Archive for the ‘Ciencias del comportamiento’ Category

Lenguaje e interacciones sociales

lunes, mayo 11th, 2015

Lucas Coge

Conflictos e interacciones

Muchas de nuestras situaciones conflictivas se dan en contextos en que están presentes, directa o indirectamente, otras personas. Aunque, en ocasiones, nos enfadamos con nosotros mismos, la mayor parte de las veces intervienen los otros en las situaciones de enfado. Bien las otras personas son los responsables de nuestros conflictos, al menos eso tendemos a pensar. También puede darse que las situaciones conflictivas surjan del “mero” contacto con los demás. Asimismo, en otros casos o en los anteriores, la resolución de los conflictos requiere o se ve facilitada por la intervenciones de los demás. Por consiguiente y por diferentes razones, el contacto con los demás y las interacciones sociales son una parte importante de nuestras situaciones conflictivas. Obviamente, los demás también contribuyen a nuestra alegría y felicidad, así como a resolver nuestros conflictos. En esta entrada quiero tratar algunos aspectos de la estrategia de los conflictos.

Estrategias de abordaje

Ante un mismo problema, nuestras estrategias genéricas de afrontamiento se pueden limitar a dos: atacar o huir, hacerle frente al problema o darle la espalda. De hecho, esto es lo que hacemos con muchos de los problemas y situaciones de nuestra vida cotidiana con independencia del nivel de gravedad de las mismas. En nuestras relaciones de pareja, en las relaciones de trabajo, con nuestros hijos, amigos o vecinos,… tendemos a abordar las cuestiones o simplemente no las abordamos en absoluto, a veces con la esperanza de que el mero paso del tiempo supondrá o aportará una situación. En cierto modo, aunque no siempre, este dejar actuar al tiempo, poner el tiempo entremedio, sería como huir, poner tierra de por medio.

Dejar pasar el tiempo como forma de huir

Sin embargo, existe el convencimiento en que no siempre dejar actuar al tiempo es una buena solución, incluso se piensa que no es una solución en absoluto, sino que más bien conduce a agravar la situación. Por ejemplo, en la educación de nuestro hijos abordar los pequeños problemas a tiempo permite también solucionar anticipadamente posible futuros problemas más graves. Resulta más fácil enseñar a una niña de 6 años buenas prácticas alimenticias que tratar de convencer a una adolecente con anorexia nerviosa que necesita alimentarse. Consiguientemente, parece desprenderse que es mejor abordar de frente los problemas que dejar que se pudran por el mero paso del tiempo.

Esta tendencia favorable al abordaje de los problemas conduce a la cuestión de qué podemos entender por un buen modo de enfrentarse a los problemas. Sobre la base de algunos ejemplos, podemos presentar qué sería un buen abordaje y qué, en muchos casos, seria inadecuado. Evidentemente, todos estaremos de acuerdo que un conflicto de pareja no se resuelve por medio de la violencia. Sea cual sea la naturaleza de ésta, no es en modo alguno un abordaje ni respetuoso con la dignidad de la persona ni fructífero a efectos de encontrar una buena solución. Enfrentarse a un problema de interacción social por medio de la violencia no es en absoluto un modo correcto de abordarlo. Es cierto que en algunos casos muy especialmente, tendríamos que reflexionar sobre las ventajas del uso de la violencia, pero estos escapan a las situaciones propias de nuestras vidas cotidianas.

Delegar en una tercera persona

Otro tipo de abordaje que se da en el caso de los conflicto puede ser recurrir a una tercera persona para que ésta asuma la resolución del problema. Es, por ejemplo, el caso de muchos niños que delegan en sus padres o en sus hermanos mayores. La intervención de un tercero puede suponer delegar enteramente en el mismo y, por tanto, desentenderse. Esto no parece una correcta actuación. Muchos son los que piensan que el primer paso para resolver un problema es asumirlo como propio, aceptar e interiorizar que la solución exige una actuación propia. Apelar a un tercero no sería una buena estrategia de afrontamiento.

Ilustración 1 Estrategias de abordaje de problemas

No obstante, en la apelación a un tercero también cabe incluir la intermediación. Pero es una situación bien distinta a delegar en un tercero. Aquí, se trata de la intervención de un intermediario que contribuye o ayuda a que las personas en conflicto encuentren, acepten y apliquen una solución. No es una delegación la tarea del intermediario, es como su nombre indica una intermediación, aproximar a las partes en la búsqueda y logro de una solución fructífera.

