Reserva cognitiva

abril 24th, 2014

La reserva cognitiva es un constructo neuropsicológico que se refiere a la habilidad de tolerar los cambios en las estructuras cerebrales relacionados con la edad o una patología dada. Esta “habilidad” permitiría al cerebro de alguno modo compensar las consecuencias de una patología dada (Alzheimer, demencia senil,…), sin llegar a presentar los síntomas clínicos correspondientes a la enfermedad o a la edad.

Un símil en modo alguno correcto consistiría en decir que podemos tener los genes correspondientes a una enfermedad dada, pero que dado nuestro estilo de vida nunca llegaremos a padecer dicha patología. Sin embargo, aquí la diferencia es sustancial porque sí que se llegan a desarrollar los síntomas clínicos de la enfermedad, pero el paciente consigue compensarlos de modo que, de hecho, no llega a padecerlos. Algunos autores, como Yaakov Stern (2010), llegan a considerar que la reserva cognitiva parece ser un cambio en la estructura misma del cerebro y de sus forma de procesamiento de la información. Evidentemente la gran incógnita es cómo llegar el cerebro a tales resultados.

Para Xiangfei Meng y Carl D’Arcy (2012), la Reserva cognitiva (CR) explica por qué las personas con mayor coeficiente intelectual, educación o nivel ocupacional tienen un menor riesgo de desarrollar demencia, enfermedad de Alzheimer (EA) o la demencia vascular (DV). En su trabajo también postulan la hipótesis de que CR reduce la prevalencia e incidencia de la Enfermedad de Alzheimer (EA) o demencia vascular. Asimismo, plantean la hipótesis de que entre los que tienen una mayor reserva cognitiva inicial (en contraste con los que tienen menos reserva), la ulterior manifestación de los síntomas se acompaña de una mayor patología cerebral. La aparición de la enfermedad clínica provoca consiguientemente una disminución más rápida en la cognición, y un aumento de la mortalidad entre las personas con mayor reserva cognitiva inicial.

Parece ser que la progresión de la enfermedad sigue caminos patológicos y clínicos claramente separados según la Reserva cognitiva del individuo.

No obstante, podemos tener la duda de si existe algún eslabón en el razonamiento que no se ha tenido en cuenta y existe alguna evidencia que no se ha tenido en cuenta o no se consigue interpretar correctamente. En este caso, la reserva cognitiva sería una explicación ad hoc para salir del paso para justificar una inconsistencia entre las teorías y explicaciones al uso y la evidencia empírica. En todo caso, las investigaciones futuras permitirán resolver esta cuestión.

L. Coge

___

Fuentes:

Xiangfei Meng & Carl D’Arcy (2012), Education and Dementia in the Context of the Cognitive Reserve Hypothesis: A Systematic Review with Meta-Analyses and Qualitative Analyses, PLoS ONE, Vol 7 Issue 6, 1-16 Published: June 04, 2012DOI: 10.1371/journal.pone.0038268

Yaakov Stern (2010), Cognitive Reserve, Neuropsychologia. Aug 2009; 47(10): 2015–2028. Published online Mar 13, 2009. doi: 10.1016/j.neuropsychologia.2009.03.004, ; available in PMC Aug 1, 2010

 

(C) Imagen: Fotalia.com

Memoria implícita y reflejos condicionados

septiembre 4th, 2013

Luca Coge

La memoria implícita, como hemos visto en una entrada anterior, incluye, entre otros, el aprendizaje no asociativo y el aprendizaje asociativo. El primero contiene la habituación y la sensibilización; y, el segundo el condicionamiento clásico y el condicionamiento operante.

Habituación y sensibilización

La habituación es una forma de aprendizaje que se produce cuando un estímulo neutro se repite varias veces. La primera ocasión que el estímulo se aplica, la novedad desencadena una reacción. Con las repeticiones, sin embargo, las respuestas eléctricas que desencadena se van reduciendo y, eventualmente, el sujeto acaba por ignorar el estímulo. “Cuando nos habituamos a un estímulo dejamos de prestarle atención”

La sensibilización es en cierto modo la reacción contraria. Cuando un estímulo se repite acaba produciendo una respuesta cada vez más fuerte. Se asocia con estímulos agradables o desagradables. “Somos más sensibles al estímulo”.

La habituación es un ejemplo de aprendizaje no asociativo: el organismo adquiere una información con un único estímulo. En cambio, en el aprendizaje asociativo, el organismo aprende la relación que existe entre dos estímulos. El mejor ejemplo de este tipo de aprendizaje es el reflejo condicionado.

Reflejo condicionado

Los experimentos de Pavlov consistían en el estudio de la salivación de los perros al ingerir carne. Pero antes de la ingesta del alimento, hacía sonar una campana. Esta secuencia campana-alimento-salivación se repetía sucesivamente, de modo que, llegado un momento, la salivación se producía sólo con el sonido de la campana, sin que se alimentase al perro. El estímulo incondicional (o incondicionado) es el alimento; es decir, el producto que normalmente genera una respuesta (la salivación). El estímulo condicionado es el sonido de la campana. Tras un número determinado de repeticiones, de asociaciones entre el estímulo condicionado y el estímulo incondicionado, el estímulo condicionado acaba provocando la respuesta que, en un principio, sólo desencadenaba el estímulo incondicionado.

El reflejo condicionado es una respuesta refleja a un estímulo que ante no la desencadenaba o muy escasamente.

