Archive for the ‘Psychological Science’ Category

Los circuitos neuronales: ¿una razón para trabajar la inteligencia?

lunes, abril 18th, 2011

Las neuronas no están aisladas, sino que actúan en relación unas con otras formando una red. Esta red de neuronas se conoce como un circuito neuronal. Se trata de un conjunto de neuronas vinculadas funcionalmente a lo largo del sistema nervioso y que asumen la tarea de ofrecer una respuesta correcta. Es el paso de información por un circuito lo que da lugar a una respuesta.

Existen diferentes tipos de circuitos. Algunos de ellos son simples, como es el caso de los arcos reflejos. Se trata de una cadena de neuronas destinada a llevar a cabo la tarea de ofrecer una respuesta a un estímulo como resultado de un circuito. La respuesta ofrecida es involuntaria, estereotipada y su finalidad es beneficiar o proteger al organismo. Por ejemplo, si sentimos un pinchazo en la mano, rápidamente procedemos a retirarla. Otros circuitos son más complejos.

Fisiológicamente, se pueden clasificar en función del número de neuronas y de sinapsis que tengan:

Tipo de circuito neuronal

Número de sinapsis(1)

Número de inter-neuronas

Monosináptico

1

0

Bisináptico

2

2

Polisináptico

Numerosas

Numerosas

  1. A efectos de la clasificación, no se computa la sinapsis periférica

 

Los circuitos presentan, en su funcionamiento, una serie de características:

  1. Tiempo de latencia: se corresponde al tiempo que transcurre entre el inicio del estímulo y la formación de la respuesta. Depende, básicamente, de factores como el número de sinapsis, el tipo de fibra (en función de la presencia o ausencia de mielina), la temperatura, la longitud de las vías y el tipo de efector.
  2. Especificidad: cada circuito neuronal parte del patrón de desarrollo y diferenciación; en consecuencia, cada circuito neuronal está constituido para dar una respuesta determinada. Cada individuo presenta los mismos circuitos. Cuanto más básicos son, mayor es la similitud entre individuos.
  3. Irradiación: la información puede incidir de modo diferente sobre las distintas poblaciones neuronales. Puede actuar de un modo divergente (una neurona se excita y transmite esta excitación, simultáneamente, a tres otras neuronas y éstas a otras muchas) y convergente (varias neuronas transmiten el impulso a una única neurona).
  4. Sumación espacial y temporal. En el primer caso, varias neuronas liberan una cantidad limitada de neurotransmisor y sólo la sumatoria de varios de ellos podrá provocar el potencial de acción en la neurona post-sináptica. En el segundo, la actividad repetitiva de alta frecuencia hace que se estimule y gatille el potencial de acción en la neurona post-sináptica.
  5. Potenciación. Ésta consiste en una intensificación duradera, en la transmisión de señales entre dos neuronas resultado de una estimulación sincrónica de ambas.
  6. Fatiga. Ésta es una consecuencia del propio fenómeno sináptico. Como resultas de una excesiva excitación y una transmisión sináptica durante mucho tiempo, el neurotransmisor se consume y requiere un tiempo para su síntesis, una situación que comporta una reducción del potencial excitador post-sináptico. Esta situación expresaría una fatiga.

Cuando se han establecido los contactos sinápticos, las neuronas pasan a depender en cierto grado de la presencia de sus dianas para sobrevivir y seguir diferenciándose. En ausencia de dianas sinápticas, los axones y las dendritas de las neuronas en desarrollo se atrofian y las células nerviosas pueden morir. La interacción trófica es la dependencia prolongada entre las neuronas y sus dianas. Esta dependencia se basa en moléculas-señal específicas denominadas factores neurotróficos. Estos se originan en los tejidos diana y regulan la supervivencia neuronal, el crecimiento y la diferenciación ulteriores. Es necesario mantener el funcionamiento neuronal para garantizar el funcionamiento neuronal.

Las interacciones tróficas modulan la formación de conexiones sinápticas tras la sinaptogénesis. Hay que asegurar que cada célula diana está inervada por la cantidad adecuada de axones, y que cada axón inerve la cantidad adecuada de células diana. El patrón de conexiones sinápticas que surge en el adulto no es consecuencia de las parejas sinápticas o de otras reglas determinadas durante el desarrollo. El plan de instalación de axones en la madurez es resultado de un proceso flexible donde se forman conexiones neuronales o son eliminadas según las circunstancias locales. Tras el desarrollo, las interacciones tróficas garantizan que todas las células diana estén inervadas por la cantidad correcta de aferencias y de sinapsis, y que todos los axones de inervación hagan contacto con la cantidad correcta de células diana con una cantidad adecuada de terminaciones sinápticas.

Si bien, la sinaptogénesis viene fuertemente influida por la base genética, no cabe duda que existe un margen significativo para la acción del medio ambiente en el desarrollo y funcionamiento de los circuitos neuronales. De hecho, esto sería consistente tanto con la evidencia que muestra un patrón hereditario de la inteligencia como con la otra surgida de los trabajos de gemelos criados en ambientes distintos. El uso de la inteligencia o de la memoria favorece el buen funcionamiento de las interacciones tróficas de las redes neuronales y, por ello mismo, refuerzan la inteligencia y la memoria mismas.

Hasta luego y buena suerte

Inteligencia y emociones: una nota previa

sábado, enero 29th, 2011

Por Luca Coge

El sistema nervioso reviste una gran complejidad en su intervención en los procesos mentales y las acciones de control que realiza. Es el receptor de millones de datos de los distintos órganos de los sentidos que, luego, integra, para a continuación, dar respuestas que el cuerpo realiza. En los seres humanos, existen tres niveles principales del sistema nervioso con atributos funcionales particulares:

  • El nivel espinal o medular,
  • El nivel encefálico inferior o subcortical y
  • El nivel encefálico superior o cortical

La médula espinal es una vía que conduce las señales desde la periferia del cuerpo hacia el encéfalo (aferente) o desde éste hacia el cuerpo (eferente). Pero también los circuitos neuronales de la médula originan el movimiento de la marcha; los reflejos de retirada de una parte del cuerpo cuando recibe un estímulo doloroso; los reflejos de contracción forzada de las piernas para sostener el cuerpo contra la acción de la gravedad; y, los reflejos que regulan los vasos sanguíneos, los movimientos gastrointestinales y los reflejos que controlan la excreción urinaria. Con frecuencia, los niveles superiores del sistema nervioso no actúan enviando directamente señales a la periferia del cuerpo, sino enviando señales a los centros medulares de control, ordenando a los centros espinales que lleven a cabo las funciones.

