para adaptarse a la situación. Esto es, reconocemos en las emociones un conjunto de reacciones biológicas. Si realizásemos un análisis clínico comprobaríamos la amplitud de estas reacciones fisiológicas, en términos hormonales, por ejemplo.
  • Asimismo, las emociones, al ser mecanismos de afrontamiento o participar de modo significativos en ello, cuentan con un propósito o una funcionalidad. Determinadas emociones, como la ira, nos guían, propulsan o favorecen la realización de un conjunto de acciones que de otro modo no llevaríamos a cabo o lo haríamos como menos dinamismo, estusiamos y perseverancia.
  • Por último, en muchas ocasiones no podemos esconder nuestras emociones, estas se comunican a nuestro entorno. De modo que son fenómenos sociales que cumplen una función comunicativa.

Como mecanismo comunicativo, la emoción no solamente se dirige a los demás o a nuestro entorno. También nos proporciona información a nosotros mismos. Las emociones sirven de sistema de lectura de la situación actual para indicarnos cuán bien o mal están produciéndose los acontecimientos. La alegría no impulsa a continuar hacia la meta que nos hemos propuesto y hacia la inclusión social; en cambio, la aflicción no transmite un sentimiento de fracaso, de pérdida o de equivoco. Interpretamos nuestro entorno inmediato y futuro a la luz de las emociones que nos invaden; y, a partir de ello, seguimos con nuestros planes porque “sabemos” o “sentimos una saber” de que estamos en el buen camino, o por el contrario, modificamos nuestras decisiones porque “concluimos” a partir de las emociones que estamos en un callejón sin salida.

De este modo, se traza una relación entre motivación y emoción. Además, esta relación se extiende al vigor que las emociones aportan a nuestro comportamiento al movilizar recursos biológicos y psicológicos para alcanzar el logro o el fracaso. Nuestras emociones pueden fortificar nuestras intenciones y dotarlas de un impulso continuado. Pero también pueden conducirnos a un sentimiento de incapacidad adquirida que nos paraliza y nos conduce al abandono y a renunciar a cualquier acción o pretensión de mejora. Nuestra experiencia emocional nos lleva a concluir que no podemos hacer nada para cambiar la situación.

Llegados a este extremos, podemos preguntarnos si es posible hacer algo con nuestras emociones para que nos fortifiquen y nos favorezcan el logro de nuestros propósitos y nuestro bienestar, al tiempo que adquiramos la destreza de reducir al máximo el sentimiento de incapacidad adquirida. Para responder a ello, requerimos valorar, en una próxima entrada, cómo se originan las emociones.

 

Hasta luego y buena suerte.

 

Referencias

Texto: Johnmarshall Reeve, Understanging motivation and emotivo, McGraw-Hill

Fotografía: © Microsoft

Comportamiento y atribuciones

domingo, octubre 30th, 2011

Por Luca Coge

En los seres humanos parece existir una tendencia innata a buscar un sentido al mundo que nos envuelve y, muy especialmente, al comportamiento de las personas que nos rodean. De hecho, atribuimos una serie de razones a dicho comportamiento y, estas atribuciones constituyen nuestra explicación del mismo.

La teoría de la atribución

La teoría de la atribución es un intento por exponer como construimos las explicaciones del comportamiento de los demás. En esencia, nuestras explicaciones se apoyan bien en factores internos o en circunstancias externas. En el primer caso, se establece una atribución disposicional y, en el segundo, una atribución situacional.

La atribución disposicional consiste en imputar el comportamiento a la disposición y a las características personales, tales como la motivación, la capacidad,…; mientras que la atribución situacional lleva a achacar el comportamiento al entorno físico o social. Parece que nos gusta pensar que alguien hace algo bien porque él es así o porque las circunstancias lo hay llevado a comportarse de tal modo.

Disposición y situación en la explicación del comportamiento

 

 

Interrelaciones entre disposición y situación

No obstante no deberíamos olvidar que, en ocasiones, las circunstancias externas o exógenas ocasionan cambios internos o endógenos. Como tampoco hay que descartar nuestra capacidad para, en determinadas circunstancias, adecuar el entorno que nos rodea a nuestra propia personalidad, por ejemplo en la selección de nuestras amistades o ambientes que frecuentamos.