Esta descripción se corresponde al denominado condicionante clásico. La salivación no es la única respuesta surgida de un reflejo condicionado. También es posible una amplitud de respuestas viscerales: modificaciones de la frecuencia cardiaca, de la tensión arterial,…

Si se presenta reiteradamente el estímulo condicionado sin el estímulo incondicionado, el reflejo condicionado acaba agotándose y desapareciendo. Se produce un proceso que se conoce como extinción o inhibición interna. Si el animal es distraído inmediatamente después de aplicar el estímulo condicionado con un estímulo externo, la respuesta condicionada puede llegar a no aparecer. Se trata en estos casos de una inhibición externa.

Tras el agotamiento o la extinción, el reflejo condicionado también puede reforzarse por una nueva asociación entre estímulo condicionado y estímulo no condicionado.

El establecimiento de los reflejos condicionados es difícil salvo que los estímulos incondicionados se asocien a sensaciones agradables o desagradables. Surgen los refuerzos positivos, agradables o de recompensa o los refuerzos de huida, negativo o desagradable.

Condicionamiento operante

El condicionamiento operante es una forma de condicionamiento en el que se enseña al animal a realizar una tarea (actuar sobre su entorno) para obtener una recompensa o para evitar un castigo. El estímulo incondicional, en este caso, es el acontecimiento agradable o desagradable, mientras que el estímulo condicional puede ser una señal luminosa o un sonido. Las respuestas motrices condicionadas que permiten al animal evitar los efectos negativos o desagradables se denominan reflejos de huida.

El condicionante de aversión para un alimento determinado juega un papel muy importante de cara a evitar los venenos. Es posible que el cerebro esté organizado genéticamente para facilitar el establecimiento de este tipo de respuesta de rechazo.

 

Hasta luego y buena suerte

La memoria implícita y la memoria explícita

septiembre 2nd, 2013

Luca Coge

La memoria es la retención y almacenaje de información. Desde un punto de vista psicológico, se diferencia entre la memoria implícita y la memoria explícita. Esta última también se denomina memoria declarativa, de reconocimiento. Está asociada a la consciencia o, al menos, a la percepción consciente. La retención de su contenido depende del hipocampo y de determinadas partes de los lóbulos temporales del cerebro. La memoria explícita se divide en:

  • memoria episódica o de acontecimientos
  • memoria semántica, de palabras reglas, del lenguaje,…

Por su parte, la memoria implícita es independiente de la consciencia y se denomina no declarativa. En la retención de la información no participa el hipocampo. Incluye las habilidades, los hábitos y los reflejos condicionados.

Existe memoria explícita que puede convertirse con el tiempo y el aprendizaje en memoria implícita, como es el ir en bicicleta.

Tipos de memoria
Explícita
Episódica
Semántica
Implícita
No asociativa: adquisición de hábitos; sensibilidad
Asociativa: condicionante clásico; condicionante operativo
Habilidades y hábitos
Efecto primado

La memoria explícita y parte de las modalidades de la memoria implícita incluyen:

  • el almacenamiento temporal de la información en la memoria a corto plazo o memoria de trabajo, cuya duración es de unos segundo o minutos
  • un periodo de tratamiento en el hipocampo o en otras áreas que permite prolongar la duración de la información
  • la memoria a largo plazo que persiste varios años o, en algunos casos, toda la vida.

 

 

Hasta luego y buena suerte

Trastorno bipolar y genes

diciembre 13th, 2012

Lucas Coge

El trastorno bipolar es una afección en la cual las personas alternan períodos de euforia con otros de tristeza o melancolía; van de un estado de ánimo muy bueno o irritable a otro de depresión. Se mueven entre dos extremos o polos. Las “fluctuaciones en el estado de ánimo” entre manía y depresión pueden ser muy rápidas. La persona combina momentos de euforia con otros de tristeza, abatimiento o melancolía.

Como trastorno afecta tanto a hombres como a mujeres y, generalmente, empieza a manifestarse entre los 15 y 25 años. Cuenta con un componente familiar confirmado por la práctica clínica, dada la elevada presencia del trastorno en pariente de personas que lo han padecido; y también, por el reciente estudio realizado por científicos del Instituto de Psiquiatría del King’s College de Londres.

Existen diferentes tipos de trastorno bipolar, con distintos niveles de gravedad:

1)      El trastorno bipolar tipo I: se reconocen porque las personas que han tenido al menos un episodio completo de manía con períodos de depresión grave.

La depresión mayor o verdadera depresión clínica es un trastorno del estado de ánimo en el cual los sentimientos de tristeza, pérdida, ira o frustración interfieren con la vida diaria durante semanas o por más tiempo. Anteriormente este trastorno bipolar tipo I se denominaba depresión maníaca.

2)      En cambio, las personas con trastorno bipolar tipo II nunca han experimentado un episodio maníaco completo. En lugar de esto, experimentan períodos de niveles elevados de energía e impulsividad que no son tan extremos como la manía, por ello se le conocen como hipomanía.

La diferencia entre la manía y la hipomanía puede encontrarse en que en este último caso, no se producen impedimentos graves en la vida cotidiana. La hipomanía se manifiesta tanto en actos como en pensamientos. Dichos períodos alternan con episodios de depresión.

3)      Una forma leve de trastorno bipolar llamado ciclotimia implica fluctuaciones en el estado de ánimo menos intensas. Las personas en este caso alternan entre hipomanía y depresión leve.

Es posible que las personas con trastorno bipolar tipo II o con ciclotimia reciban un diagnóstico equivocado de depresión.