Las áreas inferiores del encéfalo realizan la mayoría de las actividades del organismo denominadas subconscientes. Son las áreas situadas en el bulbo raquídeo, la protuberancia, el mesencéfalo, el hipotálamo, el tálamo, el cerebelo y los ganglios basales. Así, el control inconsciente de la presión arterial y de la respiración radica principalmente en el bulbo y en la protuberancia. El mantenimiento del equilibrio es una función mixta del cerebelo y de la sustancia reticular del bulbo, la protuberancia y el mesencéfalo. Los reflejos de la alimentación, por ejemplo, o la acción de lamerse los labios están gobernados por áreas del bulbo, la protuberancia, el mesencéfalo, la amígdala y el hipotálamo; en muchos modelos de conducta emocional, como la ira, la agitación, las respuestas sexuales, la reacción al dolor y la reacción al placer, pueden producirse en los animales tras la destrucción de la corteza cerebral. Serían pues unas áreas propicias para las emociones.

La corteza cerebral, el nivel cortical, es un almacén de la memoria de grandes dimensiones. La corteza nunca funciona sola, sino que lo hace en asociación con los centros inferiores del sistema nervioso. Sin la corteza cerebral, las funciones de los centros cerebrales inferiores son, a menudo, imprecisas. El enorme depósito de datos que se conserva en ella suele convertir esas funciones en operaciones determinantes y llenas de precisión. La corteza cerebral resulta esencial para la mayoría de los procesos mentales que llevamos a cabo. Pero no puede funcionar en solitario. De hecho, son los centros encefálicos inferiores y no la corteza los que inician el despertar de la corteza cerebral, abriendo así su banco de recuerdos a la maquinaria pensante del cerebro. En este sentido, puede pensarse que la apertura del mundo de la información almacena para su empleo por parte de la mente puede pase en ocasiones por las emociones. Las emociones colaboran con la acción de los niveles superiores del sistema nervioso. Cómo y en qué medida serán cuestiones que abordaremos en posteriores entradas.

 

Hasta luego y buena suerte.

 

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Fuente:

  • Texto: Guyton and Hall Textbook of Medical Physiology, Elsevier.

La Memoria activa y sus causas

miércoles, diciembre 1st, 2010

Como describimos en una entrada anterior (Breves notas características sobre la memoria), la memoria activa es una memoria de escasa capacidad y breve duración. También se utiliza la expresión de memoria de corto plazo o de trabajo. Se trata de una especie de almacén temporal para la información. Es el recuerdo, por ejemplo, de un número de teléfono, recuerdo cuya duración es de unos pocos segundos o minutos, pero sólo en tanto no continuemos pensando en él.

La memoria a corto plazo podría obedecer a una potenciación sináptica que facilitara la conducción sináptica. Por ejemplo, la acumulación de grandes cantidades de iones calcio en las terminaciones presinápticas. Cuando un conjunto de impulsos pasa por una terminal presináptica, la cantidad de iones calcio que penetran en dicha terminal aumenta con cada sucesivo potencial de acción. Si la cantidad de iones calcio excede la que puede absorber las mitocondrias y el retículo endoplasmático, el exceso de calcio causa una liberación presináptica prolongada de la sustancia transmisora en la sinapsis. Esto podría constituir un mecanismo de la memoría a corto plazo.

Otra posible explicación de la memoria a corto plazo es la facilitación o la inhibición presináptica. Ambas tienen lugar en sinapsis que se asientan sobre terminaciones presinápticas, no sobre la neurona siguiente. Los neurotransmisores segregados en estas terminaciones podrían producir una facilitación o una inhibición prolongada, que, en función del tipo de transmisor secretado, podría durar desde unos segundos hasta varios minutos.

Por último, las señales nerviosas que viajen una y otra vez a lo largo de una huella de la memoria temporal dan lugar a una actividad neural continua. En opinión de algunos fisiólogos, esta actividad continua origina la memoria a corto plazo. Se produce un circuito de neuronas reverberantes. En estos casos, una neurona está conectada con otras muchas, al tiempo que recibe estímulos de sinapsis situadas en sus dendritas y en el soma o cuerpo neuronal. De esta forma, se podría formar un bucle donde las neuronas se excitan entre sí, sin necesidad de un cambio en la célula. Se trataría de un primer proceso de almacenamiento y retención de información a nivel neuronal. Cada acontecimiento relevante para el organismo se mantiene como un flujo de actividad dentro de un bucle neuronal.

En cierto modo, subyace la consideración de una población de neuronas, representable como una constelación de estímulos, que es reactivada cuando un elemento o una parte de la constelación es activado. Esta activación es un fenómeno asociativo. Y, la asociación resulta de la coincidencia temporal o de la contigüidad de los estímulos. La coincidencia facilita ciertas conexiones y procesos dentro de la población celular, de tal manera que cuando uno de los estímulos es encontrado de nuevo, la población total se reactiva.

Este último extremo, podría conducirnos fácilmente a la memoria intermedia, la cual será objeto de una nueva entrada.

 

Hasta luego y buena suerte.

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Fuente:

  • Texto: Guyton and Hall Textbook of Medical Physiology, Elsevier.
  • Imágenes: Microsoft y Guyton and Hall Textbook of Medical Physiology, Elsevier.

Procesamiento de la información y memoria

domingo, octubre 10th, 2010

Entre las funciones del sistema nervioso, tal vez la más importante sea el procesamiento de la información aferente a partir de la cual proceder a la elaboración de repuestas motoras y mentales adecuadas. No obstante, previamente, antes de procesar la información sensorial, nuestro sistema nervioso procede a una filtración de la información; esto es, una primera selección. Tenemos experiencias sensitivas porque nuestros receptores sensitivos nos dan cuenta de ellas. Estos receptores pueden ser nuestra visión, la audición, el tacto,… Una reacción sensitiva puede dar lugar, en ocasiones, a una reacción inmediata desde el cerebro; y, en otros casos, a la formación del recuerdo de la experiencia que se conservará durante minutos, días o años. En este caso, es muy probable que tengamos reacciones posteriores.

Podemos apreciar la existencia de un filtro de la información entrante o aferente si nos detenemos a pensar que nuestro cerebro desestima más del 99% de la información sensorial que somos capaces de percibir. Nuestro cerebro considera, en estos casos, que la información en cuestión carece de importancia o interés. Así normalmente no percibimos el reloj que llevamos en la muñeca o el anillo de nuestro dedo, tampoco la presión que ejercemos sobre el asiento cuando nos sentamos. Igualmente, sólo prestamos atención a uno de los múltiples objetos que se encuentran en nuestro campo visual o auditivo.

En cambio, cuando nuestra mente considera que se encuentra ante una información relevante o importante, la canaliza de inmediato hasta las regiones integradoras y motoras adecuadas del encéfalo para, desde ahí, generar respuestas convenientes. Esta canalización y procesamiento de la información se corresponde con la función integradora del sistema nervioso.

Es especialmente llamativo que en situaciones de alerta, pongamos en marcha mecanismos más intensos y eficaces de procesar la información. Un caso evidente de ello son las situaciones de estrés agudo.

Las sinapsis neuronales juegan un papel importante en el procesamiento de la información. Una sinapsis es el punto de encuentro entre dos neuronas y, por ello, se convierte en controladora de la transmisión de información. La acción de las sinapsis en la transmisión de la información puede ser de facilitación o de inhibición dependiendo de si dejan pasar la información (la potencian) o si la bloquean (frenan). Desempeñan pues una función de selección.