Hablar y escuchar

Nos queda pues la tercera estrategia posible: el abordaje directo y abierto con la otra persona de la situación conflictiva. Si se trata de problemas en una relación de pareja o con los hijos, el primer paso para encontrar una solución parece ser entablar una conversación, un diálogo en el que cada parte expone sus puntos de vista y escucha los de la otra parte. Se persigue buscar una solución por medio del uso del lenguaje. Hablar y escuchar es esencial en este tipo de abordaje; consiguientemente, el lenguaje juega un papel fundamental en la resolución de situaciones conflictivas en contextos de interacción social.

Evidentemente, si el manejo del lenguaje aparece como una pieza clave para un buen abordaje metodológico de los problemas y conflictos, es lógico que nos preguntemos qué relación existe entre el nivel de dominio lingüístico y las capacidades de afrontar problemas y conflictos. Podemos pensar que un buen nivel lingüístico equivale a que se privilegie el “hablar y escuchar” como estrategia de abordaje y se desechen todas las demás. Cabe pensar que la evitación o el uso de la violencia estarán más presente en aquellas personas con deficiencias en el manejo del lenguaje. ¿Corregir estas deficiencias nos conduce a reducir la frecuencia del uso la violencia?

Existen algunos ejemplos de violencia doméstica que darían claramente una respuesta negativa a esta cuestión. Pero esto no invalidad la importancia del dominio del lenguaje como herramienta básica para un abordaje no violento.

Trastornos de lenguajes y competencias sociales

En un trabajo publicado en 2015, Inmaculada Baixauli-Fortea, Belén Roselló-Miranda y Carla Colomer-Diago llevan a cabo una revisión bibliográfica de la relación entre trastornos de lenguaje y competencias sociales (1). En su trabajo, recogen algunas ideas interesantes para el abordaje no violento de los conflictos surgidos de la interacción social. A continuación vamos a comentar parte de sus argumentaciones.

Por una parte, siempre respecto a la situación de los niños sin trastornos específicos de lenguaje, los autores destacan que los niños con problemas específicos de lenguaje interactúan menos con otros niños y tiene mayor dificultad para participar en una interacción que ya se ha iniciado. Cuando participan, lo hacen de un modo muy limitado y pobre lingüísticamente hablando (uso de frases cortas o de monosílabos, por ejemplo). Manifiestan una preferencia por interactuar con adultos antes que con niños o semejantes. Este punto evidenciaría una situación de dependencia en el manejo de las interacciones sociales, de preferencia por estrategia de delegación.

Este tipo de situaciones pueden ser multifactoriales y responder a varias variables (introversión, carencia de otras habilidades pro-sociales,…) y no únicamente a trastornos en el lenguaje. Sin embargo, para Fujiki et al., los niños con este tipo de trastornos participaban menos en las actividades de interacción social propuestas y, al mismo tiempo, eran escasamente reclamados como interlocutores por los otros niños (2). En otro trabajo, se relacionaba a los niños con trastornos específicos con estados de inmadurez en el desarrollo de estrategias de negociación (3), entendidas como estrategias dirigidas a alcanzar determinados objetivos; y, una mayor propensión al desarrollo de estrategias inapropiadas de confrontación violenta o de evitación (4).

La resolución de conflictos exige implantar estrategias que comportan la utilización de recursos socio-emocionales e integrar la dimensión emocional del conflicto. En una simulación de situaciones cotidianas, Timler concluyó que los niños con trastornos lingüísticos seleccionaron un menor número de estrategias pro-sociales frente a los niños sin dichos trastornos. También, mostró la mayor tendencia a acudir a un adulto para resolver el conflicto (5).

Habilidades lingüísticas e inferencia emocional

La relación que pueda establecerse entre comprensión y habilidades lingüísticas e inferencia emocional es un aspecto clave a la hora de determinar las posibilidades de afrontar correctamente los conflictos. La regulación emocional es un proceso esencial en el desarrollo comunicativo y social (1). La regulación emocional supone también la capacidad de reconocer la conveniencia de expresar o no las emociones propias, de identificar y aflorar, evitar o canalizar las emociones ajenas. Estos aspectos conducen a decisiones que los individuos, enfrentados a un conflicto, deben tomar. Una vez decidido este punto, el discurso tomara determinada dirección y sus logros dependerán de las habilidades lingüísticas. Al mismo tiempo, estas habilidades son un aspecto esencial en la identificación de los estados emocionales propios y ajenos.