Los síntomas del trastorno bipolar son variables y dependientes de la modalidad concreta. Las diferencias entre las distintas modalidades de trastorno bipolar suelen encontrarse en la intensidad de los síntomas. Así, podemos encontrarnos con una fase maníaca puede durar de días a meses y puede abarcar los siguientes síntomas:

  • Distraerse fácilmente
  • Poca necesidad de sueño
  • Deficiente capacidad de discernimiento
  • Control deficiente del temperamento
  • Comportamientos imprudentes y falta de autocontrol (excesos de comida, bebida y/o consumo de drogas; deficiente capacidad de discernimiento; sexo con muchas parejas (promiscuidad);
    • hacer gastos exagerados;
    • Estado de ánimo muy elevado; exceso de actividad (hiperactividad);
    • incremento de la energía; pensamientos apresurados;
    • hablar mucho;
    • autoestima muy elevada (creencias falsas acerca de sí mismo o de las habilidades)
    • Compromiso exagerado en actividades
    • Muy alterado (agitado o irritado)

La fase depresiva se puede caracterizar por una combinación de los siguientes síntomas:

  • Tristeza o estado de ánimo bajo diariamente
  • Dificultad para concentrarse, recordar o tomar decisiones
  • Problemas en la alimentación: pérdida del apetito y pérdida de peso; consumo exagerado de alimentos y aumento de peso
  • Fatiga o desgana
  • Sentimiento de minusvalía, desesperanza o culpa
  • Pérdida de interés en actividades que alguna vez disfrutaba
  • Pérdida de la autoestima
  • Pensamientos de muerte y suicidio
  • Dificultad para conciliar el sueño o dormir demasiado
  • Alejarse de los amigos o las actividades que disfrutaba

Es frecuente el abuso de alcohol u otras sustancias, lo cual agrava los síntomas e incrementa el riesgo, ya alto, de suicidio.

En ocasiones es posible reconocer un estado mixto de trastorno bipolar, caracterizado por la práctica simultaneidad de los síntomas maníacos y depresivos.

Genes del trastorno bipolar

Como hemos dicho existe un componente familiar y, por tanto, genético que la investigación médica se ha encargado de sacar a la luz.

El Instituto de Psiquiatría del King’s College de Londres ha realizado un estudio de replicación genética a gran escala del trastorno afectivo bipolar en el que incorporaron a 28.000 personas de 36 diferentes centros de investigación. Sus hallazgos proporcionan pruebas convincentes de que el locus del cromosoma 3p21.1 contiene un riesgo genético común para el trastorno bipolar, el gen PBRM1.

PBRM1, el gen estudiado por el King’s College de Londres, codifica la síntesis de una proteína que interviene en la remodelación de cromatina o «epigenética», lo que significa que influye en la capacidad de diversas exposiciones ambientales para influir en la expresión de una gama de genes. El término fue acuñado por C. H. Waddington en 1953 para referirse al estudio de las interacciones entre genes y ambiente que se producen en los organismos.

Los investigadores de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de Estados Unidos ya habían identificado una variante genética en el cromosoma 3p21.1 que influye en el riesgo de desarrollar trastornos graves del estado de ánimo, incluyendo el trastorno bipolar y el trastorno depresivo mayor.

Ahora la investigación del King’s College London se establece una diferencia entre el riesgo hereditario de padecer esquizofrenia o trastorno bipolar, aunque serán necesarios nuevos estudios que confirmen estas diferencias.

 

Referencias

E. Vassos et al. (2012): Replication Study and Meta-Analysis in European Samples Supports Association of the 3p21.1 Locus with Bipolar Disorder, Biological Psychiatry
Volume 72, Issue 8 , Pages 645-650,

Esquema del cromosoma 3: Cromosoma 3 (humano)

Imágenes: © Microsoft

¿La primera impresión es lo que cuenta?

julio 1st, 2012

Vivimos rodeados de gente. Algunas personas las conocemos desde siempre, otras acabamos de encontrarlas o nos las han presentado hace nada. Pero en todos los casos, siempre nos formamos diferentes impresiones sobre todas estas personas. Construimos esas impresiones por lo que hemos oído acerca de una persona, por lo que otros nos han dicho o por nosotros mismos sin la ayuda aparente de nadie. En muchas ocasiones, cuando nos presentamos a alguien por primera vez, queremos dar una buena impresión pues, actuamos convencidos de que la primera impresión es importante.

Una impresión es una opinión, sentimiento, juicio que algo o alguien suscitan, sin que, muchas veces, se puedan justificar. Todos nos formamos impresiones de los demás. En este caso, llevamos a cabo un proceso mediante el cual inferimos una serie de características psicológicas a partir de la conducta y de otros atributos de la persona observada. Estas características se organizan en una impresión coherente. Pero en este proceso no llevamos a cabo una exploración en profundidad de la persona en cuestión, ni tampoco es frecuente que contrastemos nuestras inferencias con las de otras personas. De hecho, solemos construir nuestras impresiones de un modo rápido y a partir de un número reducido de elementos, que en ocasiones no tienen porque ser correctos.

Asch propuso en 1948 un modelo configurativo de formación de las primeras impresiones. En su opinión, al formar las primeras impresiones, captamos ciertos fragmentos de información, los rasgos centrales, que ejercen una influencia desproporcionada sobre la impresión final. Otros elementos de la información, los rasgos periféricos, contribuyen en un grado menor. Ambos se encuentran relativamente correlacionados entre sí y con otros rasgos, y en conjunto permiten construir la impresión íntegra que tenemos de una persona.