Como hemos dicho, la información aferente puede desencadenar una repuesta motora inmediata. Pero esta circunstancia concurre en escasa ocasiones; o, mejor dicho, solamente una escasa parte de la información sensorial importante conduce a una respuesta inmediata. Por el contrario, gran parte de los datos que recogemos se almacenan para un uso posterior bajo la forma de una regulación de la actuación motora o en los procesos mentales. Esta mayoría de datos se conserva en la corteza cerebral, aunque también la base del encéfalo y la médula espinal pueden almacenar pequeñas cantidades de información.

Se denomina memoria al almacenamiento de información. También las sinapsis contribuyen al mismo, pues cada vez que una determinada categoría de señales sensoriales atraviesan una serie de sinapsis, aumenta la capacidad de las mismas para transmitir dicho tipo de señales en una ocasión posterior. Es un proceso que se denomina facilitación. Si las señales sensoriales han pasado muchas veces por las sinapsis, éstas han quedado tan facilitadas que las señales generadas en el propio cerebro se transmiten impulsadas con la misma secuencia de sinapsis aunque no se hayan excitado los receptores y las aferencias sensitivas. La persona tiene la impresión de haber experimentado las sensaciones originales, aunque en realidad sólo se trata de recuerdos de las sensaciones anteriores.

La plasticidad neuronal (neuroplasticidad, plasticidad neural o plasticidad sináptica) constituye una propiedad de la naturaleza y funcionamiento de la comunicación neuronal. El paso de información (eferente o aferente, saliente o entrante) por las neuronas y las sinapsis deja un conjunto de huellas que modifican la eficacia de la transmisión misma de información y conforma la constitución de una cosmovisión en lo que lo anterior modifica la percepción de los siguientes.

Una vez que los recuerdos se han almacenado en el sistema nervioso, se convierten en una parte del mecanismo cerebral de procesamiento de la información. Los recuerdos ayudan a seleccionar las nuevas experiencias sensoriales de importancia y a canalizarlas hacia las áreas apropiadas de almacenamiento para usarlas en el futuro o hacia las áreas motoras para generar respuestas corporales inmediatas.

En una próxima entrada abordaremos la cuestión del diferente funcionamiento sináptico en las respuestas inmediatas y el almacenamiento de la información.

Hasta luego y buena suerte

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Fuente:

  • Texto: Guyton and Hall Textbook of Medical Physiology, Elsevier.
  • Imágenes: Microsoft y Guyton and Hall Textbook of Medical Physiology, Elsevier.

Inteligencia y demencia

jueves, septiembre 2nd, 2010

La demencia: entre factores genéticos y ambientales

La demencia es un trastorno que afecta, en la actualidad, a más de 35 millones de personas. Se estima que en 2050 habrá más de 100 millones de personas que presenten el trastorno. La demencia se caracteriza por un deterioro cognitivo adquirido, con una gravedad que afecta al funcionamiento social y profesional del enfermo. El tipo más común de demencia es la enfermedad de Alzheimer. El impacto de la demencia transciende a la salud y al bienestar del paciente, para incidir en el bienestar de la familia y del cuidador, además del importante coste social y económico.

La demencia se caracteriza por un desarrollo patológico previo a los primeros síntomas y deficiencias de varios años antes. Identificar los factores que intervienen en ese desarrollo permitiría reducir de forma eficaz la cargar de la demencia en los años posteriores. Para ello, sería necesario realizar esfuerzos en prevención.

El riesgo de sufrir demencia se asocia tanto a factores genéticos como ambientales. Mientras los primeros no son modificables o no lo son fácilmente, sí que es posible intervenir en los segundos. No obstante, se considera que la intervención de los factores no se dirige a la manifestación o no del trastorno, sino al momento en que esté se expresará.

Entre los factores modificables, no genéticos, vinculados sistemáticamente al riesgo de sufrir demencia y que intervienen en etapas medias de la vida, se pueden citar (de modo no exhaustivo) (Hughes & Ganguli, 2010):

  • las enfermedades vasculares,
  • la dieta,
  • el ejercicio y
  • la actividad mental.

Centrándonos en la actividad mental. Una expresión de la relación de la misma y la demencia, no la ofrece la hipótesis de la reserva cerebral o cognitiva.

La reserva cerebral

La hipótesis de la capacidad de reserva cerebral fue introducida hace casi 20 años con el propósito de explicar la observación de una ausencia de correlación fuerte entre la enfermedad de Alzheimer y sus síntomas clínicos. La inteligencia o la experiencia de la vida pueden proporcionar la reserva en la forma de habilidades que permiten que algunas personas atenúen los síntomas de la degeneración neuronal mejor que otras. Los estudios epidemiológicos, clínicos y neuropatológicos sugieren que la educación es un importante factor de tal experiencia. Se ha mostrado, por ejemplo, que la asociación entre la enfermedad y sus síntomas cognoscitivos se ve atenuada por el número de años de educación. Los estudios de imaginería también proporcionan la evidencia para la hipótesis de la capacidad de reserva cerebral. Al considerar el reducido flujo cerebral de la sangre y la tasa de utilización cerebral de glucosa (rCGMglc) como marcadores indirectos de la enfermedad de Alzheimer, pacientes con más años de enseñanza tienen un fuerte déficit en las regiones afectadas típicamente por la patología.

En esencia, la hipótesis de la reserva cerebral asume que tanto la inteligencia innata como las experiencias de la vida (educación, actividades, etc.) pueden proporcionar una reserva en la forma de habilidades cognitivas que permiten a algunas personas tolerar mejor que a otras los cambios patológicos del cerebro.

Inteligencia y demencia

Algunos autores, como Dennis y colaboradores (2000), entienden que la reserva cerebral se refiere al tejido del SNC disponible para el cambio adaptativo, o la plasticidad en respuesta a los eventos normales y anormales ocurridos durante toda la vida. Mientras que la reserva cognitiva se relaciona con la inteligencia, la cual se usa para definir la capacidad adaptativa, la eficiencia y la flexibilidad en la resolución de problemas a través de varios dominios, presentándose desde la educación y la experiencia. La reserva cerebral y la cognitiva interactúan entre ellas, por ejemplo, una mayor reserva cognitiva, entendida como las estrategias y habilidades conseguidas gracias a un alto nivel educativo y ocupacional, hace tener un mayor número de neuronas y densidad sináptica (véase Rodríguez Alvarez y Sánchez Rodríguez).

Existen dos estudios que se han centrado en el análisis prospectivo del papel desempeñado por las actividades cognitivas en la edad media sobre el riesgo de sufrir demencia en el caso de la enfermedad de Alzheimer (Crowe et al., 2003; Carlson et al., 2008). Ambos estudios incluyen un análisis doble con el propósito de someter a control el papel de la genética y del entorno no controlado de las primeras etapas de la vida. En ambos casos, se sugiere que una mayor participación en actividades cognitivamente estimulantes se asocia a una disminución del riesgo de sufrir demencia y de padecer la enfermedad de Alzheimer en las mujeres.