A pesar de esto, solemos centrar nuestra atención en los factores disposicionales. Convenimos en pensar, de un modo a veces rápido, que una persona se comporta de determinada manera por sus rasgos personales.

De los actos a la personalidad para explicar la conducta a partir de la personalidad

El paso siguiente consiste en inferir que las intenciones y la disposición de los propios actos. Esto puede resultarnos llamativo, pero de acuerdo con la teoría de la inferencia de Jones y Davis, nosotros construimos la imagen de cómo son los demás a partir de la información que recogemos de la observación de su comportamiento.

Este tipo de razonamiento encierra dos elementos de sumo interés. El primero es una especie de circularidad disposicional que puede resultar dañina para nuestra búsqueda de comprensión del comportamiento de los demás. Observamos cómo se comporta la gente que nos rodea habitualmente o que acabamos de conocer. A partir de estas observaciones construimos cómo es su personalidad; y, más tarde, utilizaremos estos rasgos de su personalidad para explicar su comportamiento: observo tu comportamiento para determinar tu personalidad y, luego, gracias a tu personalidad explico tu comportamiento.

Con todo, puede suceder que estemos muy satisfechos porque conseguimos explicarnos “perfectamente” el comportamiento de los demás, pero el precio puede ser que nos equivoquemos. Unos equívocos de los cuales no nos damos cuenta porque caemos en una especie de trampa del sentido común.

Pero también al construir los rasgos de la personalidad a partir del comportamiento observado, no olvidamos del papel que en este puede estar jugando las circunstancias o el entorno. Pensamos que las conductas observadas son el resultado de la libre elección de las personas y que no existe imposición exterior alguna.

Preferimos las explicaciones simples y rápidas

Además, pensamos que detrás de la conducta observada existe una única causa, a lo sumo dos. Y, cuando las tenemos, dejamos de buscar otras explicaciones posibles. De hecho, puede suceder que un comportamiento resulte de un puñado de razones. Pero nuestra satisfacción al tener una explicación no impide buscar más. Nuestro grado de tranquilidad es mayor, pues suponemos que esos rasgos de la personalidad que explican el comportamiento son permanentes.

Asimismo, de acuerdo con Jones y Davis, nuestra observación de los demás suelen focalizarse en aquello que se aparta del comportamiento común, centramos nuestra atención en lo que es llamativo y específico, en definitiva en aquello que puede individualizar a la persona que observamos, sobre todo si el comportamiento se aparta de lo que consideramos común.

No tomar en cuenta la situación conduce a lo que la psicología social denomina el error de atribución fundamental. Algunos psicólogos piensan que la atribución es útil para nuestros intereses, al tiempo que es eficiente. Atribuir el comportamiento de los demás a factores internos en lugar de a elementos situacionales nos exigen menos tiempo y recursos.

Actores y observadores

Sin embargo, cuando analizamos nuestro propio comportamiento, tendemos a atribuir un mayor papel a la situación; mientras que cuando explicamos la conducta que observamos en otros, la balanza se inclina del lado de sus factores internos. Esta asimetría puede explicarse porque cuando nos convertimos en actores somos más conscientes de las restricciones a las que estamos sometidos.

Es más, a medida que transcurre el tiempo estamos tentados de modificar o simplemente cambiamos nuestra explicación del comportamiento. Cuando analizamos el comportamiento de la gente, la primera explicación que ofrecemos se basa en las características internas. Transcurrido el tiempo, tendemos a dar mayor importancia a las circunstancias situacionales.

Personalidad y situación en las clases sociales

La autoconsciencia que puede llevarnos a dar más importancia a nosotros mismos que a la situación, no interviene del mismo modo en todos los grupos sociales. Los miembros de las clase media privilegiada asumen con mayor frecuencia que la conducta de la gente está más motivada por factores internos. En cambio, la clase social menos afortunada suele apelar a la situación a la hora de explicar el comportamiento de los demás.

Tal vez esto se deba al distinto peso que tiene las restricciones materiales y de otro tipo en el distinto comportamiento de las diferentes clases sociales. También en el papel de la educación y de la dotación en capital humano. Aunque tampoco puede descartarse el tipo de conducta predominante en la vida cotidiana de unos y otros; o más abiertamente, en el comportamiento seleccionado que quiere explicarse por cada individuo según el tipo de clase a la que pertenece.