Pero los rasgos centrales juegan un papel determinante, no solamente por sí sólo, sino también porque ayudan a definir y conformar los restantes rasgos. Si al conocer a alguien, percibimos que es una persona fría (rasgo central), difícilmente, a medida que avance nuestra relación, le atribuiremos otros rasgos como afable, pues está en contradicción con el rasgo central. En cambio, nos será más fácil considerar que se trata de una persona insociable, por ser compatible con el rasgo central de frio.

Los críticos de Asch advierten que nada se dice acerca de cómo se determina que un rasgo es central o periférico. Este punto es importante, pues los centrales son muchos más inamovibles que los periféricos. Aunque ambos tienen una influencia desproporcionada sobre la configuración de las impresiones finales.

Además, a partir de una serie de experimentos, Asch mostró que los rasgos presentados en primer lugar influyen desproporcionadamente en la impresión final, de modo que una consideración favorable inicial hace más posible una impresión final igualmente favorable. De modo que el orden en el que se presenta la información acerca de una persona puede ejercer profundos efectos sobre la impresión ulterior. Esto es el efecto de primacía. Sin embargo, existe también el efecto de recencia o carácter de reciente según el cual la información recién presentada ejerce una influencia mucho mayor que la información previa.

La neutralidad, entendida como ausencia de información en un sentido u otro, hace que atribuyamos a los demás lo mejor y, con ello, nos formemos una impresión positiva. Si, por el contrario, disponemos de una información negativa, nuestra percepción subsiguiente toma un sesgo muy negativo y difícil de modificar, incluso con una gran dosis de información positiva ulterior. La negatividad se ve favorecida por la atracción que, en nosotros, ejerce la información extrema.

En todo caso, parece ser que establecemos por razones de simplicidad unos constructos personales como conjuntos dipolares. Estos constructos se desarrollan con el tiempo como formas adaptativas de percepción de las personas, lo que le otorga una resistencia en el tiempo. Además, pueden ser idiosincráticos y basados en experiencias personales.

Las impresiones de las personas se encuentran muy influenciadas por presunciones ampliamente compartidas acerca de las personalidades, las actitudes y las conductas de la gente basadas en las pertenencias a grupos, tales como el género, la nacionalidad, la clase social o, incluso, la profesión. Son los denominados estereotipos. La atribución a una categoría a alguien que acabamos de conocer es un elemento esencial de la conformación de una primera impresión. Toda la descripción que confeccionamos se muestra compatible con el estereotipo que utilizamos. Este juego de atribuciones nos puede llevar incluso a reconocer algunos rasgos en el individuo que confirman la asignación a dicha categoría. Es un caso más de una tendencia extendida entre las personas, que nos conduce a confirmar lo que ya sabemos, antes que a ampliar nuestra esfera de conocimientos.

Deberíamos ser conscientes de cómo formamos nuestras impresiones, no para renunciar a ellas, sino para que nos sean verdaderamente útiles.

 

_____________

Referencias:

Michael Hogg & Graham Vaughan, Social Psychology, Pearson Eduction Limited

Imagen: © iStockphoto

 

 

 

Ataque de pánico financiero

mayo 17th, 2012

Luca Coge, E. Furió

Estos días de mayo de 2012, los titulares de diferentes medios de comunicación recogen la noticia de que los ciudadanos griegos están retirando el dinero que tienen depositado en las entidades bancarias para tenerlo guardado en sus casas. ¿Son éstas unas situaciones de pánico? ¿Guardan relación con los ataques de pánico y de ansiedad de que hablan los psicólogos? Para relacionar ambos temas primero tenemos que describir cada uno de ellos. En esta entrada nos ocuparemos de los pánicos financieros y bancarios.

Volviendo al pánico financiero, en el caso de Grecia, la razón más probable de este comportamiento es que los depositarios anticipen una salida de Grecia de la zona euro y la sustitución, en su país, del euro por una nueva moneda nacional un nuevo dracma.

Si esto tuviese lugar, los ciudadanos griegos anticipan también toda una serie de depreciaciones consecutivas del dracma frente al euro, con la consiguiente y continua pérdida de poder adquisitivo de la moneda griega y el empobrecimiento todavía mayor del país. Para evitar ser pobre o paliar el nivel de pobreza, conviene tener una moneda fuerte, en este caso el euro, y desprenderse de la moneda débil, el dracma. Y, esto es lo que persiguen los griegos que retiran sus euros de los bancos.

Estas circunstancias suelen visualizarse por las largas colas de los depositarios ante las puertas de los bancos con el propósito de retirar su dinero. Estas circunstancias también tienen lugar cuando lo que esta en juego no es el sistema monetario nacional sino una o varias entidades bancarias. En este caso, los clientes de una o varias entidades bancarias quieren retirar sus depósitos de los bancos en crisis para colocarlos en otros más fiables.

Ilustración 2: Pánico ante las puertas de una oficina de Northern Rock (14/09/2007)

El 14 de septiembre de 2007, el banco escoses Northern Rock solicitó al Banco de Inglaterra un apoyo financiero para hacer frente a los de problemas derivados de la crisis de las hipotecas subprime de los Estados Unidos. El 22 de febrero de 2008, el banco fue nacionalizado ante la incapacidad de responder a sus ahorradores y por el riesgo de quiebra.

Cuando la retirada de fondos afecta a todo el sistema monetario nacional, los gobiernos suelen tomar la decisión de bloquearlos e impedir la retirada de los mismos. Básicamente, por dos razones, por un lado porque la propia retirada de fondos agrava la situación de liquidez de los bancos y confirma los temores de los depositarios. Estos quieren retirar sus fondos porque temen que el banco no tenga suficiente liquidez para, en un momento dado, devolverles el dinero, pero al retirar anticipadamente los fondos, eliminan toda la liquidez del banco y, con ello, confirman sus temores.