Participar en actividades mentalmente estimulantes puede considerarse como la estrategia más directa para aumentar la reserva cerebral mediante la inducción de neurogénesis y sinaptogénesis, el aumento de la reactividad sináptica del hipocampo, la mejora de la vascularización cerebral, la disminución del depósito de Aβ en el cerebro, la reorganización de redes neurocognitivas, la atenuación de las reacciones adversas de las hormonas del estrés en el cerebro y la modificación de la asociación entre la densidad de las lesiones de la sustancia blanca, que refleja microangiopatía, y el rendimiento cognitivo (Hughes & Ganguli, 2010).

Aunque los resultados de los estudios son prometedores, se carece de datos suficientes para establecer una lista específica que incluya las actividades cognitivas particulares a realizar, su frecuencia, su dosificación y su duración, de modo que se puede ofrecer protección suficiente contra la demencia.

 

Hasta luego y buena suerte.

 

 

Referencias

  • Hughes T, Ganguli M. Factores de riesgo de demencia en la vejez modificables en las etapas medias de la vida. Rev Neurol 2010; 51: 259-62.
  • Rodríguez Álvarez M, Sánchez Rodríguez JL. Reserva cognitiva y demencia, Anales de psicología, 2004; 20(2): 175-186.
  • Crowe M, Andel R, Pedersen NL, Johansson B, Gatz M. Does participation in leisure activities lead to reduced risk of Alzheimers disease? A prospective study of Swedish twins. J Gerontol B Psychol Sci Soc Sci 2003; 58B: 249-55.
  • Carlson MC, Helms MJ, Steffens DC, Burke JR, Potter GG, Plassman BL. Midlife activity predicts risk of dementia in older male twin pairs. Alzheimers Dement 2008; 4: 324-31.

La felicidad y sus caminos

jueves, julio 1st, 2010

La felicidad puede ser considerada de múltiples maneras, como también son múltiples los caminos que a ella conducen. En esta nota recogeremos de la mano de Ferran Salmurri y de su libro Libertad emocional (Paidos, 2004), una forma de entenderla y algunas pistas para procurársela.

La felicidad

La felicidad es, entre otras cosas, una situación psicológica que proporciona sensaciones placenteras y modula de manera agradable y positiva la recepción y la interpretación de los impulsos recibidos del entorno, del almacenase de la memoria o de los propios receptores corporales.

La felicidad se asocia con

  • La autoestima
  • El autocontrol de la conducta
  • El autocontrol emocional
  • El estilo cognitivo
  • Las relaciones con los demás.

Autoestima

La autoestima es el valor emocional, el aprecio y la consideración que nos damos a nosotros mismos, a nuestra propia identidad como persona. Contribuye a sentirnos responsable ante nosotros mismos, ante nuestros actos; a aceptar que nuestra conducta depende de nuestras propias elecciones y no de las circunstancias externas que nos envuelven.

La autoestima no es innata. Por el contrario, puede formarse por medio de:

  • La autovaloración. Es decir, la valoración de nuestra propia vida, de cómo nos va en la vida en relación con nuestras expectativas. Valoramos en función de las expectativas; por ello, es conveniente que éstas estén bien ajustadas.
  • La información sobre nosotros que recibimos de los demás. Los demás nos remiten una serie de informaciones sobre nosotros mismos. Nosotros podemos “controlar” determinados elementos que los demás utilizan para formular y emitir dicha información.
  • El estilo cognitivo que utilizamos para evaluarnos. Es decir, en qué medida somos capaces de reconocer en nosotros aspectos positivos o no. Una conducta positiva es fundamental, teniendo en cuenta que ello no significa ser ingenuo.

Solemos evaluarnos acerca de

  • La aceptabilidad o rechazo por parte de los demás
  • Experimentación de sentimientos positivos en las relaciones sociales
  • En qué medida nuestras expectativas son realistas
  • Somos capaces de alcanzar un satisfactorio nivel de realización (de adecuación a las expectativas).

Autocontrol de la conducta

La felicidad suele acompañarse de un mejor autocontrol de la propia conducta. Es decir, las personas felices suelen llevar a cabo con mayor frecuencia y a buen puerto aquello que se proponen. La conducta se refiere al modo en que nos comportamos, cómo gobernamos nuestra vida y dirigimos nuestros actos.

El autocontrol de la conducta es la capacidad para dirigir la propia conducta hacia donde uno decide; la capacidad de realizar y llevar a la práctica los propios propósitos. La conducta dirigida por objetivos parece ser importante (Véase la entrada “Introducir el cambio en la vida cotidiana“).

Este autocontrol de la conducta exige también una autoeficacia; es decir, el juicio sobre nuestras capacidades para organizar y ejecutar actor y acciones que nos permitan alcanzar nuestros objetivos y el rendimiento deseado.

Las dificultades para la mejora en el autocontrol de la conducta provienen de:

  • La falta de hábitos adecuados de esfuerzo y constancia
  • La impulsividad: el hábito de actuar sin evaluar las consecuencias del propio comportamiento y sus diferentes opciones
  • Los pensamientos negativos que aparecen en el momento de realizar un esfuerzo o de ponerse a ejecutar una acción
  • Las creencias sociales comunes en relación con el esfuerzo, el trabajo y la perseverancia en el sentido de que están reñidos con la felicidad.

Autocontrol de la conducta y autoestima se relacionan directa e indirectamente. Se trata de una relación que depende mucho del lenguaje que empleemos con nosotros mismos, de qué palabras utilicemos para describirnos y para valorarnos.

Autocontrol emocional

Las personas más felices suelen disponer de un mejor autocontrol emocional, un estado de ánimo alto y estable. Estas personas no pierden el control con facilidad, no se suelen ver afectadas por los pequeños acontecimientos cotidianos de la vida, los resuelven fácil y rápidamente, y, tal vez por ello, no tienen un sufrimiento emocional cotidiano, ni tampoco un sufrimiento excesivo. Muestran una menor variabilidad en su estado de ánimo y sus sentimientos y emociones son más estables.

El autocontrol emocional es la capacidad para dirigir el propio estado de ánimo, los propios sentimientos y emociones; es disponer de la capacidad de control para lograr una estabilidad emocional.

Un buen autocontrol emocional comporta estabilidad y control de las circunstancias estresantes. Las experiencias estresantes también están especialmente motivadas por nuestros propios pensamientos, por la percepción que tenemos de los acontecimientos. Las experiencias estresantes procedentes de nuestro pensamiento depende, en gran medida, de los hábitos mentales, de nuestro estilo cognitivo.

Estilo cognitivo

Hemos hablado del autocontrol y la autoeficacia de la conducta, pues bien la conducta humana está mediada por la cognición.

La cognición se refiere al conocimiento, la apreciación, la percepción, la imagen y la evaluación. Hace referencia a la facultad de las personas para procesar información a partir de la percepción, el conocimiento adquirido (por medio de la experiencia o de otras personas) y características subjetivas que permiten valorar y de la información.