La población con trastornos lingüísticos muestra déficits en la manifestación apropiada de las emociones, la identificación de los sentimientos y percepciones de los demás y la conciencia de los propios estados emocionales (2). Una serie de estudios identificaron una asociación entre (in)competencia lingüística y problemas conductuales. Los niños con trastornos lingüísticos presentan un mayor riesgo de padecer ansiedad y depresión, experimentar experiencias de rechazo y exclusión, de desarrollar expectativas negativas e, incluso, un mayor riesgo de fobia social.

Por todo ello, las terapias de mejora de las habilidades lingüísticas dadas a niños propiciaron el desarrollo de nuevas estrategias adecuadas. No obstante, estas mejoras están condicionadas a la naturaleza de de los trastornos lingüísticos y cómo estos se articulan con las competencias sociales del individuo.

 

Referencias

  1. Baixauli-Fortea I, Roselló-Miranda B, Colomer-Diago C. Relaciones entre trastornos del lenguaje y competencia socioemocional. Rev Neurol. 2015;60(Supl 1):51–6.
  2. Fujiki M, Brinton B, Clarke D. Emotion regulation in children with specific language impairment. Lang Speech Hear Serv Sch 2002; 33: 102-11.
  3. Brinton B, Fujiki M, McKee L. The negotiation skills of children with specific language impairment. J Speech Lang Hear Res 1998; 41: 927-40. 
  4. Marton K, Abramoff B, Rosenzweig S. Social cognition and language in children with specific language impairment (SLI). J Commun Disord 2005; 38: 143-62.
  5. Timler GR. Social knowledge in children with language impairments: examination of strategies, predicted consequences, and goals in peer conflict situations. Clin Linguist Phon 2008; 22: 741-63.

 

 

Comportamiento y atribuciones

domingo, octubre 30th, 2011

Por Luca Coge

En los seres humanos parece existir una tendencia innata a buscar un sentido al mundo que nos envuelve y, muy especialmente, al comportamiento de las personas que nos rodean. De hecho, atribuimos una serie de razones a dicho comportamiento y, estas atribuciones constituyen nuestra explicación del mismo.

La teoría de la atribución

La teoría de la atribución es un intento por exponer como construimos las explicaciones del comportamiento de los demás. En esencia, nuestras explicaciones se apoyan bien en factores internos o en circunstancias externas. En el primer caso, se establece una atribución disposicional y, en el segundo, una atribución situacional.

La atribución disposicional consiste en imputar el comportamiento a la disposición y a las características personales, tales como la motivación, la capacidad,…; mientras que la atribución situacional lleva a achacar el comportamiento al entorno físico o social. Parece que nos gusta pensar que alguien hace algo bien porque él es así o porque las circunstancias lo hay llevado a comportarse de tal modo.

Disposición y situación en la explicación del comportamiento

 

 

Interrelaciones entre disposición y situación

No obstante no deberíamos olvidar que, en ocasiones, las circunstancias externas o exógenas ocasionan cambios internos o endógenos. Como tampoco hay que descartar nuestra capacidad para, en determinadas circunstancias, adecuar el entorno que nos rodea a nuestra propia personalidad, por ejemplo en la selección de nuestras amistades o ambientes que frecuentamos.


A pesar de esto, solemos centrar nuestra atención en los factores disposicionales. Convenimos en pensar, de un modo a veces rápido, que una persona se comporta de determinada manera por sus rasgos personales.

De los actos a la personalidad para explicar la conducta a partir de la personalidad

El paso siguiente consiste en inferir que las intenciones y la disposición de los propios actos. Esto puede resultarnos llamativo, pero de acuerdo con la teoría de la inferencia de Jones y Davis, nosotros construimos la imagen de cómo son los demás a partir de la información que recogemos de la observación de su comportamiento.