La otra razón para bloquear legalmente los depósitos por parte del gobierno, es evitar la huida de capital. De acuerdo con los medios de comunicación, una parte de la población griega poseen cuentas en Suiza por un valor de 280.000 millones de euros, lo que representa 120% del PIB griego. En diciembre de 2001, el gobierno argentino restringió la libre disposición de dinero en efectivo de plazos fijos, cuentas corrientes y cajas de ahorros. El objetivo que se perseguía con estas restricciones era evitar la salida de dinero del sistema bancario y del país, intentando evitar así una ola de pánico bancario y el colapso del sistema. El periodista argentino Antonio Laje denominó a esta situación con la expresión de “el corralito”, cuyo uso se extendió a toda la comunidad hispanohablante para describir las situaciones de pánico bancario y financiero.

En conjunto, este tipo de circunstancias se denominan pánicos financieros o bancarios. Pero, la cuestión que me gustaría tratar es qué relación existe entre estas situaciones de pánico financiero y los ataques de pánico o crisis de angustia. ¿Los pánicos financieros pueden asimilarse a crisis de angustia generalizados con idénticos síntomas fisiológicos pero generalizados? En las próximas entradas abordaremos está cuestión. Previa a la búsqueda de esta relación, era necesario presentar el pánico bancario y financiero. Y, este es el propósito de esta entrada.

 

Hasta luego y mucha suerte.

 

Referencias

Ilustración 1: Pánico a las puertas de una sucursal bancaria en New York de American Union Bank durante la Gran Depresión, http://www.ssa.gov/history/bank.html

Ilustración 2: Pánico ante las puertas de una oficina de Northern Rock (14/09/2007), Lee Jordan, http://flickr.com/photo/30249912@N00/1393780566


Ilustración 1: Pánico a las puertas de una sucursal bancaria en New York de American Union Bank durante la Gran Depresión

Las emociones y sus dimensiones

noviembre 27th, 2011

Por Luca Coge

Una manera simple de presentar la emoción nos llevaría a decir que son experiencias psicobiológicas que intervienen en el modo de afrontamiento de ciertos estímulos internos o externos. De hecho, todos podemos reconocernos en la primera parte de la frase anterior. Todos tenemos el recuerdo de haber sentido o experimentado una emoción en distintos momentos. Aunque sentimientos y emoción no sea lo mismo, somos capaces de identificar aspectos psicológicos de una emoción (la tristeza) acompañados de manifestaciones biológicas (como las lágrimas, por ejemplo).

La segunda parte de la primera frase apunta a que las emociones desempeñan un papel, contribuyen en distinto grado a definir unas pautas de conducta ante diferentes entornos internos o externos. Son en este sentido protagonistas de nuestro comportamiento, intervienen en aspectos importantes del mismo y contribuyen a nuestra toma de decisiones. De hecho, durante los últimos años, se ha producido un auge de la consideración de la importancia de las emociones en nuestros actos. De ahí el auge del calificativo emocional: no existen solamente emociones, sino que las emociones están en todo, existe inteligencia emocional, comunicación emocional, enseñanza emocional,…

De hecho, la facilidad para reconocer las emociones se debe a su carácter multidimensional, a que presentan múltiples facetas. Las emociones incorporan experiencias subjetivas con manifestaciones fisiológicas o biológicas. Pero también, cuenta con una funcionalidad, un propósito, y una clara dimensión social.

  • El hecho que las emociones nos hagan sentir bien alegría o irritación, por ejemplo, muestra que cuentan con un contenido de sentimientos subjetivos.
  • Intuimos que alguien tiene emociones o se encuentra en determinado estado emocional porque observamos que está llorando o porque su cuerpo adquiere determinada postura para adaptarse a la situación. Esto es, reconocemos en las emociones un conjunto de reacciones biológicas. Si realizásemos un análisis clínico comprobaríamos la amplitud de estas reacciones fisiológicas, en términos hormonales, por ejemplo.
  • Asimismo, las emociones, al ser mecanismos de afrontamiento o participar de modo significativos en ello, cuentan con un propósito o una funcionalidad. Determinadas emociones, como la ira, nos guían, propulsan o favorecen la realización de un conjunto de acciones que de otro modo no llevaríamos a cabo o lo haríamos como menos dinamismo, estusiamos y perseverancia.
  • Por último, en muchas ocasiones no podemos esconder nuestras emociones, estas se comunican a nuestro entorno. De modo que son fenómenos sociales que cumplen una función comunicativa.

Como mecanismo comunicativo, la emoción no solamente se dirige a los demás o a nuestro entorno. También nos proporciona información a nosotros mismos. Las emociones sirven de sistema de lectura de la situación actual para indicarnos cuán bien o mal están produciéndose los acontecimientos. La alegría no impulsa a continuar hacia la meta que nos hemos propuesto y hacia la inclusión social; en cambio, la aflicción no transmite un sentimiento de fracaso, de pérdida o de equivoco. Interpretamos nuestro entorno inmediato y futuro a la luz de las emociones que nos invaden; y, a partir de ello, seguimos con nuestros planes porque “sabemos” o “sentimos una saber” de que estamos en el buen camino, o por el contrario, modificamos nuestras decisiones porque “concluimos” a partir de las emociones que estamos en un callejón sin salida.