Un estilo cognitivo positivo se asocia con la felicidad. Esto es, la autopercepción de felicidad se acompaña de una percepción más frecuente de los aspectos positivos de los acontecimientos o de los comportamientos propios y ajenos. Las personas felices no suelen anticipar acontecimientos negativos; tampoco suelen tener pensamientos negativos, catastróficos o exagerados.

Relaciones con los demás

Las personas más felices mantienen amplias y positivas relaciones con las otras personas, tanto en términos de calidad como de cantidad. No perciben negativamente ningún encuentro, no les molesta estar con los demás. Ello no quiere decir que busquen enloquecidamente estar rodeados de otras personas. Significa que buscan aprovechar satisfactoriamente el encuentro con otras personas, explorar el lado interesante que puede tener una relación con los demás.

En las relaciones con los demás, la empatía es un concepto importante. Se refiere al grado de sintonía afectiva con los demás y con el ambiente circundante. Es la capacidad para percibir correctamente la experiencia de otra persona y, en consecuencia, para tener presentes sus sentimientos, emociones y necesidades. Es la capacidad de ponerse en el lugar de otro.

En definitiva, la autoestima, el autocontrol de la conducta, el autocontrol emocional, el estilo cognitivo y las relaciones con los demás son un buen camino para procurarnos la felicidad.

Hasta luego y buena suerte.

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Crédito de las fotografías: ©Microsoft.

Motivación, motivos y sus explicaciones (2)

sábado, junio 12th, 2010

Sage (1977) definió la motivación como el proceso que determina el origen, la dirección y la persistencia de una determinada conducta. La motivación puede también definirse como un proceso interno que activa, dirige y mantiene la conducta hacia un objetivo por lo que dicho proceso conduce a las personas a dirigir sus esfuerzos a alcanzar una meta. Dicha dirección se acompaña de un grado de intensidad determinado para su consecución (Cashmore, 2002).

Por ejemplo, en psicología del deporte, la motivación se define como “el factor disposicional que depende de ciertas características del sujeto, como su condición (física y psíquica) actual o su biografía (gustos, preferencias, etc.), así como de objetos o eventos a los que tiende a acercarse o a alejarse(…), que aumentan o disminuyen en cada momento el valor motivacional, así como de las relaciones -actuales e históricas- de ese individuo con sus motivos particulares” (Dosil y Caracuel, 2003, pp. 176). Esta definición supone diferenciar entre motivación y motivos.

Los motivos serán las causas o razones específicas de las personas que explican el inicio, cambio o detención de una conducta así como el grado de intensidad de la misma. La motivación hará referencia a los procesos psicológicos básicos que explican, precisamente, porque los diferentes motivos actúan diferencialmente en los comportamientos motivados; es decir, por qué y cómo los motivos nos motivan (Cantón, 1999a).

Las teorías motivacionales que realizan una explicación motivacional centrada en actividad tales como el deporte son fundamentalmente cuatro:

  • la teoría de la motivación de logro,
  • la teoría de la motivación intrínseca-extrínseca,
  • la teoría atribucional y
  • la teoría de la autoeficacia.

La motivación de logro

Desde el enfoque de la teoría de la Motivación de Logro (Atkinson, 1957, McClelland, 1961), la motivación depende de cómo se combinen los componentes motivacionales. Entre los componentes de la motivación encontraremos

  • los factores personales o de personalidad,
  • los factores situacionales y
  • la interacción de los mismos (Dosil, 2004; Weinberg y Gould, 1996).

Con respecto a los factores personales, las personas tienen fundamentalmente una de las dos orientaciones de logro: alcanzar el éxito o evitar el fracaso. Alcanzar el éxito se correspondería con la capacidad de sentir orgullo o satisfacción al realizar una actividad. Por otra parte, evitar el fracaso se relacionaría con la capacidad de sentir vergüenza como consecuencia del fracaso. Nuestra conducta, según esta teoría motivacional, estará influida por el equilibrio entre ambos motivos.

Ilustración 1.- Factores personales de la motivación

El segundo componente de esta aproximación teórica está constituido por los factores situacionales que incluyen la probabilidad de éxito en la situación o en la tarea: dependerá de quién sea el adversario, de la dificultad de la tarea y el valor del incentivo, entendido éste como el valor que la persona le otorga.

El tercer componente incluye las tendencias resultantes de la interacción, las cuales se manifestarían en la búsqueda de éxito o la evitación del fracaso, con sus consiguientes reacciones emocionales de orgullo por ganar o vergüenza por perder.

La conducta de logro será el resultado de la interacción de los diferentes componentes y en función de la combinación de éstos, el individuo preferirá realizar un tipo de tareas u otras, con mayor o menor grado de riesgo (Atkinson, 1957, McClelland, 1961).

La motivación intrínseca y la motivación extrínseca

Según la teoría de la Motivación Intrínseca-Extrínseca (Deci y Ryan, 1985), las personas con una motivación interna presentan una alta curiosidad, combinada con una clara tendencia a explorar el entorno y emprenden las actividades sin necesidad de recibir gratificaciones externas. Por el contrario, las personas con motivación extrínseca pueden requerir la presencia de recompensas externas para continuar con su actividad. Así, las recompensas cumplen las funciones bien de control o bien la función informativa.

(Sobre la motivación intrínseca y extrínseca, véase la entrada “Aprendizaje, motivación y estrategias de estudios“).

La teoría atribucional

La Teoría de la Atribución (Heider, 1958; Weiner, 1972) considera que los individuos interpretan su conducta y valoran los resultados de las mismas (éxito/fracaso) en función de las atribuciones que hacen de la misma conducta: cómo se interpreta el éxito y el fracaso.

Weiner considera que, en general, las personas suelen referirse a cuatro conjuntos principales de atribuciones para sus éxitos y sus fracasos: la capacidad, el esfuerzo, la suerte y la dificultad. Estos factores son clasificados según su variabilidad o estabilidad, y según su causa interna o externa. A su vez, pueden clasificarse también bajo la perspectiva de la controlabilidad, que posibilita la distinción entre elementos que las personas creen que están bajo su control y los que no lo están.

Ilustración 2.- Conjunto de atribuciones motivacionales para el éxito o el fracaso

  • La estabilidad hace referencia a que atribuyamos a una causa un carácter relativamente permanente o no y, por tanto, que sea percibido como estable o inestable.
  • El origen o localización de la causa remite a factores internos (uno mismo) o a factores externos (ajenos a la propia persona). Un éxito atribuido a causas internas se refleja en sentimientos de orgullo y confianza, mientras que en las atribuciones externas del éxito, los sentimientos experimentados serán de sorpresa.
  • En el caso de la controlabilidad, la persona considera en qué medida puede controlar la causa de un determinado hecho o, en qué grado se trata de un factor sobre el cuál no existe posibilidad de intervenir. Las personas que consideran que su ejecución es debida a los factores sobre los que tienen control, como el esfuerzo, experimentan mayores reacciones emocionales positivas que aquellos que piensan que su ejecución no está relacionada con su control (McAuley, Russell y Gross, 1983).