Este tipo de razonamiento encierra dos elementos de sumo interés. El primero es una especie de circularidad disposicional que puede resultar dañina para nuestra búsqueda de comprensión del comportamiento de los demás. Observamos cómo se comporta la gente que nos rodea habitualmente o que acabamos de conocer. A partir de estas observaciones construimos cómo es su personalidad; y, más tarde, utilizaremos estos rasgos de su personalidad para explicar su comportamiento: observo tu comportamiento para determinar tu personalidad y, luego, gracias a tu personalidad explico tu comportamiento.

Con todo, puede suceder que estemos muy satisfechos porque conseguimos explicarnos “perfectamente” el comportamiento de los demás, pero el precio puede ser que nos equivoquemos. Unos equívocos de los cuales no nos damos cuenta porque caemos en una especie de trampa del sentido común.

Pero también al construir los rasgos de la personalidad a partir del comportamiento observado, no olvidamos del papel que en este puede estar jugando las circunstancias o el entorno. Pensamos que las conductas observadas son el resultado de la libre elección de las personas y que no existe imposición exterior alguna.

Preferimos las explicaciones simples y rápidas

Además, pensamos que detrás de la conducta observada existe una única causa, a lo sumo dos. Y, cuando las tenemos, dejamos de buscar otras explicaciones posibles. De hecho, puede suceder que un comportamiento resulte de un puñado de razones. Pero nuestra satisfacción al tener una explicación no impide buscar más. Nuestro grado de tranquilidad es mayor, pues suponemos que esos rasgos de la personalidad que explican el comportamiento son permanentes.

Asimismo, de acuerdo con Jones y Davis, nuestra observación de los demás suelen focalizarse en aquello que se aparta del comportamiento común, centramos nuestra atención en lo que es llamativo y específico, en definitiva en aquello que puede individualizar a la persona que observamos, sobre todo si el comportamiento se aparta de lo que consideramos común.

No tomar en cuenta la situación conduce a lo que la psicología social denomina el error de atribución fundamental. Algunos psicólogos piensan que la atribución es útil para nuestros intereses, al tiempo que es eficiente. Atribuir el comportamiento de los demás a factores internos en lugar de a elementos situacionales nos exigen menos tiempo y recursos.

Actores y observadores

Sin embargo, cuando analizamos nuestro propio comportamiento, tendemos a atribuir un mayor papel a la situación; mientras que cuando explicamos la conducta que observamos en otros, la balanza se inclina del lado de sus factores internos. Esta asimetría puede explicarse porque cuando nos convertimos en actores somos más conscientes de las restricciones a las que estamos sometidos.

Es más, a medida que transcurre el tiempo estamos tentados de modificar o simplemente cambiamos nuestra explicación del comportamiento. Cuando analizamos el comportamiento de la gente, la primera explicación que ofrecemos se basa en las características internas. Transcurrido el tiempo, tendemos a dar mayor importancia a las circunstancias situacionales.

Personalidad y situación en las clases sociales

La autoconsciencia que puede llevarnos a dar más importancia a nosotros mismos que a la situación, no interviene del mismo modo en todos los grupos sociales. Los miembros de las clase media privilegiada asumen con mayor frecuencia que la conducta de la gente está más motivada por factores internos. En cambio, la clase social menos afortunada suele apelar a la situación a la hora de explicar el comportamiento de los demás.

Tal vez esto se deba al distinto peso que tiene las restricciones materiales y de otro tipo en el distinto comportamiento de las diferentes clases sociales. También en el papel de la educación y de la dotación en capital humano. Aunque tampoco puede descartarse el tipo de conducta predominante en la vida cotidiana de unos y otros; o más abiertamente, en el comportamiento seleccionado que quiere explicarse por cada individuo según el tipo de clase a la que pertenece.

 

Hasta luego y buena suerte

La Neurociencia del acto de compra

viernes, septiembre 16th, 2011

Las personas que responden a un cuestionario de un estudio de mercado pueden ser honestas y decir la verdad en todos los casos. Pero la práctica muestra que existe un puñado de razones que hacen que se tienda a responder cosas diferentes a las que se piensan o se dicen. También, la experiencia y el análisis han mostrado que las pruebas de polígrafo están lejos de ser infalibles.