 

Hasta luego y buena suerte

La valoración psicológica del estrés

sábado, agosto 20th, 2011

Luca Coge

El estrés es un estado del individuo que resulta de unas demandas inusuales o excesivas que suponen una amenaza para su bienestar o su integridad. Si nos persigue un león, tenemos estrés; como también podemos tenerlo si nos encontramos en un atasco de tráfico o cuando esperamos una llamada telefónica urgente que no llega.

El estrés ha sido entendido desde una triple perspectiva:

  • Como un estímulo que es capaz de provocar en el individuo una reacción de estrés.
  • Como una reacción, esto es el conjunto de respuestas y cambios que experimenta el individuo cuando está sometido a una situación de estrés. Los cambios pueden ser fisiológicos, emocionales, conductuales,…
  • Como una interacción entre las características del propio estímulo y las de la respuesta del individuo. En esta última, intervienen un conjunto de recursos del individuo.

El estrés puede ser contemplado como el proceso que tiene lugar cuando un conjunto de demandas ambientales exigen una respuesta por parte del individuo. Para llevar a cabo dicha respuesta el individuo cuenta con una serie de recursos de afrontamiento. Si el individuo percibe la demanda como excesiva respecto a los recursos con que cuenta, se desarrollan todo un conjunto de reacciones adaptativas y fisiológicas. También se incluyen reacciones emocionales negativas, especialmente la ansiedad, la ira y la depresión.

De acuerdo con Lazarus y Folkman, la valoración psicológica del estrés se lleva a cabo bajo dos modalidades:

 

La valoración primaria

Se trata de una valoración inicial. La respuesta que ofrece el individuo toma la forma de una de estas cuatro modalidades de evaluación de la situación:

  1. Amenaza: la persona anticipa que la situación constituye un posible peligro
  2. Desafío: el individuo valora la situación como una amenaza pero en la que puede obtener una posible ganancia
  3. Pérdida: cuando la situación da lugar a una pérdida o un daño. Este puede manifestarse como una enfermedad, una pérdida de autoestima, la pérdida de un ser querido,…
  4. Beneficio: la situación produce un beneficio para el individuo. En estos casos, es posible que el estrés sea inexistente.

La valoración secundaria

En este caso, tiene lugar una participación más activa por parte del individuo. Pues este busca establecer las acciones y actuaciones que conviene realizar para hacer frente a la causa del estrés (o estresor), así como la percepción de las habilidades disponibles para afrontar la situación.

 

La interacción entre las dos valoraciones –primaria y secundaria– determina tanto el grado de estrés como la intensidad y la calidad de la respuesta.

Tipos de respuestas de estrés

Las respuestas de estrés pueden ser fisiológicas, emocionales y cognitivas. Estos tres ámbitos pueden estar presente de modo simultáneo o no, combinarse de modo distinto y en diferente grado. Dando lugar con ello, a diferentes experiencias de estrés con evoluciones también divergentes.

Reacciones fisiológicas

Comprenden tanto las respuestas neuroendocrinas y asociadas al sistema nervioso autónomo. Entre ellas, se encuentran: el aumento de la presión sanguínea, la dilatación de la pupilas, el aumento de la respiración,… En este enlace encontrará un video que expone la Fisiología del estrés.

Las consecuencias de estas reacciones sobre el estado de salud del individuo pueden ser importantes y graves. Puede dañar el sistema inmunológico y, en consecuencia, dejar al organismo en una situación de desprotección o indefensión.

Reacciones emocionales

Las reacciones emocionales incluyen un conjunto de sensaciones subjetivas de malestar emocional como el temor, la excitación, la ansiedad, la cólera el miedo, la ira. El estrés también puede vascular hacia un estado de depresión.

Las situaciones de estrés son la causa o el motivo de agravamiento de una parte significativa de los problemas de salud mental que afectan a la población.

Reacciones cognitivas

El individuo puede ofrecer todo un abanico de reacciones cognitivas a las situaciones de estrés. Pueden tratarse de la negación, la preocupación, la pérdida de control. Puede ocasionar también pérdida de memoria, sensación de irrealidad, procesos disociativos de la mente. Se trata en todos los casos de reacciones que afectan al rendimiento de la persona y a su capacidad de relacionarse con los demás.

Hasta luego y buena suerte.