En función del tipo de atribuciones que realice la persona y de la forma en que se combinen las dimensiones atribucionales, éstas explicarán sus éxitos y sus fracasos de forma diferente, con la consiguiente influencia sobre su motivación posterior.

Ilustración 3.- Perspectivas de la atribuciones de la motivación

La teoría de la autoeficiencia

La Teoría de la Autoeficacia postula que la motivación para llevar a cabo una actividad aumenta cuando las expectativas de que una determinada conducta puede llevar a unos resultados específicos, más cuando éstos son altamente valorados (Bandura, 1986). Las personas buscan y esperan optimizar sus resultados, independientemente de sus probabilidades reales. Las expectativas se fundamentan en la percepción que tiene la persona sobre su capacidad para enfrentarse con éxito (o no) las diferentes tareas, obteniendo en función de ello un mayor o menor grado de autovaloración; es decir, nos estamos refiriendo a las variables autoeficacia y autoestima.

Según la teoría de la autoeficacia, las expectativas son básicamente de dos tipos: expectativas de autoeficacia y expectativas de resultados.

  • Las expectativas de autoeficacia, son las creencias que tiene la persona acerca de sus propias capacidades para llevar a cabo con éxito un determinado comportamiento.
  • Las expectativas de resultado hacen referencia a la creencia que tiene la persona de que un determinado comportamiento irá seguido de unas determinadas consecuencias.

Ambos tipos de expectativas influyen en la posterior conducta motivada.

En la elaboración de las expectativas, la persona recibe la información para crear sus expectativas de cuatro fuentes:

  • sus logros de ejecución o propias experiencias de capacidad;
  • el modelado o aprendizaje por observación;
  • la persuasión verbal; y,
  • la interpretación de los cambios fisiológicos o arousal emocional (Weinberg y Gould, 1996).

 

Hasta luego y buena suerte.

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Fotografías: © Microsoft

Introducir el cambio en la vida cotidiana

miércoles, abril 21st, 2010

Por Luca Coge

En su libro Coaching: el método para mejorar el rendimiento de las personas (Paidós, Barcelona, 2003), John Whitmore presenta lo que en su opinión son los aspectos fundamentales para introducir el cambio y el mejor desempeño en la actuación de las personas. El cambio y la mejora en el desempeño no necesariamente se refieren a grandes hazañas, también se aplica a nuestra vida cotidiana. Las personas encontramos la satisfacción de nuestra vida tanto en los grandes actos como en la cotidianidad de la vida, de hecho una buena relación entre ambos puede contribuir a nuestra satisfacción y felicidad.

El Coaching, tal y como lo sugiere John Whitmore, comprende una serie de preguntas sobre nuestras pretensiones y la (auto)búsqueda de las actuaciones que permite con una alta probabilidad alcanzarlas. Las preguntas no se dirigen a una reflexión existencial; más bien deben estar investidas de un sentido práctico: su razón de ser es conducirnos a una acción factible, realizable por nosotros y que nos conduzca, inevitablemente, a las metas establecidas.

Para Whitmore, la secuencia de preguntas que debemos realizarnos contempla cuatro etapas y que proporciona el acrónimo grow:

  1. Goal: establecer la meta, tanto para el corto como para el largo plazo
  2. Reality: examinar la realidad para explorar la situación presente
  3. Options: contemplar las opciones y estrategias o cursos de acción alternativos
  4. What: determinar qué se va a hacer, cuándo (when) y quién (whom) lo hará y la voluntad de hacerlo.

Esta secuencia plantea diferentes cuestiones. En esta entrada, vamos a concentrarnos en una parte de ellas, que iremos complementado y ampliando en futuras entradas al blog.

En primer lugar, puede parecernos sorprendente o insólito establecer las metas antes de examinar la realidad. Podría pensarse que estamos escribiendo la carta a los Reyes Magos o al Papa Noel, sin demasiadas esperanzas de obtener satisfacción a nuestras peticiones. Es cierto que en ocasiones las personas se contentan no con alcanzar unas metas, sino simplemente en formular sus propósitos. Pensar en perder unos quilos permite visualizarnos, por un momento, con unos kilos de menos, una imagen gratificante, satisfactoria y que nos ofrece un instante de felicidad.

El objetivo, no obstante, no son estos momentos fugaces de felicidad. En cambio, el sentido de formular las metas antes del examen de la realidad es otro: escapar a una perspectiva negativa en la formulación de las metas. Debe tenerse en cuenta que las metas que se basan sólo en la realidad presente pueden resultar negativas:

  • Ser una respuesta a un problema
  • Estar limitadas por el desempeño pasado
  • Carecer de creatividad debido a una simple extrapolación
  • Producir incrementos más reducidos que los potenciales o incluso ser contraproducentes

Las metas a corto plazo también pueden desviarnos de las metas a largo plazo. Una buena imagen de cómo alcanzar metas a corto plazo sin una perspectiva nos aleja de la meta de largo plazo es un laberinto. A corto plazo, dentro de un laberinto, tomamos decisiones respecto a si debemos dirigirnos hacia la derecha o hacia la izquierda, seguir a adelante o volver a atrás; pero somos incapaces de saber si estas decisiones nos conducen verdaderamente a la salida del laberinto o, en cambio, nos abocan a un callejón sin salida.

En otras palabras, resolvemos problemas, pero ello no nos garantiza una meta. Conviene pues definir unas metas que vayan más allá de la mera resolución de los problemas, que rebasen el corto plazo. No obstante, ello no implica que no necesitamos metas de corto plazo, o metas de desempeño. Las necesitamos, entre otras razones, como una guía de que vamos por el buen camino y, también, porque cuentan con un importante efecto reforzador y de mantenimiento de la motivación.

Las metas solucionadoras de problemas sólo tienen sentido como escalones que conducen a las metas motivadoras.

Ilustración 3.- Tipos de metas

 

 Además, existe una tendencia a establecer metas sobre la base de lo que se ha hecho antes, en el pasado, en lugar de lo que se puede hacer en el futuro. Esto es un riesgo pues nos conformamos con alcanzar metas sobre la base de lo que “sabemos que podemos hacer”, de aquello que para nosotros mismos es evidente que es realizable.

Esto supone renunciar a lo que podemos llegar a hacer algo nuevo, a ir más lejos; es más renunciamos a pensar que podemos hacer más: es una renuncia a preguntarnos a nosotros mismos, a plantearnos seriamente si podemos hacer más de los que hemos venido haciendo hasta el presente. Renunciamos a lo posible. Y, éste es un hábito mal sano.

Las metas que se establecen para dar con una solución ideal a largo plazo, y luego determinar los pasos realistas hacia ese ideal, son generalmente más inspiradoras, creativas y motivadoras. Tienen un papel inestimable: dan sentido y orientan las acciones cotidianas, son un criterio fundamental para decidir muchos aspectos banales de nuestra vida cotidiana. Informan la acción, resuelven los problemas cotidianos de modo satisfactorio y eficaz para las metas a largo plazo. Son esenciales.

