Comportamiento y atribuciones

Por Luca Coge

En los seres humanos parece existir una tendencia innata a buscar un sentido al mundo que nos envuelve y, muy especialmente, al comportamiento de las personas que nos rodean. De hecho, atribuimos una serie de razones a dicho comportamiento y, estas atribuciones constituyen nuestra explicación del mismo.

La teoría de la atribución

La teoría de la atribución es un intento por exponer como construimos las explicaciones del comportamiento de los demás. En esencia, nuestras explicaciones se apoyan bien en factores internos o en circunstancias externas. En el primer caso, se establece una atribución disposicional y, en el segundo, una atribución situacional.

La atribución disposicional consiste en imputar el comportamiento a la disposición y a las características personales, tales como la motivación, la capacidad,…; mientras que la atribución situacional lleva a achacar el comportamiento al entorno físico o social. Parece que nos gusta pensar que alguien hace algo bien porque él es así o porque las circunstancias lo hay llevado a comportarse de tal modo.

Disposición y situación en la explicación del comportamiento

 

 

Interrelaciones entre disposición y situación

No obstante no deberíamos olvidar que, en ocasiones, las circunstancias externas o exógenas ocasionan cambios internos o endógenos. Como tampoco hay que descartar nuestra capacidad para, en determinadas circunstancias, adecuar el entorno que nos rodea a nuestra propia personalidad, por ejemplo en la selección de nuestras amistades o ambientes que frecuentamos.


A pesar de esto, solemos centrar nuestra atención en los factores disposicionales. Convenimos en pensar, de un modo a veces rápido, que una persona se comporta de determinada manera por sus rasgos personales.

De los actos a la personalidad para explicar la conducta a partir de la personalidad

El paso siguiente consiste en inferir que las intenciones y la disposición de los propios actos. Esto puede resultarnos llamativo, pero de acuerdo con la teoría de la inferencia de Jones y Davis, nosotros construimos la imagen de cómo son los demás a partir de la información que recogemos de la observación de su comportamiento.

Este tipo de razonamiento encierra dos elementos de sumo interés. El primero es una especie de circularidad disposicional que puede resultar dañina para nuestra búsqueda de comprensión del comportamiento de los demás. Observamos cómo se comporta la gente que nos rodea habitualmente o que acabamos de conocer. A partir de estas observaciones construimos cómo es su personalidad; y, más tarde, utilizaremos estos rasgos de su personalidad para explicar su comportamiento: observo tu comportamiento para determinar tu personalidad y, luego, gracias a tu personalidad explico tu comportamiento.

Con todo, puede suceder que estemos muy satisfechos porque conseguimos explicarnos “perfectamente” el comportamiento de los demás, pero el precio puede ser que nos equivoquemos. Unos equívocos de los cuales no nos damos cuenta porque caemos en una especie de trampa del sentido común.

Pero también al construir los rasgos de la personalidad a partir del comportamiento observado, no olvidamos del papel que en este puede estar jugando las circunstancias o el entorno. Pensamos que las conductas observadas son el resultado de la libre elección de las personas y que no existe imposición exterior alguna.

Preferimos las explicaciones simples y rápidas

Además, pensamos que detrás de la conducta observada existe una única causa, a lo sumo dos. Y, cuando las tenemos, dejamos de buscar otras explicaciones posibles. De hecho, puede suceder que un comportamiento resulte de un puñado de razones. Pero nuestra satisfacción al tener una explicación no impide buscar más. Nuestro grado de tranquilidad es mayor, pues suponemos que esos rasgos de la personalidad que explican el comportamiento son permanentes.

Asimismo, de acuerdo con Jones y Davis, nuestra observación de los demás suelen focalizarse en aquello que se aparta del comportamiento común, centramos nuestra atención en lo que es llamativo y específico, en definitiva en aquello que puede individualizar a la persona que observamos, sobre todo si el comportamiento se aparta de lo que consideramos común.

No tomar en cuenta la situación conduce a lo que la psicología social denomina el error de atribución fundamental. Algunos psicólogos piensan que la atribución es útil para nuestros intereses, al tiempo que es eficiente. Atribuir el comportamiento de los demás a factores internos en lugar de a elementos situacionales nos exigen menos tiempo y recursos.

Actores y observadores

Sin embargo, cuando analizamos nuestro propio comportamiento, tendemos a atribuir un mayor papel a la situación; mientras que cuando explicamos la conducta que observamos en otros, la balanza se inclina del lado de sus factores internos. Esta asimetría puede explicarse porque cuando nos convertimos en actores somos más conscientes de las restricciones a las que estamos sometidos.

Es más, a medida que transcurre el tiempo estamos tentados de modificar o simplemente cambiamos nuestra explicación del comportamiento. Cuando analizamos el comportamiento de la gente, la primera explicación que ofrecemos se basa en las características internas. Transcurrido el tiempo, tendemos a dar mayor importancia a las circunstancias situacionales.

Personalidad y situación en las clases sociales

La autoconsciencia que puede llevarnos a dar más importancia a nosotros mismos que a la situación, no interviene del mismo modo en todos los grupos sociales. Los miembros de las clase media privilegiada asumen con mayor frecuencia que la conducta de la gente está más motivada por factores internos. En cambio, la clase social menos afortunada suele apelar a la situación a la hora de explicar el comportamiento de los demás.

Tal vez esto se deba al distinto peso que tiene las restricciones materiales y de otro tipo en el distinto comportamiento de las diferentes clases sociales. También en el papel de la educación y de la dotación en capital humano. Aunque tampoco puede descartarse el tipo de conducta predominante en la vida cotidiana de unos y otros; o más abiertamente, en el comportamiento seleccionado que quiere explicarse por cada individuo según el tipo de clase a la que pertenece.

 

Hasta luego y buena suerte

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