De este modo, se traza una relación entre motivación y emoción. Además, esta relación se extiende al vigor que las emociones aportan a nuestro comportamiento al movilizar recursos biológicos y psicológicos para alcanzar el logro o el fracaso. Nuestras emociones pueden fortificar nuestras intenciones y dotarlas de un impulso continuado. Pero también pueden conducirnos a un sentimiento de incapacidad adquirida que nos paraliza y nos conduce al abandono y a renunciar a cualquier acción o pretensión de mejora. Nuestra experiencia emocional nos lleva a concluir que no podemos hacer nada para cambiar la situación.

Llegados a este extremos, podemos preguntarnos si es posible hacer algo con nuestras emociones para que nos fortifiquen y nos favorezcan el logro de nuestros propósitos y nuestro bienestar, al tiempo que adquiramos la destreza de reducir al máximo el sentimiento de incapacidad adquirida. Para responder a ello, requerimos valorar, en una próxima entrada, cómo se originan las emociones.

 

Hasta luego y buena suerte.

 

Referencias

Texto: Johnmarshall Reeve, Understanging motivation and emotivo, McGraw-Hill

Fotografía: © Microsoft

La neurología de la risa

noviembre 20th, 2011

Luca Coge

La risa cuenta se manifiesta en múltiples contexto que van más allá de la expresión de alegría. El humor o la burla, junto con la falsa risa o la risa simulada son otras ocasiones en que se presenta. En esta entrada se recoge diversos elementos del trabajo de Manuel Arias publicado en la Revista Neurología titulado “Neurología de la risa y del humor: risa y llanto patológicos”.

Anatomía de la risa

Como muchas otras expresiones humanas, la risa cuenta con un soporte anatómico, sobre todo porque produce cambios transitorios en la expresión facial. Estos cambios están propiciados por la contracción de determinados músculos: la comisura bucal se desplaza hacia atrás y arriba (con intervención del músculo cigomático mayor) y la hendidura palpebral se estrecha y aparecen arrugas (con la participación del orbicular de los párpados); y, se acompañan de emisión de sonidos particulares y variaciones en los movimientos de la respiración, producidos por la activación de otros músculos faciales, laríngeos y respiratorios (contracción clónica de músculos implicados en la espiración).

 

Para Manuel Arias, hoy se postula que existe un centro coordinador de la risa (también del llanto). Este centro se situaría en la parte dorsal de la unión del mesencéfalo con la protuberancia, en el seno de la sustancia gris periacueductal y la formación retícula.

Un centro coordinador de la risa

El centro coordinador de la risa mantiene conexiones con el cerebelo, hipotálamo, tálamo, ganglios basales, y lóbulos temporal y frontal. Este centro -gelástico mesencefalopontino- activará sincrónicamente los núcleos de los pares craneales que inervan los músculos implicados (expresión facial, vocalizaciones, espiración clónica) y los que determinan los fenómenos vegetativos asociados.

El centro gelástico mesencefalopontino está sometido al influjo de tres sistemas:

–        Un sistema inhibidor que parte de la corteza premotora y motora, pasa por los pedúnculos cerebrales y se sitúa en la porción ventral del tronco cerebral.

–        Un sistema excitador que proviene del córtex prefrontal, del lóbulo temporal basal (amígdala incluida), del tálamo y los ganglios basales, y del hipotálamo.

–        Un sistema modulador que arranca del cerebelo, que mantiene conexiones con el sistema límbico (corteza ventromedial prefrontal, cíngulo anterior, amígdala, estriado ventral), con el córtex premotor y motor, y con el hipotálamo y la sustancia gris periacueductal.

De la risa a la carcajada

El cerebelo, de un modo inconsciente y automático, en base a la información que recibe de los aspectos cognitivos y sociales (córtex) y de los aspectos emocionales (sistema límbico), actuaría como modulador sobre un hipotético umbral de respuesta.

En diversos estudios de estimulación de la corteza cerebral se ha desencadenado risa al estimular la amígdala, la corteza frontal, las circunvoluciones cingular anterior, fusiforme y parahipocámpica, y también el hipotálamo.

La percepción y vivencia emocional de una situación de humor, que no tiene por qué ir acompañada siempre de risa, es una función multifactorial que implica a muchas otras funciones cerebrales y conecta el mundo externo con el mundo interno del individuo: atención, memoria de trabajo, flexibilidad mental, evaluación emocional, abstracción verbal, sentimiento emocional de valencia positiva.

Humor

Las activaciones del buen humor

En pasadas décadas, se ha considerado que la indemnidad del lóbulo frontal derecho es crítica para el procesado e integración de los aspectos cognitivos y afectivos que caracterizan al humor, una función típica del cerebro humano, que, actuando como una recompensa intrínseca, mitiga el estrés y el dolor, y facilita las relaciones sociales.

No obstante, en estudios de resonancia magnética funcional se ha comprobado que el humor activa la región tegmental y el estriado ventrales, regiones claves en el circuito dopaminérgico de la recompensa, que están conectadas con la amígdala y el córtex insular. Un paso previo al aspecto de la recompensa es la percepción de la incongruencia/contradicción. Esta función perceptiva del humor implicaría a la unión temporoparietooccipital y al córtex prefrontal izquierdos, aunque varía según el tipo de estímulo (lenguaje, visual). Cuando el humor se asocia a risa, entrarían en juego los lóbulos temporales basales.

Las distintas personalidades y las diferencias de humor

Parece que existen diferencias entre mujeres y hombres en el procesado del humor. La personalidad previa (una expresión del mundo interno) puede influir en el procesado del humor: el extrovertido, frente al introvertido, activa más las regiones implicadas en la percepción, y el emocionalmente estable, frente al neurótico, activa más el sistema de recompensa.

En lo que se refiere al sexo y en lo que concierne al humor se ha observado que ellas activan más el córtex prefrontal izquierdo y también el sistema mesolímbico de la recompensa.