Estas metas últimas deben definirse teniendo en cuenta diferentes aspectos. Por las consideraciones previas, conviene definirlas antes de examinar la realidad. Pero metas y realidad no son ajenas. Se tiene que reconsiderar las metas tras examinar la realidad. Las metas deben ser alcanzables, por tanto debemos contemplar la realidad. Pero este tipo de pragmatismo no es sinónimo de renuncia.

Ilustración 4.- revisar las metas tras el examen de la realidad

 

Nuestro examen de la realidad difícilmente será completo y objetivo. Ésta es una buena razón para no determinar nuestras metas tras explorar la realidad. De hecho, a medida que vayamos acercándonos a nuestras metas, comprobaremos que nuestro examen de la realidad se modifica, nuestra interpretación de los problemas, de las posibilidades y de las necesidades será muy diferentes.

Al igual que las metas deben reciclarse tras el examen de la realidad, también deben reconsiderarse una vez establecidas las opciones de actuación. Nuestras opciones tendrán en cuenta nuestras metas y la realidad.

Ilustración 5.- repensar la relacion entre las opciones y la meta revisada por la realidad

Finalmente, antes de establecer el qué y el cuándo es necesario hacer una verificación para ver si responde a la meta. Tanto el qué como el cuándo se mueven entre dos extremos: uno, el de la dificultad, y otro, el de la evidencia. En ocasiones, resulta difícil establecer qué debemos hacer y cuándo debemos actuar; en cambio, en otras ocasiones, tanto el qué como el cuándo se definen de manera casi espontánea: que nos situemos en un extremo o en el otro, depende mucho de cómo hayamos definido nuestras metas y de nuestro examen de la realidad.

Ilustración 6.- El qué y el cuándo comporten la meta

En definitiva, es importante que nuestras decisiones y acciones cotidianas se inscriban en unas metas motivadoras y responda proactivamente a un examen de la realidad.

Hasta luego y buena suerte

Créditos:

Texto: Luca Coge

Imágenes: Microsoft

La programación neurolingüística (1)

jueves, marzo 11th, 2010

Por Luca Coge

La programación neurolingüística es una escuela de pensamiento pragmático que sostiene que toda conducta humana se desarrolla sobre una «estructura» o «plantilla de pensamiento» aprendida, la cual puede ser detectada para ser modelada (copiada) por otras personas y obtener con ello resultados similares. Se sustenta en la teoría constructivista, pues define la realidad como una invención: el ser humano no opera directamente sobre el mundo real en que vive, sino que lo hace a través de representaciones mentales del mismo que determinan la forma en que cada individuo percibe el mundo.

El pensamiento de cada uno es la base de creación de la realidad, de la verdad, esto es un “mapa del mundo”. El lenguaje refleja nuestros pensamientos y nuestras experiencias, conecta el mundo exterior y el mundo interior. El lenguaje es un filtro y la riqueza del lenguaje contribuye a enriquecer los mundos (externo e interno).

La Programación Neurolingüística (PNL) estudia los patrones mentales con la intención de conocer los procesos mentales que usamos para codificar información, para elaborar nuestras formas de pensar y de actuar: nuestros pensamientos están conformados de palabras, de lenguaje (lingüística); cuando reiteremos en el uso de las palabras, éstas convierten el mensaje en un programa, el cual ya instalado produce emociones que dirigen nuestras conductas y nuestras reacciones.

Desde la perspectiva de la programación neurolingüística, el lenguaje afecta a la bioquímica y la fisiología de nuestro organismo. Una afección que está detrás de la incidencia de nuestro lenguaje en nuestras acciones.

Desde el nacimiento se va desarrollando nuestro pensamiento y nuestro lenguaje en determinadas direcciones y contenidos, todo ello dar lugar a la generación de programas que se instalan que conformarán las emociones e informarán las conductas. Algunos programas son funcionales y nos ayudan en nuestra vida cotidiana, otros en cambio son disfuncionales y dificultan la dificultan.

El propósito de la programación neurolingüística es contribuir a la autopercepción de de estos programas y al reconocimiento de los programas que guían a las personas de nuestro entorno. El auto-reconocimiento de los programas que poseemos permitirá diagnosticar su funcionalidad para mantener unos programas y deshacernos de otros. El PNL contribuye a mejorar el control de las emociones, a cambiar las conductas, tener un pensamiento más positivo y, con ello, se propone optimizar tus capacidades y, por esta vía, mejorar las relaciones familiares y profesionales. Hace posible la elaboración e implementación de nuevas opciones de vida.

Si somos capaces de identificar, en nosotros o en los otros, logros, también podemos replicarlos estos pensamientos, ese lenguaje y esa conducta en otros ámbitos y, de este modo, mejorar nuestro entorno personal, familiar y profesional.

 

Hasta luego y buena suerte    

Comportamiento económico: aprendizaje vicariante y efecto rebaño en las burbujas económicas

lunes, marzo 1st, 2010

L. Coge & E. Furió

El aprendizaje Vicariante u observacional se produce cuando un animal observa a otro animal realizar una tarea aprendiendo entonces esta tarea más rápidamente. En el ser humano, este tipo de aprendizaje se aplica a la forma en que imitamos y seguimos ejemplos, aprendemos de experiencias ajenas y direcciones simbólicas para desarrollar habilidades y alcanzar objetivos. Por eso también se denomina aprendizaje social.

En el aprendizaje vicario, el refuerzo es de otra índole y se basa en procesos imitativos cognitivos del sujeto que aprende con el modelo. En los primeros años, los padres y educadores serán los modelos básicos a imitar. El refuerzo es el estímulo que refuerza una conducta. Es cualquier consecuencia o acontecimiento que, cuando se hace contingente respecto a una respuesta previa, aumenta la probabilidad de que esa respuesta aparezca de nuevo en el futuro. El refuerzo puede ser intrínseco o extrínseco, positivo o negativo. El reforzador, igual que los estímulos aversivos se define en función de su efecto sobre la conducta, no por sus características inherentes. Es decir, aunque un estímulo pueda ser considerado en general como reforzador no lo será en los casos en que no haga más probable una conducta.

Son muchos los ejemplos de cómo los niños observan e imitan a sus padres y aprenden de lo que les sucede a sus hermanos, cuando éstos son regañados o premiados, y entonces rigen su actuación con base en sus observaciones. Así se aprenden los valores y las normas sociales —que son adecuadas o no según cada cultura-, cómo manejar los impulsos agresivos, cómo prestar y compartir las cosas,… Estos procesos se dan toda la vida.

El aprendizaje vicariante se diferencia del aprendizaje activo. Éste consiste en una adquisición de conocimientos gracias a la realización de actividades, es una aprender haciendo. En contraste, el aprendizaje vicario es aprender a partir de la observación de lo que los otros hacen. Por la mera observación de las acciones de los otros y de las consecuencias que éstas comportan, se aprender a repetir o evitar esa conducta o una acción.