En cambio, un neurocientífico nos dirá que las imágenes de un electroencefalograma no mienten. Si ante la imagen de un producto o una marca: si se produce un aumento de actividad en la corteza prefrontal izquierda, el individuo se siente atraído por la imagen en cuestión; en cambio si el incremento se produce en la corteza prefrontal derecha, la sensación experimentada es la contraria: la imagen es motivo de desagrado.

Además si se activan las áreas relacionadas con la memoria, las probabilidades de que el individuo en cuestión transforme su sensación en un acto de compra son mayores que si dichas áreas permanecen inertes. De hecho, empresas como General Motors, BMV, Ford Europa, DaimlerChrysler,… utilizan las técnicas de imaginería para estudiar el comportamiento cerebral del consumidor. Podría decirse que están sumamente interesadas en la Neurociencia del acto de compra.

En 2003, la revista Forbes se hacía eco de este interés con un artículo titulado “In Search of the Buy Button” de Melanie Wells. Dicho artículo nos sirve de base para elaborar esta entrada.

Los publicitas apelan tanto a las emociones como a la razón en sus intentos por convencer a los consumidores. Se utiliza tanto el humor, el suspense, la angustia, el miedo,… Ahora el propósito parece dirigido a encontrar sino el botón activador, sí los circuitos que se activan cuando tomamos la decisión de adquirir un producto o un servicio. Luego, se trata de encontrar el color, el aroma, el envase, la etiqueta y embalaje, o la publicidad que lo activen. El tercer paso es nuestro: comprar.

Si somos pura química orgánica en disolución acuosa, solo se trata de encontrar el mecanismo que desencadene la actividad cerebral y la transmisión neuroquímica relacionados con la memoria y con la acción. James Bailey, profesor de comportamiento organizacional de la Universidad George Washington, considera que en un futuro estaremos en condiciones de establecer el contenido de la campaña publicitaria o el diseño del producto capaces de desencadenar tal mecanismo.

Gerald Zaltman, profesor emérito en la Escuela de Negocios de Harvard y autor de ¿Cómo los clientes piensan?, piensa el mismo que parte de nuestro comportamiento está impulsado por cosas distintas a nuestro conocimiento.

Conocer que partes de nuestro cerebro están involucradas en la formación de nuestras preferencias y en la toma de decisiones es de sumo interés para las empresas, las organizaciones y las administraciones. Este interés cubre un amplio espectro de cuestiones. Por ejemplo, haciendo uso de distintas tecnologías, entre ellas la resonancia magnética, se estudian los cerebros de los conductores para diseñar dispositivos de navegación y advertencia que permitan mejorar la seguridad de los vehículos. Otras investigaciones persiguen mejorar las campañas de comunicación mercadológica de las empresas.

En estos otros casos, los mecanismos involucrados en principio no son totalmente complejos. Por ejemplo, si se distribuyen muestras de un producto durante un período festivo y de diversión (las vacaciones), los consumidores pueden construir una asociación entre el producto y el bienestar, de modo que consumirán el producto para buscar un poco de felicidad. Aquí están encerradas cuestiones fundamentales que se encuentran en el interrogante acerca de s si ¿lloramos porque estamos tristes o estamos tristes porque lloramos?

Tristeza y felicidad son dos de las emociones que están presentes en nuestra elaboración de preferencias y en nuestra toma de decisiones. Antonio Damasio, en su libro El error de Descartes, afirma que las emociones son fundamentales en nuestro pensamiento efectivo y para decidir.

Los responsables de Kellogg también están de acuerdo en este tipo de consideraciones, al mismo tiempo que altamente interesados en saber cómo decide la mujer actual, cómo establece el equilibrio decisional entre la ingestión de alimentos y el cuidado de la línea corporal.

Pero a la hora de decidir qué nos gusta o qué comprar, no estamos solos. Lejos de ello. En nuestras elaboraciones intervienen nuestras emociones, nuestros razonamientos y, también, los efectos de la presencia (mediata o inmediata) de los demás. Las preferencias también son interdependientes, en contra de la opinión de la teoría económica estándar. Nuestra percepción y valoración pueden llegar a modificarse por la mera dinámica del grupo.

 

Hasta luego y buena suerte

 

Referencias:  Wells, M. (2003). In Search of the Buy Button. Forbes.