Aunque los estudios de neuroimagen funcional no parecen confirmar el papel relevante del lóbulo frontal derecho en el procesado cerebral del humor, determinados estudios han encontrado una disminución de la activación de la porción orbitofrontal de dicho lóbulo, que sería la responsable de la desinhibición de la expresión facial, hecho que reconciliaría las teorías clásicas con los estudios de neuroimagen.

En esencia, el procesado del humor implica a actos cognitivos, afectivos y volitivos relacionados con distintas zonas de la corteza cerebral.

 

Hasta luego y buena suerte

Comportamiento y atribuciones

octubre 30th, 2011

Por Luca Coge

En los seres humanos parece existir una tendencia innata a buscar un sentido al mundo que nos envuelve y, muy especialmente, al comportamiento de las personas que nos rodean. De hecho, atribuimos una serie de razones a dicho comportamiento y, estas atribuciones constituyen nuestra explicación del mismo.

La teoría de la atribución

La teoría de la atribución es un intento por exponer como construimos las explicaciones del comportamiento de los demás. En esencia, nuestras explicaciones se apoyan bien en factores internos o en circunstancias externas. En el primer caso, se establece una atribución disposicional y, en el segundo, una atribución situacional.

La atribución disposicional consiste en imputar el comportamiento a la disposición y a las características personales, tales como la motivación, la capacidad,…; mientras que la atribución situacional lleva a achacar el comportamiento al entorno físico o social. Parece que nos gusta pensar que alguien hace algo bien porque él es así o porque las circunstancias lo hay llevado a comportarse de tal modo.

Disposición y situación en la explicación del comportamiento

 

 

Interrelaciones entre disposición y situación

No obstante no deberíamos olvidar que, en ocasiones, las circunstancias externas o exógenas ocasionan cambios internos o endógenos. Como tampoco hay que descartar nuestra capacidad para, en determinadas circunstancias, adecuar el entorno que nos rodea a nuestra propia personalidad, por ejemplo en la selección de nuestras amistades o ambientes que frecuentamos.


A pesar de esto, solemos centrar nuestra atención en los factores disposicionales. Convenimos en pensar, de un modo a veces rápido, que una persona se comporta de determinada manera por sus rasgos personales.

De los actos a la personalidad para explicar la conducta a partir de la personalidad

El paso siguiente consiste en inferir que las intenciones y la disposición de los propios actos. Esto puede resultarnos llamativo, pero de acuerdo con la teoría de la inferencia de Jones y Davis, nosotros construimos la imagen de cómo son los demás a partir de la información que recogemos de la observación de su comportamiento.

Este tipo de razonamiento encierra dos elementos de sumo interés. El primero es una especie de circularidad disposicional que puede resultar dañina para nuestra búsqueda de comprensión del comportamiento de los demás. Observamos cómo se comporta la gente que nos rodea habitualmente o que acabamos de conocer. A partir de estas observaciones construimos cómo es su personalidad; y, más tarde, utilizaremos estos rasgos de su personalidad para explicar su comportamiento: observo tu comportamiento para determinar tu personalidad y, luego, gracias a tu personalidad explico tu comportamiento.

Con todo, puede suceder que estemos muy satisfechos porque conseguimos explicarnos “perfectamente” el comportamiento de los demás, pero el precio puede ser que nos equivoquemos. Unos equívocos de los cuales no nos damos cuenta porque caemos en una especie de trampa del sentido común.

Pero también al construir los rasgos de la personalidad a partir del comportamiento observado, no olvidamos del papel que en este puede estar jugando las circunstancias o el entorno. Pensamos que las conductas observadas son el resultado de la libre elección de las personas y que no existe imposición exterior alguna.

Preferimos las explicaciones simples y rápidas

Además, pensamos que detrás de la conducta observada existe una única causa, a lo sumo dos. Y, cuando las tenemos, dejamos de buscar otras explicaciones posibles. De hecho, puede suceder que un comportamiento resulte de un puñado de razones. Pero nuestra satisfacción al tener una explicación no impide buscar más. Nuestro grado de tranquilidad es mayor, pues suponemos que esos rasgos de la personalidad que explican el comportamiento son permanentes.

Asimismo, de acuerdo con Jones y Davis, nuestra observación de los demás suelen focalizarse en aquello que se aparta del comportamiento común, centramos nuestra atención en lo que es llamativo y específico, en definitiva en aquello que puede individualizar a la persona que observamos, sobre todo si el comportamiento se aparta de lo que consideramos común.

No tomar en cuenta la situación conduce a lo que la psicología social denomina el error de atribución fundamental. Algunos psicólogos piensan que la atribución es útil para nuestros intereses, al tiempo que es eficiente. Atribuir el comportamiento de los demás a factores internos en lugar de a elementos situacionales nos exigen menos tiempo y recursos.

Actores y observadores

Sin embargo, cuando analizamos nuestro propio comportamiento, tendemos a atribuir un mayor papel a la situación; mientras que cuando explicamos la conducta que observamos en otros, la balanza se inclina del lado de sus factores internos. Esta asimetría puede explicarse porque cuando nos convertimos en actores somos más conscientes de las restricciones a las que estamos sometidos.

Es más, a medida que transcurre el tiempo estamos tentados de modificar o simplemente cambiamos nuestra explicación del comportamiento. Cuando analizamos el comportamiento de la gente, la primera explicación que ofrecemos se basa en las características internas. Transcurrido el tiempo, tendemos a dar mayor importancia a las circunstancias situacionales.