Albert Bandura sostiene que al ver las consecuencias positivas o negativas de las acciones de otras personas, las llevamos como si fueran fruto de nuestra propia experiencia en otras circunstancias. Podemos recrear las consecuencias posibles de diferentes cursos de acción sin necesidad de esperar a llevar a cabo previamente esas acciones, basta con la observación de las demás. Esto es significativamente importante cuando las motivaciones de nuestras acciones son expectativas sobre el futuro: resultados deseados, estados o situaciones que queremos alcanzar; cuando las causas de nuestras acciones son los efectos esperados de las mismas.

Observar a los demás, sus acciones y los resultados que de ellas obtienen es un atajo muy utilizado en los procesos de toma de decisiones. Puede contemplarse como un tipo particular de analogía. Haciendo uso de una presentación bastante común y extendida, podemos considerar la analogía como una comparación o una relación entre distintas ideas objetos o experiencias, de la cual obtenemos razonamientos o conductas sobre la base de la presencia de semejanzas entre ellas. La particularidad del aprendizaje vicariante es que tomamos la experiencia ajena para confeccionar las analogías.

El aprendizaje vicariante actúa, pues, como un recurso útil en la toma de decisiones pues hacemos uso del mismo cuando tenemos que tomar rápidamente una decisión o cuando no tenemos la suficiente información o la suficiente capacidad para procesarla. Un ejemplo bastante común y por muchos conocido es cuando acudimos con retrasado a una reunión de vecinos de modo que cuando entramos se está a punto de iniciar la votación a brazo alzado y tenemos que tomar rápidamente la decisión del sentido de nuestro voto sin saber sobre que se está votando, tal vez decidamos abstenernos. Pero también, puede ocurrir que veamos levantar la mano al vecino del tercero con quien coincidimos siempre que hay que tomar una decisión en la comunidad de vecinos o quien atribuimos un elevado y correcto juicio en la toma de decisiones, en este caso con mucha seguridad levantaremos la mano y votaremos lo mismo que él, pues consideramos que es una decisión con altas probabilidades de ser acertada.

Se trata de un ejemplo de analogía o de aprendizaje vicariante. Este tipo de actuación está muy extendida en todos los ámbitos. En el caso de la toma de decisiones públicas, basta recordar que la decisión del gobierno español de suprimir la publicidad en la televisión pública tuvo lugar poco tiempo después que el gobierno francés tomase el mismo tipo de decisión. Es cierto que puede tratarse de una simple coincidencia de calendario, pero es muy probable que se trate de un aprendizaje vicariante actuando en el terreno de la política pública.

En un terreno donde es especialmente importante este tipo de comportamientos en el ámbito económico. Una importancia que puede desprenderse bien su frecuencia o del alcance de sus consecuencias y que ha propiciado que tenga un nombre propio. Veámoslo.

El aprendizaje vicariante es particularmente importante cuando existen problemas de falta de información o incertidumbre sobre el estado actual o futuro (recuérdese nuestra anterior reunión de vecinos). Cuando estamos en situaciones de falta de información, o nos sentimos incapacitados para analizar la situación o la información disponible, en lugar de proceder por medio de un aprendizaje activo, puede resultar una buena estrategia hacer uso del aprendizaje vicariante y tomar en consideración las acciones de los demás que han conducido a resultados que considerados positivos o deseables. Es en situaciones de este tipo cuando surge lo que los economistas han dado en llamar comportamiento de rebaño o efecto rebaño (“herd behavior”).

El comportamiento de rebaño es particularmente importante en las burbujas económicas y, en particular, en las crisis financieras. Ha sido formalizada por Gwynne (1986), Banerjee (1992) y Scharfstein y Stein (1990). Estos dos últimos autores se han centrado en aplicaciones relativas los mercados financieros.

En estos casos, se establece la distinción entre inversores listos e inversores tontos. Los primeros reciben buenas señales informativas respecto del valor de una inversión, mientras que los segundos sólo reciben señales de ruido. A priori, es difícil, cuando no imposible, reconocer a unos otros. En cambio, a posteriori, una vez realizadas las inversiones en el mercado y conocidos los resultados obtenidos de las mismas, sí que podemos diferenciar unos de otros: si el inversor ha realizado una inversión rentable lo etiquetaremos de listo, pero si sus resultados son mediocres o negativos formará parte del grupo de los tontos. Si de repente un inversor que consideramos listo toma la decisión de deshacer todas sus posiciones en la bolsa, sin que aparentemente exista motivo alguno o nosotros lo desconozcamos, es muy probable que otros inversores actúen por analogía o sobre la base de un aprendizaje vicariante. Cuanto mayor sea el número de estos imitadores es más probable que otros se incorporen a las decisiones de venta. Los precios se hunden sobre todo por razones psicológicas y el mercado de valores se instala en una situación de crisis.

No obstante, el problema de este criterio de catalogación es que nos basamos en la experiencia pasada. Es cierto que lo mismo hacíamos antes con nuestro vecino y que es un criterio que frecuentemente se utiliza. Si existe un comportamiento de los valores que es sistemáticamente no predictible, es muy difícil distinguir a los inversores listos de los inversores tontos. Podemos pensar que en estos casos nos quedamos sin aprendizaje vicariante. La respuesta es que no, pues en estos casos podemos considerar como criterio para diferenciar a unos inversores de otros el grado de similitud que existe entre su comportamiento. Se trata que la diferenciación en la conducta penaliza la imagen que proyecta el inversor. Una inversión no rentable no es tan mala para su reputación cuando otros incurren en la misma equivocación. Los inversores listos tiende a recibir las mismas señales, mientras que los tontos no, por tanto, si un inversor mimetiza el comportamiento de otros, sugiere al mercado que ha recibido una señal que está en correlación con la suya propia por lo que es muy probable que sea listo. Si, por el contrario toma una posición contraria se le percibe como posiblemente tonto. De esta manera, si la información privada de un inversor le dice que una inversión puede tener un valor futuro negativo puede, sin embargo, llevarla a cabo si otros lo han hecho ya antes que él.

Un último aspecto interesante en esta relación entre el aprendizaje vicariante y la economía consiste en introducir las emociones. La función expresiva de las emociones juega también otro rol no menos importante en el aprendizaje vicariante y por ente en los mercados. Dado que una gran parte de la experiencia emocional adquiere en forma de aprendizaje vicariante; por ejemplo, que a veces cuando vemos a una persona asustada, nos asustamos también, sin conocer la causa de ese susto. La capacidad de las emociones en cierto modo de «contagiar» a los demás, es la base de la adquisición de la experiencia emocional propia, y también de ciertos fenómenos masivos, como por ejemplo lo es el pánico masivo,… o el pánico en los mercados financieros.

Hemos tratado la relación entre aprendizaje vicariante y crisis financieras. Conviene resaltar que los resultados que podemos alcanzar gracias al aprendizaje vicariante no son siempre adversos en absoluto. También interviene en otros casos con resultados mucho más favorables.

Un aspecto importante de estas notas es la necesidad de diferenciar más finamente entre aprendizaje vicariante y analogía. Pero de esto nos ocuparemos en una próxima entrada.

Hasta luego y buena suerte