© Imágenes: Microsoft

La valoración psicológica del estrés

sábado, agosto 20th, 2011

Luca Coge

El estrés es un estado del individuo que resulta de unas demandas inusuales o excesivas que suponen una amenaza para su bienestar o su integridad. Si nos persigue un león, tenemos estrés; como también podemos tenerlo si nos encontramos en un atasco de tráfico o cuando esperamos una llamada telefónica urgente que no llega.

El estrés ha sido entendido desde una triple perspectiva:

  • Como un estímulo que es capaz de provocar en el individuo una reacción de estrés.
  • Como una reacción, esto es el conjunto de respuestas y cambios que experimenta el individuo cuando está sometido a una situación de estrés. Los cambios pueden ser fisiológicos, emocionales, conductuales,…
  • Como una interacción entre las características del propio estímulo y las de la respuesta del individuo. En esta última, intervienen un conjunto de recursos del individuo.

El estrés puede ser contemplado como el proceso que tiene lugar cuando un conjunto de demandas ambientales exigen una respuesta por parte del individuo. Para llevar a cabo dicha respuesta el individuo cuenta con una serie de recursos de afrontamiento. Si el individuo percibe la demanda como excesiva respecto a los recursos con que cuenta, se desarrollan todo un conjunto de reacciones adaptativas y fisiológicas. También se incluyen reacciones emocionales negativas, especialmente la ansiedad, la ira y la depresión.

De acuerdo con Lazarus y Folkman, la valoración psicológica del estrés se lleva a cabo bajo dos modalidades:

 

La valoración primaria

Se trata de una valoración inicial. La respuesta que ofrece el individuo toma la forma de una de estas cuatro modalidades de evaluación de la situación:

  1. Amenaza: la persona anticipa que la situación constituye un posible peligro
  2. Desafío: el individuo valora la situación como una amenaza pero en la que puede obtener una posible ganancia
  3. Pérdida: cuando la situación da lugar a una pérdida o un daño. Este puede manifestarse como una enfermedad, una pérdida de autoestima, la pérdida de un ser querido,…
  4. Beneficio: la situación produce un beneficio para el individuo. En estos casos, es posible que el estrés sea inexistente.

La valoración secundaria

En este caso, tiene lugar una participación más activa por parte del individuo. Pues este busca establecer las acciones y actuaciones que conviene realizar para hacer frente a la causa del estrés (o estresor), así como la percepción de las habilidades disponibles para afrontar la situación.

 

La interacción entre las dos valoraciones –primaria y secundaria– determina tanto el grado de estrés como la intensidad y la calidad de la respuesta.

Tipos de respuestas de estrés

Las respuestas de estrés pueden ser fisiológicas, emocionales y cognitivas. Estos tres ámbitos pueden estar presente de modo simultáneo o no, combinarse de modo distinto y en diferente grado. Dando lugar con ello, a diferentes experiencias de estrés con evoluciones también divergentes.

Reacciones fisiológicas

Comprenden tanto las respuestas neuroendocrinas y asociadas al sistema nervioso autónomo. Entre ellas, se encuentran: el aumento de la presión sanguínea, la dilatación de la pupilas, el aumento de la respiración,… En este enlace encontrará un video que expone la Fisiología del estrés.

Las consecuencias de estas reacciones sobre el estado de salud del individuo pueden ser importantes y graves. Puede dañar el sistema inmunológico y, en consecuencia, dejar al organismo en una situación de desprotección o indefensión.

Reacciones emocionales

Las reacciones emocionales incluyen un conjunto de sensaciones subjetivas de malestar emocional como el temor, la excitación, la ansiedad, la cólera el miedo, la ira. El estrés también puede vascular hacia un estado de depresión.

Las situaciones de estrés son la causa o el motivo de agravamiento de una parte significativa de los problemas de salud mental que afectan a la población.

Reacciones cognitivas

El individuo puede ofrecer todo un abanico de reacciones cognitivas a las situaciones de estrés. Pueden tratarse de la negación, la preocupación, la pérdida de control. Puede ocasionar también pérdida de memoria, sensación de irrealidad, procesos disociativos de la mente. Se trata en todos los casos de reacciones que afectan al rendimiento de la persona y a su capacidad de relacionarse con los demás.

Hasta luego y buena suerte.