Personalidad y situación en las clases sociales

La autoconsciencia que puede llevarnos a dar más importancia a nosotros mismos que a la situación, no interviene del mismo modo en todos los grupos sociales. Los miembros de las clase media privilegiada asumen con mayor frecuencia que la conducta de la gente está más motivada por factores internos. En cambio, la clase social menos afortunada suele apelar a la situación a la hora de explicar el comportamiento de los demás.

Tal vez esto se deba al distinto peso que tiene las restricciones materiales y de otro tipo en el distinto comportamiento de las diferentes clases sociales. También en el papel de la educación y de la dotación en capital humano. Aunque tampoco puede descartarse el tipo de conducta predominante en la vida cotidiana de unos y otros; o más abiertamente, en el comportamiento seleccionado que quiere explicarse por cada individuo según el tipo de clase a la que pertenece.

 

Hasta luego y buena suerte

La Neurociencia del acto de compra

septiembre 16th, 2011

Las personas que responden a un cuestionario de un estudio de mercado pueden ser honestas y decir la verdad en todos los casos. Pero la práctica muestra que existe un puñado de razones que hacen que se tienda a responder cosas diferentes a las que se piensan o se dicen. También, la experiencia y el análisis han mostrado que las pruebas de polígrafo están lejos de ser infalibles.

En cambio, un neurocientífico nos dirá que las imágenes de un electroencefalograma no mienten. Si ante la imagen de un producto o una marca: si se produce un aumento de actividad en la corteza prefrontal izquierda, el individuo se siente atraído por la imagen en cuestión; en cambio si el incremento se produce en la corteza prefrontal derecha, la sensación experimentada es la contraria: la imagen es motivo de desagrado.

Además si se activan las áreas relacionadas con la memoria, las probabilidades de que el individuo en cuestión transforme su sensación en un acto de compra son mayores que si dichas áreas permanecen inertes. De hecho, empresas como General Motors, BMV, Ford Europa, DaimlerChrysler,… utilizan las técnicas de imaginería para estudiar el comportamiento cerebral del consumidor. Podría decirse que están sumamente interesadas en la Neurociencia del acto de compra.

En 2003, la revista Forbes se hacía eco de este interés con un artículo titulado “In Search of the Buy Button” de Melanie Wells. Dicho artículo nos sirve de base para elaborar esta entrada.

Los publicitas apelan tanto a las emociones como a la razón en sus intentos por convencer a los consumidores. Se utiliza tanto el humor, el suspense, la angustia, el miedo,… Ahora el propósito parece dirigido a encontrar sino el botón activador, sí los circuitos que se activan cuando tomamos la decisión de adquirir un producto o un servicio. Luego, se trata de encontrar el color, el aroma, el envase, la etiqueta y embalaje, o la publicidad que lo activen. El tercer paso es nuestro: comprar.

Si somos pura química orgánica en disolución acuosa, solo se trata de encontrar el mecanismo que desencadene la actividad cerebral y la transmisión neuroquímica relacionados con la memoria y con la acción. James Bailey, profesor de comportamiento organizacional de la Universidad George Washington, considera que en un futuro estaremos en condiciones de establecer el contenido de la campaña publicitaria o el diseño del producto capaces de desencadenar tal mecanismo.

Gerald Zaltman, profesor emérito en la Escuela de Negocios de Harvard y autor de ¿Cómo los clientes piensan?, piensa el mismo que parte de nuestro comportamiento está impulsado por cosas distintas a nuestro conocimiento.

Conocer que partes de nuestro cerebro están involucradas en la formación de nuestras preferencias y en la toma de decisiones es de sumo interés para las empresas, las organizaciones y las administraciones. Este interés cubre un amplio espectro de cuestiones. Por ejemplo, haciendo uso de distintas tecnologías, entre ellas la resonancia magnética, se estudian los cerebros de los conductores para diseñar dispositivos de navegación y advertencia que permitan mejorar la seguridad de los vehículos. Otras investigaciones persiguen mejorar las campañas de comunicación mercadológica de las empresas.

En estos otros casos, los mecanismos involucrados en principio no son totalmente complejos. Por ejemplo, si se distribuyen muestras de un producto durante un período festivo y de diversión (las vacaciones), los consumidores pueden construir una asociación entre el producto y el bienestar, de modo que consumirán el producto para buscar un poco de felicidad. Aquí están encerradas cuestiones fundamentales que se encuentran en el interrogante acerca de s si ¿lloramos porque estamos tristes o estamos tristes porque lloramos?

Tristeza y felicidad son dos de las emociones que están presentes en nuestra elaboración de preferencias y en nuestra toma de decisiones. Antonio Damasio, en su libro El error de Descartes, afirma que las emociones son fundamentales en nuestro pensamiento efectivo y para decidir.

Los responsables de Kellogg también están de acuerdo en este tipo de consideraciones, al mismo tiempo que altamente interesados en saber cómo decide la mujer actual, cómo establece el equilibrio decisional entre la ingestión de alimentos y el cuidado de la línea corporal.

Pero a la hora de decidir qué nos gusta o qué comprar, no estamos solos. Lejos de ello. En nuestras elaboraciones intervienen nuestras emociones, nuestros razonamientos y, también, los efectos de la presencia (mediata o inmediata) de los demás. Las preferencias también son interdependientes, en contra de la opinión de la teoría económica estándar. Nuestra percepción y valoración pueden llegar a modificarse por la mera dinámica del grupo.

 

Hasta luego y buena suerte

 

Referencias:  Wells, M. (2003). In Search of the Buy Button. Forbes.

© Imágenes: Microsoft