Teoría social cognitiva

domingo, julio 24th, 2011

Luca Coge

La teoría social cognitiva o del aprendizaje surge, por parte de Albert Bandura, como una respuesta a la explicación conductista del comportamiento. Albert Bandura cree que la conducta humana debe ser descrita en términos de la interacción recíproca entre determinantes cognoscitivos o personales, conductuales y ambientales. Los procesos cognitivos son los primeros mediadores del comportamiento. Pero las personas son capaces de incorporar en sus futuras actuaciones las consecuencias de las actuaciones previas.

Para la teoría social cognitiva (TSC), una parte importante del comportamiento resulta del aprendizaje vicariante o por imitación. No obstante, el pensamiento es un elemento activo en la construcción de la realidad por parte del individuo. Cada uno construye su realidad individual a partir de la interacción entre el entorno y la cognición. En este sentido, la información que maneja el individuo es sumamente importante a la hora de establecer sus pautas de comportamiento.

Información y comportamiento

El tratamiento de la información por parte del individuo es evolutivo en el sentido de que es susceptible de cambiar con el tiempo en función de la experiencia previa que haya incorporado y del grado de madurez.

Esto se entiende si se considera que, en el tratamiento de la información, el individuo se sirve de la atención y la concentración, la memoria y la capacidad para utilizar símbolos y las habilidades para resolver problemas.

Comprender todos los procesos implicados en la construcción de la realidad por parte del individuo permite describir su comportamiento, predecirlo y establecer los mecanismos de su transformación.

Determinismo recíproco

El determinismo recíproco expresa las interrelaciones entre factores personales, de comportamiento y entorno. Por ejemplo, la interacción entre factores personales y factores de comportamiento es biyectiva. Los pensamientos, las emociones y las propiedades biológicas de un individuo influyen en su comportamiento y éste en aquellas. Las expectativas, las creencias y las habilidades cognitivas de un individuo se desarrollan sobre la base de las influencias sociales y de la estructura del entorno; en esencia existe una interrelación entre entorno y características personales.

Las influencias sociales aportan información y activan relaciones emocionales. La imitación, la instrucción o la persuasión son elementos de estas influencias sociales. El ser humano responde de modo diferente según el contexto social y sus propias características físicas (edad, sexo, estatura,…).

Los individuos actúan sobre su entorno al mismo tiempo que son la propia expresión del mismo. La experiencia de comportamientos previos de confrontación con el medio altera, transforma o modifica el comportamiento futuro del individuo. En este sentido, el entorno influye en el comportamiento del individuo. Un comportamiento agresivo por parte del individuo puede conducir a una respuesta ambiental de hostilidad. De modo que, en la próxima ocasión, el comportamiento individual volverá a ser agresivo. Pero sí, en cambio, el entorno no se presenta como hostil, es probable que el individuo no vuelva a ser agresivo.

Las capacidades fundamentales del individuo

La red de influencias mutuas aleja al individuo de toda esclavitud respecto al entorno o a las propias pulsiones. El individuo ni es libre ni es esclavo. Cuenta con sus propias motivaciones y comportamientos, pero está sometido a reglas. De hecho para la TSC, un individuo cuanta con cinco capacidades fundamentales:

  • Simbolización
  • Imitación,
  • Previsión
  • Autorregulación
  • Autoanálisis

La simbolización

Las influencias externas de nuestro comportamiento son tratadas por medio de procesos cognitivos. Los símbolos permiten la activación de los procesos cognitivos y permiten a los humano dotar de continuidad a sus propios comportamientos.

Los símbolos también intervienen en la elaboración de la resolución de problemas. De esta elaboración el individuo obtiene la oportunidad de prever sus acciones futuras y comprometerse con determinadas líneas de acción.

Gracias a esta capacidad de previsión (infra), los individuos tiene la oportunidad de evaluar las consecuencias de una acción antes mismo de llevarla a cabo.

Imitación

La imitación, o la capacidad vicariante, permite a los individuos aprender a partir de la observación de otros individuos. Este aprendizaje por medio de la observación es esencial para poder evaluar la adecuación de un comportamiento sin haberlo realizado con anterioridad. Los procesos vicariantes aportan ganancias importantes de tiempo al reducir el aprendizaje por ensayo y error y limitar el número de errores cometidos. Asimismo, las capacidades vicariantes permiten explorar situaciones y actividades que conducen a un nuevo aprendizaje.

El aprendizaje vicariante resulta de cuatro procesos: atención, retención, reproducción y motivación. La atención es la capacidad del individuo para seleccionar acciones y comportamientos existentes en su entorno. Las características del observador y del comportamiento observado desempeñan un papel esencial en la selección de la información. El observador manifiesta una tendencia a seleccionar comportamientos de personas semejantes y con las que mantiene una relación de intimidad.

Ilustración 2.- Aprendizaje vicariante

La retención surge de la capacidad de los individuos para elaborar símbolos a partir de los comportamientos observados y de almacenarlos en la memoria. La simbolización formar parte del proceso de aprendizaje y favorece lareproducción. La evaluación del comportamiento en función de los resultados esperados participa en la adopción o no de dicho comportamiento.

La capacidad de previsión

Según la TSC todo comportamiento es intencional y está dictado por las previsiones que el individuo realiza. El individuo encuentra la motivación y la guía de sus acciones en la anticipación de los resultados. El individuo construye la anticipación sobre la base de las experiencias anteriores y de la capacidad vicariante. No son los resultados posibles quienes marcan el inicio de un comportamiento, sino las expectativas sobre las consecuencias del mismo. Las expectativas son fruto de la evaluación que un individuo hace de las consecuencias de su resultado; y, en ese sentido, regulan el comportamiento.

La capacidad de autorregulación

El individuo está capacitado para poder controlar su propio comportamiento. El individuo transita desde un control externo a otro interno. En la autorregulación participan los niveles o estándares individuales, los estándares sociales y los morales. El individuo establece objetivos y los coteja con sus logros personales. Los estándares pueden motivar a un mayor empeño o a modificar el comportamiento.

El grado de motivación está relacionado positivamente con el sentimiento de autoeficacia. La perseverancia en la acción está sujeta a la percepción de eficacia de la acción que tenga el individuo. Esto presupone una reevaluación por parte del individuo de sus propias acciones. Esto puede también querer apuntar a que las acciones que emitan informes de autoeficacia tienen mayores probabilidades de ser llevadas a cabo pues el individuo mostrará una mayor perseverancia en su empeño.

Éste es un aspecto interesante cuya aplicación podría permitir a un individuo con un bajo sentimiento de autoeficacia ir ganando confianza en sí mismo e incrementando su motivación. Hay que elegir actuaciones que nos informen positivamente de los logros alcanzados. No todo depende del individuo, y de su comportamiento, también del entorno interviene. En este caso, el entorno se presenta bajo la forma de actividades generadoras de automotivación.

Tal y como se desprende de este argumento, la retroalimentación o el feed-back es el segundo factor que interviene en la motivación. La retroalimentación ofrecer oportunidades de aprendizaje en el control y en el ajuste de los esfuerzos y en la persistencia de la actuación. Además, como ha quedado dicho, la retroalimentación contribuye a la automotivación.

El tercer elemento que influye en el grado de motivación es el tiempo. A medida que el tiempo necesario para alcanzar un objetivo se prolonga, las oportunidades para la motivación se reducen. Las actividades que requieran actuaciones a corto plazo resultarán más fácilmente realizables y contribuirán en mayor medida a la motivación.

El comportamiento del individuo está igualmente sometido a normas o estándares sociales y morales. Son normas que emanan de la observación de autri, de la educación, de la religión o de otros procesos sociales. Para Bandura la observación del comportamiento es más determinante que las instrucciones verbales, sobre todo en lo concerniente a la educación infantil.

El individuo es capaz de cambiar las normas y los estándares sociales y morales a lo largo de su vida.

Capacidad de autoanálisis

Ésta es la capacidad que permite al individuo evaluar sus propias experiencias, reflexionar sobre su pensamiento y modificarlos en función de sus necesidades. El sentimiento de competencia o habilidades el principal aspecto del autoanálisis. Para la TSC, los individuos desarrollan una percepción de sus propias habilidades y características que influirán en cuánto quieran alcanzar y en los esfuerzos que desplegaran en aras del logro.

Este sentimiento se construye a partir de los éxitos pasados, de la observación de éxitos y fracasos de otros, del apoyo del entorno y del estado psicológico del individuo (ansiedad, estado emocional,…).

Hasta luego y buena suerte